Julia Faure, la rebelde de la moda que lucha contra el ‘fast fashion’

Esta rompedora empresaria quiere cambiar el mundo de la moda en Francia. Sus clientes, que pagan 25 euros por una camiseta en algodón bio y son informados de cómo la marca trabaja. "El interés general, sí, incluye a la ecología”, señala

Julia Faure, cofundadora de la marca de ropa Loom. Romy Alizée

Sin rebajas, sin publicidad, sin nuevas colecciones. Así es el plan de negocios de la exitosa tienda de ropa ética de Julia Faure, una rompedora empresaria que dice tener muy claro su propósito: quiere cambiar el mundo de la moda en Francia. Y lo está haciendo. La ‘boutique’, en el coqueto barrio del Marais, luce en la entrada el siguiente lema: “Comprar menos. Producir mejor”. Sus clientes, que pagan 25 euros por una camiseta en algodón bio, son informados del origen de los materiales y de cada una de las fábricas con las que la marca trabaja. Los números hablan por sí mismos. La empresa ha tenido un 30% más de ingresos en 2024 respecto a 2023, hasta los 4,5 millones.

Pero Faure, visionaria y defensora de lo Made in France, piensa a lo grande. Una pequeña empresa sola no consigue cambiar el sistema y luchar contra la ‘fast fashion’, importada de países con poca o ninguna atención a derechos laborales y ambientales. Por eso actúa en otras frentes. Encabezando dos entidades patronales que luchan por reglas de juego más justas y ecorresponsables, Faure presionó a que se llevase a plenario una ley histórica, de las manos de Horizons (centro-derecha), aprobada por unanimidad en la Asamblea el marzo de 2024, para regular y penalizar la fast fashion. De ser aprobada en el Senado, sería pionera en Europa y con un posible efecto cascada. Su futuro, sin embargo, corre peligro. ¿El enemigo? El lobby de los intereses chinos.

La empresaria Julia Faure desafía la corriente de la industria textil.

“Resulta que esta ley todavía no está en la agenda del Senado, y eso a pesar de que fue aprobada por unanimidad en la Asamblea. Desde entonces el lobby de China, el gigante de la moda ultrarrápida, se intensificó muchísimo”, afirmó la empresaria de 36 años en entrevista con Artículo 14. En la “punta del iceberg” de un intenso lobby, Faure denuncia la presión a Francia y a la Unión Europea por medio de un comisario europeo y dos ex ministros franceses, sin dar más detalles. Los intereses en juego son muchos. La china Shein, referencia en el segmento, ofrece al cliente más de 470.000 productos diferentes en su página web. Son más de 7.200 nuevos modelos de prendas cada día, que incitan a la moda del ‘usar y tirar’. Con una producción a bajos costes y precios finales imbatibles, la empresa registró un aumento en sus ventas de un 900% en sólo tres años.

El texto que ahora está en manos del Senado francés, destinado a “reducir el impacto ambiental de la industria textil”, propone tres cambios: prohibir la publicidad de ropas rebajadas, definir un techo para el número de referencias puestas a venta y penalizar la moda ultrarrápida con hasta 10 euros por artículo, para hacerlas menos atractivas.

“Europa solo tiene que ganar con esta reglamentación. Algunos países, incluso más: España, Portugal, Italia, Alemania, Suiza”, donde todavía hay industria textil. Porque el low-cost, en realidad, costó mucho al medioambiente, pero también a la economía. Desde los años 1980 la producción textil ha doblado en Francia, mientras que los precios se han dividido por tres. El resultado es la supresión de más de 300.000 empleos en el sector.

Julia Faure apuesta por una producción sostenible, desde el punto de vista medioambiental y social.

La industria textil y de la moda, responsable por la puesta a venta de 100.000 millones de nuevas prendas al año en el mundo, también genera un 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero, además de la contaminación del suelo y del agua, con la consiguiente destrucción de la biodiversidad.

¿Y sobre la moda del lujo, con sus precios exorbitantes, muy alejados de los de la fast fashion? “Lo sorprendente, de hecho, es que el sector del lujo no haya apoyado especialmente esta ley. Y es que el lujo francés depende mucho de las exportaciones. Según los rumores, el sector no quiere realmente afrontar a China y que ella tome medidas de represalias”, lamenta Faure. Los grupos de lujo (LVMH, L’Óreal, Kering y Hermès) tienen en el gigante asiático uno de sus grandes mercados.

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Aparte de lo que supone esta ley, el sector del lujo también ha hecho escuchar su descontento. En un periodo en el que el Gobierno de François Bayrou -el cuarto primer-ministro en un año, sin mayoría absoluta- intenta enderezar la deuda francesa y pide esfuerzos colectivos, la idea de aumentar (temporalmente) los impuestos a las grandes empresas le pareció a Bernard Arnault, uno de los hombres más ricos del mundo, “una ducha fría”. El dueño del conglomerado LVMH (que controla marcas como Louis Vuitton) plantó cara fea y afirmó que la medida “conduce a la deslocalizazión”, en ton amenazante. El magnate acaba de volver encantado con “el clima de optimismo” en los Estados Unidos de Trump, con una prometida bajada de impuesto de un 15%.

Algo que enfurece a Faure: “La economía debe estar a servicio del interés general, y no de algunos ricos empresarios. Y el interés general, sí, incluye a la ecología”. Para la ingeniera agrónoma, no se trata de una frase de impacto, sino de realismo. “Si no hacemos nada ahora, nos faltará materia prima, mano de obra, nos faltará todo, ya sea por el maltrato del medioambiente o por la desindustrialización”.

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