Noruega e Italia, dos rivales, un objetivo común y un desenlace opuesto. La Eurocopa 2025 ha dado esta noche el pistoletazo de salida a los cuartos de final de la competición y vaya manera de hacerlo. Con dos selecciones, la noruega y la italiana, que han reflejado lo caras que son unas semifinales de una cita europea. Noruega la última vez que las alcanzó fue en 2013, Italia lo ha vuelto a conseguir 28 años después. El dato habla por sí solo de lo que había en juego para ambos conjuntos en Ginebra.
De ahí que sea entendible el respeto que las 22 jugadoras han llevado por bandera desde el saque inicial. Sin dejar a un lado la ambición y las ganas por acceder al paso previo a la final, sobra decirlo. Pero el miedo a perder pesa a veces más que las ganas de ganar. Y eso se acaba notando en cada jugada, en el plan de juego de cada equipo y en la falta de soltura y desparpajo por parte de las protagonistas.
Si a eso se le suma que las dos selecciones se conocían bien, la realidad no ha distado de lo esperado. A un lado, eso sí, ha quedado todo lo ocurrido en una fase de grupos pletórica para Noruega y de altibajos para Italia. Sobre el papel era complicado señalar una favorita y sobre el césped también ha sido complicado desnivelar la balanza para un lado u otro.
Dominio inerte de Italia
Porque en un partido de máxima igualdad y con las dos selecciones queriendo exponerse lo mínimo posible, encontrar algo diferencial era de suma complejidad. Italia dominaba la posesión y llevaba el peso principal, aunque de poco sirve si ese protagonismo es inerte y no conduce a peligro. De una u otra manera la selección noruega estaba siendo capaz de convertir esa pasividad en “tranquilidad”.
Solo sufría por su flanco derecho, un filón que Italia estaba tratando de explotar. Andrea Soncin, el seleccionador italiano, ya avisaba en la previa que sabían cómo usar sus recursos para sacarles partido. Y ese lateral que defendía Bjelde como podía era el escenario perfecto en el que buscar rédito. Sin embargo, la misión estaba siendo fallida porque las ocasiones brillaban por su ausencia.
Solo Arianna Caruso se animaba a romper esa tónica con su gran llegada al área. Pero la italiana se estrellaba con Fiskerstrand, que salvaba a sus compañeras de la primera gran llegada del partido. Un aviso que, en cambio, no iba a provocar ninguna reacción por parte del cuadro de Gemma Grainger. Noruega seguía desaparecida en combate, en lo que al ataque se refiere, y la gran muestra era el intento de lo que hubiera sido el gol de la Eurocopa por parte de Signe Gaupset al filo del descanso.
¿Quién si no?
La joven revelación de Noruega en los últimos partidos lo intentó desde 40 metros dejando el corazón de las italianas congelado, pero no lo consiguió. Estuvo cerca pero el choque se marchó al descanso igual que había comenzado, con un empate que dejaba todo por decidir para el segundo acto. Algo debía cambiar, el respeto entre ambas no podía ser eterno. Y la vuelta de vestuarios confirmó que lo que se necesitaba era ser valiente y dar un paso al frente.
Y si hay alguien que ejemplifica esa ambición, valentía y afán por ser protagonista es Cristiana Girelli. Un icono para Italia, una leyenda en activo de la “Azzurre” y la nota diferencial del Noruega-Italia. Tan solo cinco minutos después del reinicio era ella la que desnivelaba la balanza. Soncin seguía con su plan de explotar la entrada por las bandas y finalmente encontraba premio. Cabalgada de Cantore, centro raso y allí aparecía Girelli para hacer lo que mejor sabe, anotar goles.
No podía ser otra que la capitana, la referente, la líder. En sus pies está el gol de Italia y en sus goles las aspiraciones para soñar. Suyo es el primer gol de los cuartos de final de la Euro 2025, un tanto que ponía en ventaja a su selección y que obligaba a Noruega a reaccionar si no quería despedirse de Suiza.
Rendirse no es una opción
Rendirse no era una opción para la selección de Gemma Grainger. Cierto es que el golpe recibido dejó noqueadas a las suyas durante un buen rato, pero Italia no pudo hacer sangre y dejó abierto el partido. Y eso, ante una selección que venía de firmar un pleno de triunfos en la fase de grupos, era arriesgar demasiado. Y normalmente cuando arriesgas mucho lo acabas pagando.
Levantadas del letargo del gol encajado, Noruega volvía a encender su maquinaria en una acción con polémica. Una falta lateral acababa en penalti de Linari sobre Hegerberg a pesar de que la capitana noruega parecía estar en fuera de juego. No pensaron lo mismo ni en el VAR ni el campo, así que el cuadro nórdico tenía en su mano igualarlo todo. Pero en el fútbol no hay que dar nada por seguro ni en los penaltis.
La propia Hegerberg tomaba la responsabilidad con el fallo ante Suiza en la retina. Una oportunidad para redimirse… que se quedaba en el limbo. La futbolista noruega volvía a mandarla fuera, de no creer. Manos a la cabeza que, caprichoso este deporte, iban a ser minutos más tarde brazos al cielo. Mjelde filtraba un pase al hueco y la propia Hegerberg se adelantaba a todas para poner el empate con la puntera de su bota.
Ada Hegerberg celebrando el gol del empate / Fuente: @weuro2025
Un gol para la historia de Italia
Que el partido volviera a estar empatado no era sinónimo de que la fiesta había acabado. Sí que volvía a ser palpable el respeto que habían mostrado en el inicio ambas selecciones. Nadie quería irse a casa y ese miedo era cada vez mayor. Pero ahí, en ese contexto en el que la jerarquía y la experiencia son un máster que no está al alcance de todas, volvía a aparecer ella.
Cristiana Girelli, sobre la bocina, para hacer historia y para devolver a Italia a las semifinales de una Eurocopa 28 años después. Cuando todo apuntaba a que se iba a vivir una prórroga, volvía a emerger su figura. La de una futbolista que ama lo que hace, que no se cansa de correr, que sigue ligada al fútbol a sus 35 años… Y que reúne todas las características que necesita una heroína.
Si sus botas abrían el marcador, su cabeza ponía la guinda. Un centro al área y allí, con el olfato goleador de la que lleva haciendo lo mismo toda la vida, estaba ella. Un remate inapelable, un gol para mandar a Noruega de vuelta a casa y un tanto que prolonga el sueño de Italia. Soncin lo sabía, necesitaba de los goles de su capitana y ella, la líder de un vestuario y de un país entero, ha cumplido con creces.