Entrevista

«Soy mucho más que ‘mujer de’. Soy más feminista que nadie»

La viuda de Rafael Alberti asegura ser ninguneada por las instituciones y por el Ministerio de Cultura, a quien se ha dirigido indignada: "He recibido un maltrato psicológico sistemático ante el cual no me he podido defender"

María Asunción Mateo

Rafael Alberti y su mujer, María Asunción Mateo, en una imagen de archivo

Antes se hablaba de “encamarse” con un escritor, un actor o cualquier celebridad. Aunque curiosamente, las que se encamaban eran siempre las mujeres. A ellas se las consideraba arribistas, aprovechadas, interesadas… y calificativos peores. María Asunción Mateo es una de las mujeres que ha sufrido vejaciones, insultos y descalificativos por este motivo.

La desaparición en 1999 de Rafael Alberti, nacido en El Puerto de Santa María en 1902, levantó en torno a su vida una serie de interesadas polémicas centradas en los casi veinte años junto a su última esposa. Ella juró no hablar («Di que tú no escribes libros de viudas», le recomendó su amiga Carmen Balcells), y se mantuvo en silencio durante su intensa relación, pero también en los 23 años transcurridos tras su muerte.

Hasta ahora. El pasado verano, Mateo, licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de Valencia, decidió rendirle un último homenaje al amor de su vida, por quien dejó todo (familia, carrera, lugar de residencia, comodidades), y narrar la intimidad de una vida feliz compartida con el sujeto de su admiración y su amor.

Libro 'Mi vida con Alberti. Para algo llegaste, Altair" (Berenice), de María Asunción Mateo

‘Mi vida con Alberti. Para algo llegaste, Altair” (Berenice), de María Asunción Mateo

«Me preguntaba por qué debía contar mi historia, qué obligación tenía de hacerlo, quién iba a entenderla fuera de nosotros dos. Porque, entonces ¿qué quedaría para mí? Y en esos momentos era inevitable pensar en Matilde Urrutia, la última mujer de Neruda, a la que tanto se criticó al publicar sus memorias e incluso se le negó calidad y autoría», escribe en Mi vida con Alberti (Berenice).

A lo largo de 352 páginas, Mateo narra desde que conoció a Rafael Alberti, 42 años mayor, en abril de 1983 en Baeza durante un homenaje a Antonio Machado, hasta sus encuentros clandestinos con el poeta en Madrid o la campaña difamatoria que considera que le hicieron una serie de poetas cuando el poeta falleció.

Todos esos años de silencio, de dolor, en los que cita a Matilde Urrutia, última mujer de Pablo Neruda, o cuando la comparaban con María Kodama, viuda de Borges, se rompen ahora. ¿Hay un motivo para hablar dos décadas después?

El 2 de junio de 2021 me cayó una carpeta encima llena de recuerdos, con la inscripción «Altair y Aldebarán». Ahí encontré una hoja donde me pide con seriedad casi notarial su deseo de divulgar en voz alta la inmensa felicidad que nos unió durante casi veinte años y que ha trastornado completamente mi silencio. Porque yo me negaba a escribir «libros de viudas» y pensaba que mi vida no tenía ningún interés. ¿A quién le importaba? Con sinceridad absoluta digo: yo nunca, nunca he querido hablar. Pero aunque no creo en lo sobrenatural, creo que aquel día Rafael me tiró la carpeta en la cabeza para que la encontrara.

María Asunción Mateo y Rafael Alberti

María Asunción Mateo y Rafael Alberti el día de su boda, en 1990

¿Cómo le afectaba ser considerada “mujer de”?

Mientras estuve con él no se atrevieron a decir nada. Jamás se habrían atrevido a levantar la voz contra Rafael. Sin embargo, los comentarios, los corrillos y los susurros eran constantes. Me llamaban arribista… ¿Qué gané yo con estar con él? ¿Qué motivos ocultos podía tener? ¿Su juventud? ¿Su riqueza? ¡Nadie se casa por admiración literaria! Yo me enamoré de él, de su literatura, de su forma de mirar la vida, de quererme… ¿Qué mal he hecho yo, qué beneficio he sacado? Saqué mis oposiciones de Lengua y Literatura, tenía a mi familia y mi casa en Valencia, y una vida hecha. Ahora vivo en El Puerto y tengo una pensión de viudedad.

Usted vivió junto a uno de los grandes nombres de la literatura española en un momento complejo. ¿Cree que ha evolucionado el pensamiento o sigue siendo objeto de críticas machistas?

Ahora mucho más que antes. A mí se me respetaba como profesora y escritora… pero cuando murió Rafael, fueron contra mí, querían ocupar mi sitio, ser los albaceas de su obra, sus mejores críticos. Tristemente, el machismo ha existido y sigue existiendo. Va a ser difícil erradicarlo de la sociedad. Para eso estamos las mujeres, trabajando, saliendo adelante, cuidando a nuestros hijos, estudiando, opositando, escribiendo… El machismo está inserto en la sociedad, pero no en todos los hombres. Yo nunca he ido con una pancarta feminista, pero creo que mi vida habla por sí sola, y por eso digo que soy mucho más que ‘mujer de’. Soy más feminista que nadie. De hecho, me divorcié en una época en la que nadie se divorciaba, y lo mío me costó.

¿Le ha dado fuerza también el momento que estamos viviendo?

Por supuesto, las cosas han cambiado mucho. Pero a mí nadie me ha defendido. Todo son casualidades, pero quizás este libro tenía que salir en este momento en que la opinión pública está tan conmocionada, especialmente con el mundo del deporte tras el caso Rubiales. Hay mucho machismo todavía, pero también en el mundo de la cultura, no nos equivoquemos. Hay una misoginia total. A mí llevan persiguiéndome 23 años, y siguen, y no hay nadie que les tape la boca. Y tienen cargos a nivel político…

Rafael Alberti en su piso de Madrid

Rafael Alberti en su piso de la calle Princesa, 3, de Madrid

¿Ha sentido esa misoginia también desde las instituciones culturales?

Es de donde más la he recibido. El 9 de febrero leí la noticia de que el Ministerio de Cultura va a impulsar una unidad contra la violencia machista del sector. Decidí que ya que las dos cartas que escribí al presidente del Gobierno, en las que le pedía explicaciones sobre por qué cuando se hacen actos en honor a Rafael Alberti jamás se me invita, nunca obtuvieron respuesta, Urtasun podría hacerlo. Especialmente después de que se le llenara la boca hablando de violencia machista en el mundo de la cultura después de lo que sucedió en los Premios Feroz. Le escribí informándole de la situación en la que vivo desde hace más de 20 años; una situación de indefensión total ante determinados medios de comunicación que se dedican a mentir y difamar. He recibido un maltrato psicológico sistemático ante el cual no me he podido defender. Urtasun es un hombre joven, con un pasado comunista, y yo soy la mujer de Alberti… Pensé que cuando inaugurara la unidad debería tener mi carta, certificada y urgente. Se la mandé a él y también a todo el Ministerio de Cultura, 30 cartas certificadas en total. Respuesta: silencio administrativo.

¿Cuál es su reacción ante ese desprecio?

Me duele mucho, en primer lugar, como una ciudadana de a pie, en una democracia en la que he votado con ilusión. Me siento desengañada y con una decepción total y absoluta; me encuentro desamparada ante instituciones que deberían velar por todos. En segundo lugar, me duele como esposa de Rafael Alberti. He compartido mi vida con una persona de su talla, Premio Cervantes, indispensable en la historia social, política, cultural y libertad de nuestro país… Así que, como ciudadana, me siento engañada y desamparada; como esposa, indignada y enfadada.

Además de la misoginia, de quien la llamaba «adefesio» o «bruja» o la reducía a «una de tantas esporádicas acompañantes», ¿hay una falta de respeto hacia la propia persona de Alberti, una infantilización de su figura?

Absoluta. Su nombre representa, como muy pocos, la literatura española en el mundo. Rafael está escrito en letras de oro en la historia de la poesía española y universal. Esa falta de respeto hacia su figura, hacia su generosidad, ese no dejar que él elija y que lleve su vida como quiera, que se case conmigo o con Marilyn Monroe si viviera y quisiera… ¡Qué vergüenza! Por no hablar de la sarta de mentiras que se han inventado, como que cobré una herencia de tres millones de pesetas, cuando vivo de mi pensión y no me da ni para pagar el recibo de la luz.

La escritora María Asunción Mateo

La escritora María Asunción Mateo, viuda de Rafael Alberti, en la actualidad

¿El suyo con Alberti fue un amor de los que hoy se consideran “mitos románticos”?

Fue un amor puro y verdadero. El amor no se busca, se encuentra. Yo de hecho iba buscando a Dámaso Alonso, y apareció aquella maravilla de melena blanca… Quería hablar con Dámaso, que era para mí la luz de la erudición, y acabé conociendo a Rafael. Y compartí con él los mejores años de su vida, y eso no me lo han perdonado. Él decía: «El ser feliz no es un pecado. Hoy mi vida es más azul que nunca». Por otro lado, yo siento un respeto reverencial hacia la figura de María Teresa León [exmujer de Alberti] y hacia las mujeres que han pasado por la vida de Rafael.

Cuando se conocieron, aunque lo llevaron con discreción, levantaron habladurías. ¿Cómo fueron aquellos primeros encuentros?

La primera vez que nos vimos fue en Baeza, en el mismo lugar donde Antonio Machado había impartido clases de francés en su instituto, en un homenaje a su figura. Era abril de 1983. Él me miró y me dijo: «¿Y tú quién eres?». Yo me quedé helada. Le dije que era una profesora de Valencia, y me dijo: «¿Te quedas aquí? Pues mañana nos vemos», con su acento gaditano. Yo estaba deslumbrada ante esa persona, ese autor que yo estaba explicando en clase a mis alumnos del instituto de Valencia. ¡Para mí era haberme encontrado con Quevedo, con Garcilaso, con Góngora!

Imagino lo que sería escucharle hablar de Machado, de Lorca, de Pasolini, de Picasso…

Contaba sobre todo cosas buenas. Era una persona como yo nunca vi; demasiado generoso con la gente. A Lorca lo quiso mucho, y al resto de la Generación del 27. Pero es que Lorca era muy adorado, no sólo por cómo escribía, sino por su forma de ser, diferente a todos y excepcional. Como dijo Jorge Guillén, «cuando estás con Federico, no hace ni frío ni calor. Hace Federico». Cuando lo mataron, todos sintieron una gran sombra. Rafael nunca lo olvidó: cuando llovía, decía: «Qué día más triste en Granada».

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