En pleno corazón de La Rioja, alejado del estruendo del turismo masivo y de los focos mediáticos que iluminan otros pueblos más conocidos de la región, se alza Sorzano. Un pequeño municipio de poco más de 250 habitantes que ha logrado resistir al paso del tiempo.
Mientras muchas localidades reinventan sus tradiciones para atraer visitantes, Sorzano se mantiene fiel a las suyas. Como si el tiempo hubiera decidido detenerse entre sus calles empedradas, sus casas de piedra rojiza y los robles que custodian sus márgenes.
Sorzano es, en muchos sentidos, una rareza. No tiene grandes hoteles ni restaurantes de moda. No hay rutas gourmet ni catas de vino organizadas cada fin de semana. Tampoco hay hordas de excursionistas recorriendo sus caminos. Lo que sí tiene, sin embargo, es algo mucho más valioso: una tradición ancestral que se repite cada primavera y que ningún algoritmo turístico ha logrado desvirtuar.
La procesión de las cien doncellas: un rito entre lo sagrado y lo simbólico
Cada tercer domingo de mayo, Sorzano se transforma. Sus calles se llenan de silencio expectante. Un centenar de jóvenes —las llamadas “cien doncellas”— se visten de blanco y caminan en procesión por el bosque. Portan en sus manos ramos de acebo decorados con flores de papel, símbolo de pureza y fertilidad, y avanzan en silencio por un sendero que asciende suavemente hasta la ermita de la Virgen del Roble. Un santuario perdido entre la espesura de un monte donde el rumor del viento parece susurrar oraciones antiguas.
@albeldadeiregua Procesión de las 100 doncellas de Sorzano 19/05/2024 https://photos.app.goo.gl/Qy134py6KApMeCzx5 https://youtu.be/wGAy9mx8amc
La procesión de las cien doncellas es la joya secreta de Sorzano. Un rito que, aunque tiene forma religiosa, hunde sus raíces en creencias precristianas ligadas al ciclo de la naturaleza, a la fecundidad de la tierra y al poder protector de los árboles sagrados.
El acebo, el blanco de las vestiduras, el carácter comunitario del desfile y la llegada al roble donde se venera a la Virgen hablan de una espiritualidad que ha sobrevivido al paso de los siglos sin necesidad de folclore ni de escaparates turísticos.
Una virgen entre robles, dos ermitas y un misterio
En la parte más alta del bosque de Sorzano, la ermita del Roble se alza como un pequeño templo natural, donde se venera a una virgen que, según la tradición, fue hallada bajo las ramas de un roble. La imagen fue llevada en varias ocasiones al pueblo, pero siempre volvía sola al bosque. Así nació la devoción a la Virgen del Roble. Una figura que no solo protege los campos y las cosechas, sino también la memoria y la identidad del lugar.

El día de la procesión, se celebra allí una misa al aire libre en la que se colocan dos imágenes: la Virgen del Roble, que permanece durante todo el año en la ermita, y la Virgen de la Hermedaña, traída desde la iglesia parroquial de Sorzano.
Juntas representan el encuentro entre lo rural y lo espiritual, entre el monte y el pueblo, entre la fe y la tierra. Tras la misa, la comitiva regresa, y el aire se llena de caramelos lanzados desde el balcón del Ayuntamiento. Una lluvia dulce que simboliza la bendición sobre el pueblo.