SEX O NO SEX

“A nadie le gusta mi nueva pareja”, ¿debería importarnos la opinión de los demás?

Implicar a los amigos y familiares en la búsqueda o aprobación de una nueva relación es sano y algo muy común, pero ¿dónde ponemos el límite?

'La joya de la familia' (Thomas Bezucha, 2005)

El hermano pequeño, el que siempre fue el más follonero de la familia, llega a la cena de Nochebuena con su nueva pareja. “Más seca que el palo de la escoba”, masculla su futura suegra en la cocina. “Tendrá ella mucho que hablar, si cambió a su santo esposo por un bocazas. No hemos sacado las botellas y ya va fino”, reprocha mordiéndose la lengua una de sus nueras. En fin… el Belén de todos los años en muchas casas, con una particularidad: la llegada de un nuevo miembro. ¿Deberíamos intervenir antes de que la relación avance?

Qué fácil lo pone el cine con aquello de hablar ahora o callar para siempre, una fórmula peliculera que sube la tensión durante la ceremonia nupcial, pero resolutiva. Mejor no imaginar cuántas bodas se detendrían a tiempo si el juez o el sacerdote tuviesen tal potestad. Históricamente, sí hubo algún momento en el que aparecía algo así en la liturgia matrimonial para garantizar que se cumplían algunos de los imperativos de la época, como la virginidad de la novia o el pago de la dote por parte del padre.

De allí vienen las llamadas amonestaciones, que todavía se celebran en algunas diócesis católicas. Consisten en la lectura o publicación, durante las tres semanas anteriores a la boda, del compromiso nupcial, por si alguien tuviese algo que objetar. Ahora es puro trámite, pero hace décadas salían a relucir problemas de herencias, sexo prematrimonial, parentescos desconocidos e incluso antecedentes de impotencia sin cura que impedían procrear.

Todo esto tan entretenido que nos suena arcaico encuentra hoy su versión en algo tan prosaico como la aplicación de citas Tinder, de manera que, desde el sofá de casa, alguien puede alzar la mano y exponer sus propios peros a los candidatos de un familiar o un amigo. Esta popular plataforma ideó hace un año la llamada Matchmaker, una nueva herramienta de aprobación dirigida a los seres queridos para que, siguiendo los usos modernos, rubriquen eso de hablar ahora o callar para siempre.

‘La joya de la familia’ (Thomas Bezucha, 2005)

Lo que la aplicación viene a decir es que el amor no es solo cosa de dos. Con la intención de salvaguardar la futura felicidad y el bienestar emocional de ese allegado que busca pareja y evitar cualquier atadura que le pueda perjudicar, Tinder da un tiempo de 24 horas a quince familiares o amigos para examinar a los pretendientes. Pueden ver sus perfiles y hacer sugerencias sin necesidad de tener una cuenta propia, pero no enviar mensajes.

Digamos que actúan como jueces virtuales que, con sus notas marginales, levantan acta a partir de sus impresiones. El implicado podrá luego escuchar (más bien leer) a todas las partes y tomar su propia decisión. Es un riesgo involucrar a tu círculo de tu confianza en la búsqueda de pareja, pero ¿de verdad debería importar la opinión de quienes más te quieren cuando ya existe una ilusión?

La pareja es una de esas cosas que nos definen y determinan nuestra felicidad, armonía vital o nivel de satisfacción. Cuando ya arrastramos un historial sentimental, un nuevo romance se convierte en un verdadero reto emocional y logístico. ¿Cómo encajarla en un hogar con hijos o en una vida en la que los amigos ocupan un lugar primordial o hay padres mayores a los que cuidar? Lo que no se puede es entrar en el amor como elefante en una cacharrería, como si la familia fuese un batiburrillo. Esta es una de las conclusiones que podemos extraer de todos estos intentos históricos de comprometer al entorno en un romance que empieza a gestarse.

‘La joya de la familia’ (Thomas Bezucha, 2005)

Para muestra, el dato de divorcios: un 50% más alto en segundos matrimonios donde se aportan hijos. Demasiadas tribus bajo un mismo techo y no siempre se respeta el tiempo que requiere cada miembro para acostumbrarse a alguien extraño. No se puede imponer el cariño y pensar que todo funcionará de forma natural equivale a usar un plano de Madrid para pasear por París.

Interviene también el factor de la repetición de patrón. Es decir, caer una y mil veces en la piedra. Es algo que conoce de sobra el círculo más íntimo. ¿Es mejor hablar o callar para siempre? Entre la censura y el silencio, está el término medio, siempre más prudente, que es la advertencia desde el cariño. Si el amigo, hijo, nieto o hermano repite patrón fijándose en una persona que le va a llevar al mismo punto de partida de decepción o conflicto que ya vivió, más vale ayudarle a gana confianza en sí mismo para que no vuelva a poner su felicidad en manos de quien no le conviene. En este sentido, propuestas como la de Tinder pueden ser estupendas para que amplíe su horizonte, en lugar de plantarse en un único perfil que de antemano se sabe que le hará infeliz.

La psicoterapeuta Sarah Louise Ryan, casamentera internacional, trabaja con solteros y parejas desde hace más de 14 años y ha comprobado que la implicación de los amigos y familiares en la búsqueda de una nueva relación es mucho más habitual de lo que pensamos. Más del 75% de las personas solteras encuestadas por Tinder hablan de sus citas y de su vida sentimental con amigos varias veces al mes. “Externalizar la búsqueda del amor no es un concepto extraño”, dice.

Ryan lo encuentra positivo por esa perspectiva objetiva que pueden ofrecer en la valoración de un pretendiente, si bien advierte del riesgo de confusión cuando se produce un exceso de opiniones o las críticas son poco ecuánimes. Coincide con un estudio publicado por la investigadora californiana René Dailey en la revista Journal of Family Psychology, cuya conclusión principal es que la falta de apoyo por parte de las amistades puede afectar negativamente a una relación romántica. Al final, la última palabra la tiene uno mismo y a veces lo que hay que replantearse es si ponemos el mismo cuidado en la elección de los amigos.

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