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Poligamia en la España de José Luis Martín Berrocal: más de lo que se cuenta

No hay estadísticas, pero la doble vida de algunos hombres fue moneda corriente a finales del siglo XX, en un país de “manolos” dominantes y “maripilis” sufridoras necesitadas de protección

La historia del ganadero y empresario taurino José Luis Martín Berrocal se puede contar de dos maneras. Desde el folclore de Victoria Martín, “la otra” durante años, y sus hijas, Vicky y Rocío; o desde el silencio de Marisa del Molino, su primera mujer y madre de tres hijos. Cualquiera de las dos nos llevaría a una misma crónica, la del hombre bígamo, polígamo e infiel que compaginó dos hogares y repartió dolor a partes iguales.

Según ha relatado la familia en la serie documental Las Berrocal, cuando Victoria descubrió que el hombre al que amaba estaba ya casado y era padre de una hija, le perdonó y continuó su romance permitiéndole seguir con esa doble vida. “Me compensaba una mirada suya, un beso, un cariño, una cogida de mano”, ha confesado.

Desde que se conoció su bigamia, Martín Berrocal, fallecido en 2008 a los 76 años, ha sido retratado desde la idealización como un hombre con superpoderes con las mujeres, haciéndonos creer que la relación clandestina acabó con ese final de cuento de “fueron felices y comieron perdices”. Se le justificó por encima de las heridas emocionales que dejó en ambas familias.

Las hermanas y su madre

Hablamos de una época en la que la poligamia en España estaba más extendida de lo que se cree, aunque no exista más estadística que la memoria de nuestras madres y abuelas. Preguntémosles. Enseguida aparecen casos como el de un pequeño empresario abulense que mantuvo durante décadas a dos familias. Mientras la esposa oficial, panadera, repartió pan en la comarca con ayuda de un burro hasta bien entrados los ochenta, la otra respondía a sus caprichos eróticos más extravagantes, a sabiendas del marido siempre ausente, que dio por buena su cornamenta y los hijos extra que llegaron si a cambio tenía asegurada una olla abundante.

No muy lejos se dio el caso de un marqués que mantuvo a dos mujeres. A una la llevó al altar y a la otra a la cama. Con la primera vivía en un palacete y asistía a misa diaria. Con la otra tuvo una hija y convivía con ellas la mitad del día en una casita más modesta y en la clandestinidad. Cuando el marqués murió, todo el mundo sabía ya que quedaban dos viudas. ¿Cuántos funerales de este estilo hemos presenciado, aunque sea a través de las revistas del corazón?

La poligamia está prohibida en España y el Código Penal la castiga con penas severas, pero existe y ha existido, a veces de forma bien visible. La más reciente la han protagonizado algunos inmigrantes casados en su país de origen y de nuevo en España, formando un barullo documental de cine tanto en el Registro Civil como en los juzgados. Pero esto merece un capítulo aparte.

Vicky Martín Berrocal y su madre

El caso que nos ocupa, bien diferente, es el de esa España, no muy lejana, de los llamados manolos y maripilis. Los primeros representan al prototipo tradicional de macho ibérico: el hombre insensible, dominante, duro, prepotente e incapaz de asumir de facto el principio básico de la legislación matrimonial, que es la unidad y exclusividad en la relación conyugal. Las maripilis son aquellas mujeres consentidoras y necesitadas de protección que anteponían la seguridad y la presencia cotidiana de ese hombre, aunque no fuese a tiempo completo.

Tanto los manolos como las maripilis son especies que están ya en feliz peligro de extinción gracias al empuje femenino moderno, mucho más exigente, independiente e intolerante frente a estas actitudes machistas. También los hombres se han encargado de que el viejo estereotipo quede caduco, alejándose cada vez más de los principios que se presuponían correctos, de acuerdo con su condición viril, para dar paso a nuevas masculinidades, mucho más sensibles y empáticas.

Aun así, todavía hay mucho que discutir. Hace solo dos años, la Universidad de Swansea, en Reino Unido, publicó un estudio sobre el interés polígamo en una nación mononormativa y su conclusión fue sorprendente. Algo más del 30% de los hombres se mostraron abiertos a una relación poligínica, es decir, con más de una mujer. Solo el 11% de las mujeres estarían dispuestas a mantener una poliandría. Los porcentajes cayeron cuando se les planteó la posibilidad de compartir techo. Solo el 9% y el 5%, respectivamente.

Según su autor, Andrew G. Thomas, que publicó su investigación en Archives of Sexual Behavior, el hombre sigue mostrando una predisposición mayor a este tipo de relaciones polígamas. Añade que la “no monogamia comprometida” continúa siendo un deseo masculino latente, diferente al término poliamor tan en boga.

¿Significa que hay una tendencia natural a la poligamia y que el sexo masculino está programado para una doble vida por las fuerzas de la evolución? Salvo algunas culturas, en las que se ha creado como forma de vida en común y modo de organización social, el hombre se ha adaptado emocionalmente y en su fisiología sexual a un nexo de pareja duradero.

Otra cosa es la monogamia sucesiva, que estudió el famoso divulgador Desmond Morris, una costumbre cada vez más potente. Es decir, tendemos a establecer una pareja estable que iremos sustituyendo sucesivamente a lo largo del tiempo por otras también estables. Morris fijó un plazo de cuatro o cinco años para cada una, lo suficiente para que cada hijo concebido tuviese cierta madurez. Otros autores defienden que el amor sexual y el vínculo de pareja es un invento femenino que ha convencido al hombre, sin que esto evite cierta atracción por otros individuos, tanto en un sexo como en otro.

Volver a la figura de Martín Berrocal y de tantos hombres de su generación que armaron una doble familia conlleva el riesgo de caer en teorías demasiado estereotipadas, más si se trata de dar un barniz biológico para justificar y admirar culturalmente sus batallas en la cama. No hay más jerga que el folclore o el entusiasmo que uno le quiera poner. Por cierto, el de la parte más agraviada, Marisa del Molino y sus tres hijos, es cero.

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