La vida les dio los hilos necesarios para tejer su propia jaula dorada y a punto estuvieron de quedar atrapadas en ella. Elizabeth Taylor, en la belleza fatal; Taylor Swift, en el ideal virginal de mujer soñadora y soñada. Sin embargo, las dos conquistaron la libertad de definirse más allá de las miradas y, catorce años después de la muerte de la actriz, la cantante la ha infiltrado en su música a través del segundo sencillo de su duodécimo álbum de estudio, The life of a showgirl (La vida de una corista), que verá la luz el 3 de octubre.
No es la primera canción que la intérprete estadounidense dedica a la estrella de Hollywood, pero vuelve a ella porque sabe que sus vidas obsesionan casi por igual en el imaginario cultural. Elizabeth lo habría hecho igualmente si hubiese sido su coetánea. Arrastrarían juntas el peso de esa obsesión y su misma incapacidad para recluirse en su propia intimidad y contener el grito cuando les presionan en sus heridas. Al desenterrar el mito, la cantante construye algo mucho más revolucionario. La integra en su narrativa y le da la oportunidad de ser comprendida como un ser humano, con sus pensamientos y su propia fuerza.
“Vagancia erótica”
Taylor le devuelve a Elizabeth la voz y un relato que llega acompañado de un nuevo elogio. La actriz fue una niña prodigio, demasiado precoz, y en su magnetismo casi felino asomaba, bajo la mirada masculina, la mujer salvaje. De novia soñada fue ascendiendo a musa del deseo masculino proyectando un poder que trascendía la pantalla.
Ejemplo de ello fueron su papel en Cleopatra, sus matrimonios tempestuosos o su relación con Richard Burton, bautizada por el mismísimo Vaticano como “vagancia erótica”. Se construyó sobre ella el arquetipo de mujer poderosa, rebelde a la moral de la época, transgresora y dueña de sus pasiones. Murió como un icono, protegida por el público y venerada como una diva revestida de joyas y glamour, símbolos de su identidad.
No es extraño que la cantante haya tomado como espejo a Elizabeth Taylor. Ella fue la primera gran influencer, mucho antes de Instagram. La biografía autorizada que publicó en 2022 Kate Anderson Brower habla de un historial que deja sin aliento: ocho bodas, siete maridos, pasiones televisadas e incontables hombres que se rindieron a los ojos de color violeta más fascinantes de Hollywood.
Incluso su consumo de pastillas y alcohol se consideró incompatible con la vida en cualquier otro ser humano. Su nuera descubrió que tres médicos llegaron a prescribirle un total de mil fármacos entre 1983 y 1988. Murió antes de cumplir 80 años por una insuficiencia cardiaca.
Del Hollywood dorado a la narrativa digital en tiempo real de Swift hay un paso muy corto, a pesar de la distancia entre ellas. Hoy es la cultura del fandom y los álbumes los que se convierten en tesoros emocionales para una generación. Con seis décadas de diferencia, han sido las mujeres más famosas del mundo, las más perseguidas y diseccionadas. Más allá de sus vidas privadas, importa cómo el mundo ha construido sus obsesiones en torno a estas dos figuras femeninas.
La obsesión, el motor de su poder
Son dos símbolos que narran su propia vida. Viéndose atrapadas en esa mirada colectiva, la convirtieron en motor de su poder. Como heredera de la actriz, la cantante ha hecho un uso oportuno de las redes, los fans y los medios. Es decir, alineándose con las exigencias de la industria, ha sabido sacar su propio provecho.
Coinciden en su naturaleza indómita, en ser fuente de vitalidad. Swift ha saltado de una juventud vulnerable a la proyección mediática a musa inspiradora. De sus inicios de chica romántica que escribe su diario de amores y decepciones en sus canciones a una creatividad instintiva, a una voz que se rebela, a una mujer que protege su obra y su identidad.
Las vidas de una y otra están marcadas por su capacidad de emerger después del desgarro y revivir rompiendo moldes, moviéndose con astucia y conquistando su autonomía en mundos tan complejos como el cine y la música. Son dos mitos culturales que ahora se citan a ciegas para profesarse una admiración que habría sido mutua.