Durante más de siglo y medio, la Guardia Civil fue un cuerpo sin presencia femenina. Una institución forjada en la disciplina, la tradición y la jerarquía. Hasta que en 1988 una mujer cambió su historia para siempre. Su nombre era Marisol Hernández y, con su ingreso en la 94ª promoción de la Academia de Baeza, se convirtió en símbolo de un nuevo tiempo. No solo fue una pionera. Fue la primera en abrir una puerta que hasta entonces parecía sellada.
El 1 de septiembre de 1988, Marisol Hernández juró bandera y pasó a formar parte de la primera promoción en la que se admitieron mujeres. España acababa de firmar su adhesión a las grandes directivas europeas de igualdad, y el cuerpo, fiel reflejo del país, empezaba a transformarse. Aquella decisión, en apariencia administrativa, representaba un salto histórico. Por primera vez, la Benemérita dejaba de ser exclusivamente masculina.
De Baeza a la historia
La trayectoria de Marisol Hernández no se limitó al gesto pionero de ingresar. Apenas cuatro años después, en octubre de 1992, se convirtió en la primera mujer en ascender al empleo de Cabo. Y tan solo un año más tarde, en 1993, alcanzó el grado de Cabo 1º, una posición que ninguna otra mujer había ocupado antes en la Guardia Civil. Su carrera no fue un camino de privilegios, sino de esfuerzo y constancia en un entorno que apenas empezaba a aceptar la igualdad.
Destinada durante buena parte de su vida profesional en la Academia de Baeza, Marisol Hernández dedicó su trabajo a la formación de nuevas generaciones de agentes. Allí ejerció como instructora, colaboró en el Gabinete de Psicología y en la Oficina de Expedientes Militares, demostrando que la presencia femenina no solo era necesaria, sino también valiosa en todos los ámbitos del cuerpo.
Vocación de servicio y espíritu de sacrificio

Más allá de su papel como instructora, Marisol Hernández participó en la Expo ’92 de Sevilla y fue destinada en misión internacional a Bosnia-Herzegovina, dentro de la operación SFOR de la OTAN, entre enero y junio de 1998. Su participación en aquella misión de paz simbolizó la plena integración de la mujer en todas las funciones de la Guardia Civil, incluidas las de carácter internacional.
A lo largo de su carrera, recibió condecoraciones que acreditan su dedicación y profesionalidad: la Cruz con Distintivo Blanco, la Cruz de Plata y de Bronce a la Constancia en el Servicio y la Medalla de Operaciones de Mantenimiento de Paz. En cada destino, Marisol Hernández representó el espíritu de entrega y disciplina que define a la institución. Pero también la evolución social de un país que, paso a paso, avanzaba hacia la igualdad real.


