En el filme retro-futurista de Spike Jonze Her (2013), el personaje de Joaquin Phoenix (Theodore) se enamora de su IA, Samantha (a la que pone voz Scarlett Johansson) que, aparentemente, contiene todas las características para ser una una persona real en la abstracción (emoción, interacción, criterio, gusto…) menos la capacidad del tacto y el olfato. Este último sentido es tan crucial que no solo gestiona nuestras emociones y la memoria (está conectado al sistema límbico cerebral) sino que ambos crean vínculos afectivos y emocionales, pudiendo afectar altamente nuestra motivación y, en última instancia, calidad de vida.
De hecho, algunos expertos coinciden en que el olfato influye en la identidad mucho más profundamente de lo que parece, pudiendo formar parte en la construcción de quiénes somos, cómo nos sentimos y cómo nos relacionamos. Quizá esta sea una de las razones por las que, en el mundo de los perfumistas, el olor actúa como nuestra firma invisible y, en consecuencia, la elección del perfume sea un “acto identitario”.

Rachel Herz, neurocientífica y especialista en olfato, ha escrito sobre este poder debido a su conexión directa con la amígdala y el hipocampo (que canalizan las emociones y memoria, respectivamente). Por ello, Herz argumenta que los “recuerdos olfativos son más vívidos y duraderos que los visuales o auditivos”.
Precisamente, y denotando el vínculo con un estilo de vida cada vez más prefabricado, rápido y, en cierto modo, “frío”, ha habido un auge de un tiempo a esta parte en perfumes con notas industriales, metálicas y hasta que sugieren componentes mecánicos, tal y como publicaba el medio británico Dazed hace unos días. Esta tendencia va en contra de los perfumes gourmand más tradicionales, en la línea de aromas dulces (como la vainilla, el caramelo, o los pasteles…) que parecen haber dominado las tendencias por goleada, hasta hoy. Prueba de ello son los hashtags como #metallicperfume o #industrialfragrance que localizan esta tendencia en redes como TikTok o Instagram.

Dentro de la psicología del consumo, la estadounidense Pamela Dalton (del centro de investigación Monell Centre) explica que la elección de las fragancias pasa por nuestro motto de querer comunicar quién queremos ser. En la proyección de esa idea, encontramos los perfumes como “herramientas identitarias, al igual que la ropa o el estilo”, defiende Dalton. Precisamente, el sector de la moda ya sacudió algunas de esas ideas, no solo a nivel sartorial (McQueen o Coperni son algunos de los ejemplos más icónicos), sino también como objeto de deseo.
Así, en su división de belleza, marcas como Tom Ford, Viktor & Rolf o Dries Van Noten han lanzado (o están ya en proceso de hacerlo) fragancias en esta línea: Spicebomb Metallic Musk (Viktor & Rolf), Tom Ford Metalique o Hermès H24, entre otros. Pero también marcas más alternativas, como Byredo, y su perfume Animalique de Byredo, o Radio Bombay, de DS & Durga, y que atienden a criterios como “sudor, metal, cuero brillante y gas” (en el caso de la primera) o una sensación más “mecánica y analógica” en el caso del leit motiv detrás de la segunda.

Por su parte, Tom Ford apela a la figura del ciborg desde una estética olfativa y visual que fusiona lo humano con lo tecnológico, siguiendo su ángulo siempre visionario y pragmático. Así, con este último lanzamiento, la marca del diseñador apuesta por un futurismo elegante a base de la mezcla de aldehídos metálicos, vainilla fría y flores casi sintéticas para evocar un “cuerpo-máquina” pulido y preciso. En línea con su universo visual y provocador, elementos como el cuero brillante, los cromados y un deliberado erotismo tecnológico cobran especial protagonismo.
En el caso de Spicebomb Metallic Musk exploran un dispositivo más emocionalmente industrial, recreando (literalmente) la sensación de “acero caliente, electricidad estática y maquinaria ardiente”. Una sensación cuya tensión transmiten sus envases en forma de granada, reforzando la idea creativa de Viktor&Rolf de la importancia del cuerpo-arma, cuerpo-energía.
Además de abrazar una nueva sensualidad (generalmente, desde un punto unisex), estos olores metálicos también se atribuyen al reflejo de un mundo cada vez más tecnológico, industrial y “clínico”, en el sentido de sentirse “parte máquina” pero también donde lo sintético se vuelve estéticamente atractivo. Aunque el hecho de buscar esa “armadura olfativa” que citan algunos de los nariz más respectados sector no elude otros componentes; es más, se refiere a una cierta “textura” e incluso peso en la fragancia. Ese contraste entre materiales, junto con el uso más creativo de compuestos aromáticos en esta búsqueda, puede dar como resultado una sensación de “acero”.

Es el caso particular del almizcle, un componente altamente poderoso sobre las feromonas, o el cashmeran (un almizcle más suave), que reequilibran la tensión del resto de ingredientes creando una tensión controlada y una intimidad diferente. Así, tal y como explica la periodista británica Ellie Mae-Hammond, “esa tensión entre lo duro del metal y lo humano de la piel y el sudor es parte del atractivo de esta nueva ola de la estética olfativa”. Se trata de un desplazamiento del ‘gourmand’ hacia un futurismo cada vez más real y post-humano, en una dialéctica que convierte la piel (y el territorio de los deseos) en una decisión tecnológica.
Ya que el olor es parte del “yo narrativo”, y que expresa una identidad elegida, quizá la nueva identidad para algunos sea precisamente esa, la de ironizar la tendencia (o unirse a ella, finalmente) bajo un “Yo, robot”.


