A veces un empate sabe a triunfo, y en Kaiserlautern fue exactamente así. Alemania dominó, empujó y cercó el área española, pero allí, bajo palos, se erigió una figura decisiva, un nombre que hoy empuja todas las ilusiones hacia el Metropolitano: Cata Coll. La guardameta mallorquina convirtió una noche complicada en una oportunidad de oro, manteniendo con vida a la selección con intervenciones salvadoras que blindaron el 0-0. Su parada tras parada fue una declaración de poder.
Ahora, con la eliminatoria abierta, España aún tiene todo por ganar. Y el motivo tiene guantes.
Mente fría y tranquila
Días antes de ponerse bajo los focos, Cata Coll ya irradiaba una mezcla difícil de encontrar en un deportista de alto nivel: calma absoluta y hambre competitiva. Reconocía que una final a doble encuentro no era el escenario de sus sueños, pero lo asumía con la naturalidad de quien está preparada para lo que venga. “Una final son 90 o 120 minutos y penaltis si hace falta… no 180”, reflexionaba, defendiendo el encanto de las finales a partido único.
Lejos de esquivar la presión, parecía sentirse cómoda en ella. Sabía que Alemania exigiría al máximo a la defensa y, especialmente, a la portería. “Creo que voy a tener trabajo. Son partidos que me gusta jugar”, advertía con una sonrisa que ya anticipaba responsabilidad y confianza.

Su perspectiva va más allá del presente. A sus 24 años y con un Mundial en la vitrina, asegura que todavía está lejos de su límite. “Aún no estoy en mi prime, estoy en el camino”, decía, dejando abierta una puerta que invita al optimismo: si este es solo el inicio, lo que viene puede ser aún mayor.
Paradas que valen una final
Lo que anticipó en la previa se cumplió con exactitud. Alemania convirtió el área española en un territorio de asedio continuo, pero se topó con una portera que respondió como si cada disparo fuese definitivo. Cata Coll firmó una actuación para enmarcar: reflejos eléctricos, manos firmes y una calma que desactivó cada acercamiento rival. Cada parada fue una bocanada de aire para España, una forma de resistir cuando el partido invitaba al derrumbe.
Su influencia fue tan determinante que la final continúa abierta por su mérito individual. Detuvo un uno contra uno ante Jule Brand con la frialdad de quien elige la decisión correcta en milésimas; frustró varios lanzamientos de Bühl que llevaban la palabra “gol” escrita en la trayectoria; y sostuvo a la defensa cuando las oleadas alemanas parecían imparables.

Hubo momentos en los que el partido tembló y siempre apareció ella. Ataques que parecían sentencias y que desarmó con serenidad adulta. En una noche límite, fue un muro con nombre y guantes.
Confianza dentro y fuera del campo
Lejos del ruido del césped y el foco mediático, Cata Coll reveló una fotografía del vestuario español que explica parte del éxito colectivo: armonía, conexión y un equilibrio generacional que se complementa. Señaló la importancia de las veteranas como pilares, el impulso de la juventud y la relación cercana con compañeras como Claudia Pina, reflejo de un grupo compacto que compite desde dentro hacia fuera.

La portera, además, afronta los grandes escenarios con un aplomo poco común. Incluso ante el escenario más tenso (una posible tanda de penaltis) mantiene el gesto firme. “No se me da mal, y además el portero no tiene nada que perder”, resumía sin dramatismos. Esa actitud resume su perfil competitivo: valentía tranquila, determinación sin ruido, liderazgo natural sin necesidad de estridencia.
No busca protagonismo, lo provoca con hechos. No presume de carácter, lo demuestra bajo palos.
Final abierta en el Metropolitano
La eliminatoria llega al Metropolitano con la tensión intacta y un detalle decisivo: España sigue en pie. No fue una exhibición colectiva, pero sí un ejercicio de supervivencia sostenido por una actuación individual descomunal bajo palos. La figura de Cata Coll emerge como el pilar que permite seguir soñando con levantar la Nations League por segunda vez.
Su influencia trasciende las paradas: cambió el relato de la final. La seguridad con la que defendió el marcador invita a creer, a pensar que el título puede quedarse en casa si la vuelta encuentra a una selección más reconocible. Madrid será el escenario definitivo, y el rugido de la grada acompañará a un equipo que viaja con vida gracias al talento y firmeza de su guardameta.
El último capítulo se escribirá en el Metropolitano, con pulsaciones altas, con ambición, con fe. Y en el lugar donde todo se decide, ella estará de nuevo bajo palos, tan serena como letal. España tiene una final. España tiene una posibilidad. Porque Cata Coll la sostuvo.


