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El hombre detrás de la reina, el legado silencioso de Felipe de Edimburgo

Siempre a la sombra del trono, convirtió su amor por Isabel II en un arte silencioso. Este es el retrato del hombre detrás de la reina, según el fotógrafo de la realeza británica, Arthur Edwards

No todo el mundo puede lograr la hazaña de estar presente sin ser el centro de atención, menos aún en una familia donde las joyas y los protocolos eclipsan hasta los suspiros. Pero Felipe de Edimburgo, marido de Isabel II durante más de siete décadas, tenía una especial habilidad: hacer de su vida un reflejo del amor que sentía por ella. O al menos, eso recuerda el fotógrafo que durante años le siguió la pista a través de las más inverosímiles galas y recepciones de la realeza británica.

Arthur Edwards, fotógrafo de la realeza que pasó décadas documentando la vida de Isabel II y el duque de Edimburgo, acaba de conceder una entrevista en el programa Royal Exclusive de The Sun en la que habla sobre su relación, cuyo matrimonio duró 73 años hasta el fallecimiento del príncipe Felipe el 9 de abril de 2021. Durante la misma, Edwards destacó cómo el duque “renunció a todo para dedicar su vida al servicio de la reina y del país”.

“Durante unas siete décadas, caminó detrás de la reina. Lo hizo con total entrega, hasta que se retiró unos años antes de morir“, ha asegurado Edwards.

Pero quedarse en la sombra no significaba ser invisible; implicaba entender que la vida, cuando se compartía con alguien como Isabel II, era un arte en sí mismo.

A menudo se le veía en segundo plano, sí, pero no era un segundón. Era el tipo que sabía cuándo sonreír en las fotos oficiales y cuándo soltar un chiste en una cena con embajadores para aliviar la tensión. Y eso tiene su mérito. Porque si bien Isabel era la reina de Gran Bretaña y de medio mundo, Felipe era el rey de los silencios oportunos.

Pero si algo tenían ellos dos era una complicidad que trasciende los salones dorados y las cámaras de los paparazzi. Una especie de alianza secreta que no necesitaba palabras, ni declaraciones, ni titulares. El fotógrafo, al recordar esas miradas furtivas entre ellos, lo resume bien: “No se trataba de quién era el jefe en casa; se trataba de quién hacía que todo tuviera sentido”.

Foto de archivo del duque de Edimburgo y la reina Isabel II / EFE

Y quizás ese fue el legado más grande de Felipe, más allá de los jardines que diseñó o de las bromas que hicieron reír incluso a Winston Churchill: ser el hombre que entendió, mejor que nadie, que el amor no necesita luces ni aplausos. Solo necesita un espacio donde ser, y un poco de paciencia para florecer.

En definitiva, fue el hombre que, con toda la elegancia del mundo, hizo del amor un acto de presencia silenciosa y devoción infinita. Y eso, no lo consigue cualquiera.

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