El invierno es, sin duda, una de las estaciones más duras para el cabello, y aún más para las melenas teñidas. Las bajas temperaturas, la falta de humedad ambiental y el uso constante de calefacción interior crean una combinación que puede resultar letal para el color y la salud capilar.
Lo que antes era una melena brillante y sedosa, puede terminar opaca, quebradiza y sin vida. Pero no todo está perdido: con una rutina adaptada y algunos cuidados clave, es posible mantener el tinte intacto y el pelo nutrido incluso en los meses más fríos.
Por qué el invierno castiga el cabello teñido
El cabello teñido es más vulnerable que el natural. Los procesos químicos de coloración alteran la estructura de la fibra capilar, abriendo la cutícula para permitir la entrada del pigmento. Esto lo hace más poroso y propenso a perder hidratación. Cuando llega el invierno, los agresores externos se multiplican:
- El frío extremo reseca el cuero cabelludo y las puntas.
- La calefacción elimina la humedad del aire, dejando el cabello más quebradizo.
- Los cambios de temperatura entre interiores cálidos y exteriores fríos generan frizz y debilitan la fibra.
- La falta de sol reduce el brillo natural del cabello y puede hacer que el color luzca apagado.
El resultado es un pelo que pierde intensidad, elasticidad y movimiento. Por eso, durante esta estación, la palabra clave es hidratar.
Hidratar en profundidad, la clave del éxito
El primer paso para mantener una melena teñida saludable es devolverle la humedad que pierde a diario. Utiliza mascarillas nutritivas una o dos veces por semana, con ingredientes como aceite de argán, manteca de karité o ácido hialurónico, que ayudan a retener el agua en el interior de la fibra.
Los tratamientos profesionales también son grandes aliados: un baño de queratina o una terapia de reconstrucción capilar pueden reparar los daños acumulados por el tinte y el invierno.
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Lavado inteligente: menos es más
Lavar el cabello a diario no es recomendable, especialmente si está teñido. Lo ideal es hacerlo cada dos o tres días, con agua tibia —nunca caliente— para evitar que el color se oxide y el cuero cabelludo se reseque.
Elige champús sin sulfatos y específicos para cabello teñido, que limpian sin arrastrar el pigmento. Completa el lavado con un acondicionador protector del color y aplica un protector térmico antes del secado. Este último es fundamental, incluso si usas el secador a baja temperatura.
Escudo contra el frío
Salir con el cabello húmedo en invierno es uno de los errores más comunes. El agua que queda en las fibras se congela con el frío, lo que puede hacer que el cabello se rompa. Además, el contacto directo con el aire gélido acelera la deshidratación.
Protégete con gorros o bufandas, pero elige materiales suaves como algodón o seda para evitar la fricción. Si puedes, lleva el cabello recogido de forma suelta, para evitar que se enrede y se quiebre.
Cuida el color entre tintes
Para que el color no se apague, es fundamental mantenerlo entre visitas a la peluquería. Los champús matizadores son una excelente opción si llevas rubios, balayage o tonos fríos, ya que neutralizan los matices amarillentos.
Si tu tinte es oscuro o rojizo, usa productos con pigmentos de mantenimiento, que reavivan el color y aportan brillo sin necesidad de volver a teñir. Un sérum o aceite capilar con protección UV también ayuda a prevenir la oxidación, incluso en invierno.
No temas a los aceites capilares
Existe el mito de que los aceites eliminan el tinte, pero lo cierto es que son un excelente complemento en invierno. Aplicados de medios a puntas, los aceites sellan la hidratación, controlan el encrespamiento y aportan un brillo inmediato.
Opta por fórmulas ligeras, como las de argán, coco o camelia, que no engrasan y protegen del daño mecánico causado por peines o secadores.


