Cada año, el Día de la Almudena detiene el pulso de Madrid. Las oficinas bajan la persiana, los colegios cierran sus puertas y el bullicio habitual del tráfico cede ante el murmullo de las procesiones y el aroma del roscón que lleva su nombre: la Corona de la Almudena. Pero detrás de esta jornada de descanso hay una historia milenaria que mezcla fe, leyenda y la identidad más profunda de la capital española.
La leyenda de la Virgen escondida en la muralla
El origen del Día de la Almudena se remonta al año 1085, cuando el rey Alfonso VI reconquistó Madrid tras siglos de dominio musulmán. Según la tradición, los habitantes cristianos habían escondido una imagen de la Virgen María dentro de la muralla árabe para protegerla de los invasores. Siglos después, al recuperar la ciudad, los madrileños organizaron una procesión para buscarla.
La leyenda cuenta que, al pasar junto a una torre de la muralla, las piedras se derrumbaron repentinamente, dejando al descubierto la imagen intacta, rodeada de dos cirios encendidos que —milagrosamente— seguían ardiendo. Desde entonces, la Virgen fue llamada Santa María de la Almudena, por derivación del término árabe al-mudayna, que significa “ciudadela”. Aquella historia quedó grabada en la memoria popular como símbolo de fe y de renacimiento.
La patrona de Madrid y el 9 de noviembre
El Día de la Almudena se celebra cada 9 de noviembre, en conmemoración de aquel hallazgo legendario. Sin embargo, este 2025 el festivo se ha trasladado al lunes 10, ya que el 9 cae en domingo. Desde que el papa Pío X proclamó oficialmente a la Virgen de la Almudena patrona de Madrid en 1908, la fecha se mantiene como una de las más queridas por los madrileños.
Más allá de su raíz religiosa, el Día de la Almudena es una jornada que refleja la unión entre lo sagrado y lo cotidiano. Las familias acuden a la Catedral de la Almudena, frente al Palacio Real, donde se celebra la misa principal. Después, la imagen de la Virgen sale en procesión por las calles del centro histórico, seguida por autoridades, cofradías, bandas de música y miles de fieles que acompañan el paso con flores y cánticos.
Tradición, devoción y sabor
La celebración del Día de la Almudena no se entiende sin su lado popular. En los barrios, los madrileños se reúnen para compartir la tradicional “Corona de la Almudena”, un dulce circular con frutas escarchadas, similar al roscón de Reyes pero con un origen distinto. Se dice que representa la corona celestial de la Virgen, y en muchas pastelerías es el producto estrella de la semana.
A ello se suman las ofrendas florales, los bailes castizos y las actividades organizadas por el Ayuntamiento de Madrid, que transforman el centro en un mosaico de colores y música. Es una fecha en la que la ciudad recuerda que, pese a su ritmo vertiginoso, aún conserva una esencia antigua, una raíz que la conecta con su pasado más remoto.

