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Michelle Pfeiffer y su vida lejos del foco

La actriz, que acaba de estrenar película navideña, confirma que su mejor papel, fuera de la pantalla, siempre ha sido vivir alejada del ruido mediático

Michelle Pfeiffer

Imagina una alfombra roja. Flash, vestidos imposibles, gente gritando nombres. Y, de pronto, aparece ella. Tiene la energía de alguien que fue icono mundial… y aún así nunca pareció demasiado interesada en actuar como si lo fuera.

Michelle Pfeiffer regresa al foco mediático tal y como ha vivido las últimas décadas; sin estridencias y sin explicaciones. Su nuevo proyecto, Oh. What. Fun., la trae de vuelta al centro del tablero con una comedia navideña en la que interpreta a Claire Clauster, la madre que sostiene la tradición familiar… hasta que, en el momento más simbólico del año, su familia la olvida.

Michelle Pfeiffer en ‘Scarface’ (Brian De Palma, 1983)

Su vida profesional es una colección de personajes con filo: mujeres inaccesibles, vulnerables, divertidas, peligrosas, elegantes, rotas. Su vida fuera de cámara, en cambio, parece escrita con otra tinta. Es decir, más silenciosa y más normal de lo que permite Hollywood. Y esa mezcla, su magnetismo en pantalla y su calma fuera de ella, es lo que la hace tan fascinante.

Michelle nació en 1958 en Santa Ana, California, en una familia de clase media. No hay una leyenda de niña prodigio ni un destino inevitable de actriz desde la cuna. De hecho, trabajó y estudió cosas bastante terrenales antes de entrar en el mundo del espectáculo. El camino fue gradual: concursos, televisión, papeles pequeños…

‘Un día inolvidable’ (Michael Hoffman, 1996)

Y entonces llegó un papel que funcionó como tarjeta de visita mundial, Elvira en Scarface (Brian de Palma, 1983). Su glamour helado, su mirada cansada, su presencia imposible de ignorar… En finales de los 80 y primeros 90, Pfeiffer estuvo en Los fabulosos Baker Boys (esa escena al piano que todos recordamos), Las brujas de Eastwick, Las amistades peligrosas, Frankie y Johnny, La edad de la inocencia, Un día inolvidable o Batman Returns.

En ese periodo llegaron tres nominaciones al Oscar y una reputación muy específica: la de actriz seria, exigente, de las que no firman por firmar. Y ahí aparece una palabra clave en su historia: selección. Pfeiffer ha construido su carrera tanto por lo que hizo como por lo que decidió no hacer.

Matrimonio estable, dos hijos y una vida tranquila

Mientras su cara estaba en todas partes, su vida personal iba por otro carril. Se casó en 1993 con David E. Kelley (guionista y productor) tras conocerse en una cita a ciegas que, según confesó la propia actriz, fue un desastre. Lo divertido es que no hizo falta que fuese “la cita perfecta”, hizo falta que hubiera segunda oportunidad.

Desde entonces han mantenido una relación larguísima –32 años casados– y sorprendentemente discreta con dos hijos y una vida familiar protegida. No han construido marca ni pareja de titulares. Y eso, en su universo, es casi revolucionario.

Michelle Pfeiffer y su marido David E. Kelley

¿Por qué se alejó de las cámaras?

Hay una pregunta que la persigue: “¿por qué se alejó de los focos?”. La respuesta suena menos misteriosa de lo que la prensa suele vender: porque quiso. Pfeiffer ha explicado que durante un tiempo prefirió ser madre presente y ajustar el trabajo a la vida familiar. En Hollywood eso a veces se interpreta como una retirada, pero en realidad fue una manera de decidir su propio ritmo.

La actriz regresa ahora para trabajar en lo que le apetece, tal y como ha hecho en los últimos años, con etapas de idas y venidas y según la vida le ha ido encajando. Esta vez vuelve de la mano del director Michael Showalter con Oh. What. Fun. (disponible en Amazon), que reúne un reparto coral con Felicity Jones, Chloë Grace Moretz, Denis Leary, Jason Schwartzman, Eva Longoria, entre otros.

‘Oh What Fun’ (Michael Showalter, 2025)

¿Qué pasa cuando la persona que lo organiza todo decide salirse del guion? En ese ambiente de caos festivo, el personaje de Pfeiffer se convierte en el corazón de una historia que, por debajo de los adornos, habla de algo muy reconocible: la expectativa de que “la madre” (o quien ocupa ese rol) sea una especie de departamento de logística emocional. Su regreso funciona especialmente estos días, cuando la conversación sobre límites, autocuidado y el derecho a decir “hasta aquí” parece estar más presente que nunca.

Esa manera de entender el lujo -el lujo como control de tu tiempo, tu intimidad y tu energía- atraviesa también sus proyectos fuera del cine. Hoy su carrera tiene otro sabor. Y ese equilibrio, el de entregarse al máximo cuando rueda y bajar el volumen cuando se apagan los focos, es lo que mejor la define.

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