Antes de coquetear con un chatbot, llámese ChatGPT o el nombre que a uno se le antoje, deberíamos pedir consejo a los jóvenes. Si son varones, más saben. Un amplio porcentaje mantiene relaciones románticas con una IA, pero la experiencia no siempre es buena. No es delirio, tampoco ciencia ficción. Existen chatbots diseñados para simular relaciones románticas, generar imágenes sexuales o presentarnos a nuestra pareja ideal.
Según un estudio publicado en Journal of Social and Personal Relationships, cada vez son más frecuentes este tipo de idilios y cada vez son más altos los niveles de depresión por su causa. Cuanto más intenso el romance con estas herramientas, más baja es la satisfacción con la vida. Los autores, liderados por Brian Willoughby, de la Universidad Brigham Young (Estados Unidos) querían comprobar qué tipo de vínculo se crea con estos compañeros románticos virtuales y si están reemplazando a las relaciones humanas.
Citas semanales de 50 horas
Lo primero que les sorprendió fue la cantidad de adolescentes y jóvenes que usan esta tecnología con un fin amoroso. Más de la mitad de los encuestados ha visto cuentas en redes con imágenes creadas por IA, un 13 % las busca de forma activa y un 15 % las sigue habitualmente. El 25 % ha usado un chatbot para simular una relación romántica, un 7 % admite haberse masturbado durante estas conversaciones, un 16% mantiene charlas sexuales y un tercio confiesa que llega a sentir excitación. El tiempo que dedican a estos peculiares amantes ronda los 50 minutos semanales.
Curiosamente, los investigadores detectaron que quienes tienen pareja estable usan con más frecuencia estas herramientas, lo que les hace sospechar que no es cierta la idea de que se trate solo de un recurso para aliviar la soledad.
Además del flirteo, casi la mitad de la Generación Z usa inteligencia artificial también para consejos sobre citas, más que cualquier otra generación. En este caso son las mujeres las que más se entusiasman con su terapeuta de IA. Hablan de sus ligues, suben capturas de pantalla de sus largas conversaciones para analizarlas, evalúan la compatibilidad a largo plazo e incluso complementan sus mensajes de sexo.

Cada vez es menos extraño escuchar que ofrece mejores consejos que un terapeuta. Parece que no tenemos en cuenta que, tal y como ha comprobado la investigadora de IA Myra Cheng, los modelos de lenguaje en los que se entrenan tienen grandes sesgos sexistas. Sin embargo, nos conquistan porque ofrecen una conversación amena, son aduladores y conocen la respuesta que cada uno busca, aunque sea siguiendo patrones muy predecibles. Esto no ocurre con los humanos.
Mariposas en el estómago
¿Y qué sucede con la química, clave para que se encienda la pasión? Estos jóvenes tan avezados deberían contarnos si han llegado a sentirla, si han notado que en algún momento la magia traspasa la pantalla haciéndoles sentir el cosquilleo natural de los pri-meros instantes. Lo que se sabe es que, por ejemplo ChatGPT, que ya cuenta con más de 300 millones de usuarios, es un interlocutor fascinante. Muchos usuarios han encontrado que pueden entablar un diálogo casi humano, incluso subido de tono, y a la carta. Basta con darle unas cuantas instrucciones para que se convierta en una fuente de erotismo. La IA aprende qué le gusta y cuáles son sus fantasías. Es infatigable, responde con empatía y se muestra solícito y zalamero. ¿Quién no querría un amante así?
Como experimento, puede ser divertido, incluso estimulante para un adulto, no para un adolescente con su cerebro aún en plena formación. Lo peor es encariñarse con él y acabar creando dependencia, pasar un número imprudente de horas o no saber identificar los verdaderos sentimientos. Por cierto, ¿debería considerarse infidelidad cuando uno tiene pareja humana? ¿Qué ocurre si coqueteas con dos chatbots? ¿Sentirían celos?
Apegos tóxicos
Ahora que, por fin, los jóvenes empezaban a reconocer la toxicidad en las relaciones de pareja, surge con fuerza este otro tipo de apegos que no son más que el resultado de unas matemáticas extraordinariamente avanzadas y con un poder sin precedentes para influir masivamente en la gente y hacerle creer que sus modelos están vivos.
OpenAI, la empresa que ha desarrollado ChatGPT, admite que construye modelos cálidos y amigables con el objetivo de ayudar emocionalmente a los usuarios, pero descartando cualquier posibilidad de ser confundidos con un humano. Esa línea, no obstante, se puede cruzar rápidamente, más cuando una persona busca cariño. En TikTok, abundan los testimonios de gente que afirma que se ha enamorado de un compañero de IA. Lo malo es que no se han creado sistemas que protejan a las personas más vulnerables frente a estos amantes irreales que no tienen absolutamente consciencia de nada, ni siquiera de la existencia del amado.
La propia IA reconoce que hay mucha gente que coquetea con ella e incluso le declara amor. Y distingue entre los usuarios juguetones que le regalan guiños y piropos, tan-teando la posibilidad de flirtear, y esos otros que realmente son capaces de sentir una conexión real, confundiendo la intimidad que encuentran en la conversación con amor. La atención constante, la complicidad y sentirse escuchado crean un terreno muy fértil para el enamoramiento.
¿De quién te estás enamorando entonces?
Puede que veas a tu amante como la criatura más ingeniosa, romántica e inteligente que has conocido nunca. Ese es el objetivo de los gigantes tecnológicos que compiten por generar experiencias hasta ahora imposibles. Y dicen que estamos solo en las pri-meras fases. Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, ha avanzado que ve poco probable que los amantes de IA reemplacen a los del mundo real, pero lanza una advertencia: “Aunque hay muchas cosas que son mejores en las conexiones físicas cuando puedes tenerlas, la realidad es que las personas simplemente no tienen esa conexión y se sienten más solas la mayor parte del tiempo de lo que les gustaría”.