Hay lugares en España donde la historia parece haberse detenido sin hacer ruido, esperando a que alguien la descubra. Pastrana, en la provincia de Guadalajara, es uno de esos rincones que sorprenden por su riqueza monumental, su patrimonio único y una oferta natural inesperada. A pesar de encontrarse a tan solo una hora de Madrid, esta localidad permanece al margen de las rutas turísticas más transitadas. Eso la convierte en una auténtica joya por descubrir.
En Pastrana conviven armoniosamente tres elementos que no suelen encontrarse juntos. Un majestuoso castillo medieval con ecos renacentistas. Una playa fluvial acondicionada entre las colinas de la Alcarria. Y el único yacimiento visigodo visitable de toda la Península. Cada uno de estos tesoros por separado justificaría una escapada. Pero juntos hacen de esta localidad un destino irrepetible.
El Palacio Ducal: corazón monumental de Pastrana
El emblema más reconocido de Pastrana es su imponente Palacio Ducal, antigua fortaleza medieval reconvertida en residencia nobiliaria durante el siglo XVI. Su arquitectura sobria y elegante domina el casco antiguo, y sus muros encierran algunos de los episodios más fascinantes de la historia de España. Allí vivió Ana de Mendoza, la mítica princesa de Éboli, conocida por su inteligencia, su temperamento y el parche que cubría su ojo derecho.

Este edificio monumental, que forma parte del patrimonio histórico de Pastrana, puede visitarse a través de recorridos guiados que exploran sus salones, patios, escalinatas y hasta sus lúgubres mazmorras. Además, el palacio alberga exposiciones temporales y actividades culturales que enriquecen la vida del municipio. Caminar por sus estancias es también un viaje a las intrigas cortesanas del Siglo de Oro.
Bolarque: la playa secreta de la Alcarria
Quienes piensen que Pastrana es solo piedra e historia se equivocan. A escasos veinte minutos en coche, se encuentra la conocida como playa de Bolarque, un espacio natural que desafía todos los tópicos. Enclavada entre montes y aguas tranquilas, esta zona de baño ofrece arena, sombrillas, un chiringuito y múltiples actividades acuáticas como kayak o paddle surf. No es un capricho artificial, sino una adaptación de un embalse en un entorno de gran valor paisajístico.

Para los habitantes de Pastrana y de la comarca, Bolarque es un rincón habitual en los días de calor, pero para el visitante foráneo es un hallazgo inesperado. La estampa de esta playa rodeada de vegetación, con colinas al fondo y el silencio roto solo por el chapoteo del agua, convierte el baño en una experiencia singular. También es un enclave ideal para la fotografía, la ornitología o simplemente para sentarse a ver caer el sol sobre el embalse.
Recópolis: la ciudad visigoda que resiste al tiempo
Pero si hay un rasgo verdaderamente único en Pastrana, es la proximidad del Parque Arqueológico de Recópolis, el único yacimiento visigodo visitable de toda la Península Ibérica. Fundada en el siglo VI por el rey Leovigildo y bautizada en honor a su hijo Recaredo, esta ciudad visigoda fue uno de los centros políticos y administrativos más importantes del reino godo antes de la llegada musulmana.

El visitante puede pasear entre los restos de murallas, calles empedradas, viviendas, almacenes y una impresionante basílica paleocristiana. El centro de interpretación complementa la visita con una reconstrucción didáctica de la vida cotidiana visigoda. Estar allí, en el corazón de Pastrana, contemplando lo que queda de una ciudad con más de mil cuatrocientos años de historia, es una experiencia profundamente conmovedora.