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Cerámica, punto de cruz, bordados, encuadernación y orfebrería: así son los hobbies que más triunfan

Como consecuencia de la hiperconectividad, oficios que durante décadas se asociaron a lo doméstico, lo antiguo o lo “no profesional” se han convertido en la nueva vía de escape

Sara Peláez, responsable de Social Media en una agencia de publicidad y residente en Madrid, empezó a bordar en la pandemia. “Por casualidad, durante la cuarentena me reencontré con los proyectos de punto de cruz de mi infancia (¡el punto de cruz se puso muy de moda a principios de los 2000, que conste!)”, recuerda. “Quise retomarlos para entretenerme en esos días tan grises, y una cosa llevó a la otra. Decidí sacar la frustración bordando frases un poco hater y muchas flores”, explica la malagueña, detrás del proyecto de Trece Cross Stitch (@trecexcrosstich). “Aprendí de manera autodidacta, echando muchas horas, con tutoriales de YouTube y muchas visitas a Pinterest”, reconoce. “Es un hobby que no he dejado de disfrutar desde entonces y que me sirve para desconectar, relajarme y, sobre todo, reconectar con el momento presente en temporadas de mucho estrés laboral, algo mucho más habitual de lo que me gustaría…”.

En un mundo hiperconectado, donde cada gesto parece exigir una notificación y cada minuto se mide en productividad, se ha producido una consecuencia inversamente proporcional: una vuelta a lo analógico, casi como un clamor popular. Tantas horas frente al ordenador, notificaciones de móvil o momentos muertos de scroll down han provocado una demanda para volver a lo pausado, y, sobre todo, a lo analógico. “En mi caso, tener un hobby alejado del entorno online viene de la pura necesidad de desconexión. Trabajo en una agencia de publicidad, coordinando un departamento de Social Media e Influencer marketing y lo último que me apetece al terminar de trabajar es seguir delante de un móvil o un ordenador”, cuenta Peláez.

Frente a lo volátil de las relaciones detrás de los hábitos adquiridos que produce el uso de la tecnología , y los, cada vez más acusados, cambios en las relaciones sociales (representadas en fenómenos sociales etiquetados bajo conceptos las relaciones líquidas, el brain rott o una dificultad cada vez mayor para quedar en persona), la generación milenial es una de las que mejor ha abrazado la tendencia de la desvitalización como necesidad. “Soy consciente de lo intangible del mundo en el que nos movemos hoy día, en todos los sentidos, por eso en mi vida personal necesito ‘cosas’ que pueda tocar; ver caras, desvirtualizar relaciones, para conseguir un equilibrio. Sentarme a pensar y bordar un proyecto me sirve para estar presente, para no sobrepensar”, dice Peláez. 

Así, lo que podría parecer un hobby pasajero o una moda puramente estética es, en realidad, parte de una transformación cultural profunda. “También me gusta la sensación de crear algo con mis propias manos, de manera artesanal de principio a fin. Imagino que a otras muchas personas les ocurrirá lo mismo… ¡No nos mires, únete!”, insta la creadora de bordados.

Al igual que ocurre con el bordado, el ganchillo o el punto de cruz, otras materias ligadas a la artesanía y a la herencia cultural española están recobrando fuerza. Es el caso de la bisutería, orfebrería y el diseño de piezas a mano a base de técnicas tradicionales, que cada vez cuentan con más iniciativas de formación en ciudades de toda la península. Muchas de ellas, también contienen como aliciente la promesa de ser propuestas de ocio creativo, escapatorias del mundo digital o nuevas forma de emprendimiento artesanal. 

Es el caso de la cerámica, y a pesar de que no existen datos públicos consolidados, su oferta ha florecido notablemente en ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, gracias a nombres de ceramistas que suenan fuerte en las tendencias de marcas como Loewe o en las mesas de estrellas de los restaurantes con estrella Michelin. Es el caso de los internacionales Bernard Leach, Lucie Rie, Hans Coper o Shoji Hamada, pero también de Paco Ortí, Gregorio Peño, Claudio Casanovas o la coreana y residente en Madrid Joo Hyun Baek, que perfeccionó esta disciplina en Alcalá de Henares.

Como consecuencia, muchos están redescubriendo la paciencia como condición sine quanum para practicar actividades como esta. “Estoy muy contenta; hace que sea mucho más paciente con el proceso de creación, el de la arcilla y el mío propio”, dice una usuaria que empezó cerámica con Matx Ceramics. Este centro-tienda, que tiene su sede en Boadilla del Monte (Madrid) ofrece talleres monográficos o privados, clases conjuntas, la posibilidad de hacer solo la parte de la pintura y esmaltado sobre cerámica y hasta talleres de team builing para los equipos de marcas y empresas. “Siento que, lo que al principio era un reto, ahora se ha convertido en una afición donde noto que progreso mucho de una clase a otra. La semana pasada, hice unos pendientes, algo que nunca pensé en diseñar, esmaltar y terminar yo, y que además espero regalar esta Navidad” dice Laura, otra alumna que empezó en las clases desde algo más de un año.

No obstante, y según datos recientes del sector, las categorías de DIY y artesanía tienen una mayor demanda dentro del e-commerce, por lo que, a efectos prácticos, la actividad se comienza (y da forma) en persona pero se comunica (y finaliza) online. A efectos prácticos, esto también facilita que pequeños productores y creadores moneticen sus piezas gracias a la visibilidad en redes y la eficacia de la venta online (especialmente a partir del crecimiento de plataformas como Shopify, que permiten a los creadores independientes mayor independencia).

Sin embargo, y aunque este proceso ha ayudado ante la idea de “profesionalizar” estos hobbies, estos siguen teniendo su hábitat natural fuera de la red y, sobre todo, persiguiendo precisamente lo que una gran mayoría ansía (cada vez más) a diario: estar más de una hora sin mirar el teléfono móvil.

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