Mujeres en el front row

Mujeres que comen, la revolución social que nació de una cena improvisada

Lo que empezó como una cena espontánea organizada por Chefi Ruilope, periodista, se ha convertido en una comunidad femenina que reúne a cientos de mujeres en distintas ciudades

Mujeres Que Comen

Lo que empezó como una cena espontánea organizada por una periodista experta en lifestyle se ha convertido en una comunidad femenina que reúne a cientos de mujeres en distintas ciudades. La historia de Mujeres Que Comen arranca con un gesto tan cotidiano como subir una foto a Facebook. Chefi (Estefanía) Ruilope, periodista, curiosa por naturaleza y con un talento innato para conectar personas.”La idea surgió sin surgir. Yo nunca tuve idea de montar nada”, confiesa la protagonista de esta historia.

Aquel día visitó a una amiga, se hicieron una foto y, de pronto, comenzaron a llegar mensajes de mujeres que querían unirse a una cena que ni siquiera existía todavía. Sin proponérselo, comenzó a sumar mujeres para una cena improvisada: “Llegó un momento que dije: ¿sabes qué? Que a lo loco. Me iba encontrando a gente por la calle y decía: ¿tú tienes un plan para el jueves?”. Aquella primera reunión reunió a treinta mujeres que no se conocían entre sí: “Fue divertidísimo. Así empecé, y así seguimos”.

Mujeres Que Comen

Con el tiempo, aquel encuentro informal se convirtió en un refugio emocional. Según Chefi, Mujeres Que Comen es networking, apoyo y terapia compartida, todo a la vez: “Es un espacio para hacer networking a todos los niveles; también es una red que está para ayudarse mucho entre mujeres; y además es como ir al diván”. Esa mezcla -ni empresarial, ni terapéutica, ni activista, pero con algo de las tres- es lo que ha creado un terreno fértil para la conexión. Ella lo explica con una escena reconocible: en la cena, una mujer confiesa un problema personal, y otra, que no la conoce de nada, se siente acompañada. “Una dice: ya no soporto a mi marido, y tú piensas: ¡Ay, ya somos dos!”. Esa complicidad instantánea genera la sensación de comunidad, incluso entre quienes acuden solas o por primera vez.

Muchas mujeres aseguran que encuentran más libertad para abrirse con desconocidas que con sus íntimas de siempre

El proyecto creció sin cálculo previo. “Mujeres Que Comen se ha ido creando de manera natural. Estuve muchos años sin ganar nada, por amor al arte”. Tal espontaneidad parece haber sido la clave del éxito: “Ha habido mucha gente que me ha querido copiar, pero iban ya como con el patrón. Y no, hay veces que hay que hacer que las cosas fluyan“.

Hoy, las cenas -que se celebran una vez al trimestre, reúnen a entre 100 y 150 mujeres. Y en ocasiones han llegado a ser 180: “Eso ya era una boda sin novio”. Y la única regla esencial es venir con ganas de conocer gente: “La gracia no es quedarte con tus amigas. Después de diez años hay gente que es amiga gracias a Mujeres Que Comen”.

Mujeres Que Comen

Chefi cuida que nadie se quede sola: “Lo que más odio es sentirte sola o desubicada en un evento. Por eso, tengo mis satélites. Si veo que una niña viene sola, les aviso y pido que se ocupen”. Ella misma se declara una persona vergonzosa en entornos desconocidos, y por eso protege a quienes atraviesan esa misma sensación. También analiza cada solicitud para mantener la cohesión: “Tiene que haber sinergia. A veces dejo gente fuera porque no tendría sentido para el grupo”.

“Yo veo a la gente tan feliz que pienso: ha merecido la pena”

Las conversaciones fluyen sin guion: desde maternidad hasta trabajo, pasando por rupturas, reinvenciones, salud mental o crisis vitales. Muchas mujeres aseguran que encuentran más libertad para abrirse con desconocidas que con sus íntimas de siempre. Y aunque todo ocurre alrededor de platos, el contenido gastronómico es secundario: “La comida importa poco. Venimos a hablar”.

La expansión del proyecto ha sido tan natural como su origen. “Ya he hecho Bilbao, Barcelona, Oviedo, Valladolid y Sevilla… Vinieron 52 mujeres la primera vez y fue increíble”. La única condición es tener una amiga o colaboradora cercana en la ciudad que pueda ayudarla a impulsar el proyecto en esas ciudades. “Yo sola no puedo”. Así, el próximo año, planea llegar a Valencia y A Coruña.

Sobre por qué solo mujeres, Chefi responde sin complicaciones: “Los hombres van a comer. Nosotras vamos a hablar”. Nos adentramos en este tema y me confiesa que rehúye de la politización y rechaza los discursos impuestos: “Aquí no hay sermones ni rollos. No voy a callar a la gente que paga… Que venga quien quiera, pero sin politizar“.

“Es un espacio solo para mujeres, surgió así. Los hombres van a comer, nosotras a hablar”

Como pionera de un club de mujeres, le pregunto por la igualdad: “Queremos igualdad, pero luego nos frenamos nosotras mismas. En todos los campos, los excesos no son buenos. Ni de un lado ni del otro”. Aun así, ella se mantiene fiel a lo que funciona: el rato compartido, la autenticidad, la conversación que nace sin pretensiones, las amistades que se crean sin planearse.

Y, sobre todo, la sorpresa de ver que una idea que no nació como idea, sino como una cena improvisada, se haya convertido en una red emocional y social que sigue creciendo ciudad a ciudad. “Yo veo a la gente tan feliz que pienso: ha merecido la pena”, dice Chefi, con ese tono mezcla de humor y lucidez que define a Mujeres Que Comen mejor que cualquier eslogan.

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