Lamentablemente, el puente de Brooklyn ha llenado titulares este fin de semana por el accidente del Buque Escuela de México en el que han muerto dos tripulantes y 19 han resultado heridos, dos de ellos en estado crítico. Mientras se investigan las causas de la tragedia que ha causado conmoción en Estados Unidos y México, en Artículo14 recordamos que este imponente puente se construyó gracias a una mujer.
En los anales de la ingeniería estadounidense, el puente de Brooklyn es un símbolo de ambición, innovación y resistencia. Pero bajo sus emblemáticos arcos neogóticos se esconde una historia menos conocida, no sólo de brillantez arquitectónica, sino también de la extraordinaria mujer que se aseguró de que el puente se construyera contra todo pronóstico: Emily Warren Roebling.

Quién fue Emily Warren Roebling
Nacida en 1843 en Cold Spring (Nueva York), Emily Warren procedía de una familia pudiente neoyorquina. Su padre era miembro de la Asamblea del Estado de Nueva York, y su crianza entre 12 hermanos en un hogar bien relacionado le permitió acceder a una educación a la que pocas mujeres de su época podían. Estudió en el prestigioso Convento de la Visitación de Georgetown, sentando las bases intelectuales de lo que se convertiría en un legado revolucionario.
Fue durante una visita a su hermano, el general de la Unión Gouverneur K. Warren, con motivo de la Guerra Civil, cuando conoció a un joven ingeniero, el coronel Washington Roebling. Ambos se casaron en 1865, iniciando una relación que transformaría las infraestructuras de Estados Unidos, aunque no de la forma que esperaban.
El padre de Washington, John A. Roebling, célebre diseñador de puentes colgantes, acababa de embarcarse en su empresa más arriesgada: la construcción de un puente sobre el East River que uniría Brooklyn y Manhattan. Sería el puente colgante más largo jamás construido.
Nuevas técnicas de construcción
Según recuerdan en Women & the American Story (WAMS), de la Sociedad Histórica de Nueva York, la pospuesta luna de miel de los Roeblings se convirtió en una misión de investigación en Europa, donde estudiaron las técnicas de construcción más avanzadas, incluido el uso de cajones presurizados, unos conocimientos que pronto resultarían cruciales.
Dos años más tarde se produjo la tragedia. John Roebling murió de tétanos en un accidente de construcción, y Washington, que asumió el liderazgo, pronto enfermó gravemente de la conocida comúnmente entonces como enfermedad de los cajones (hoy enfermedad por descompresión, la que sufren los buzos), probablemente por la exposición repetida a entornos de trabajo presurizados, pues muchas veces construían en los cajones bajo el agua y ascendían después muy rápidamente. Prácticamente postrado en cama, Washington ya no pudo supervisar la construcción del puente en persona.
Entonces apareció Emily Warren Roebling.
Armada con su determinación y la formación técnica que había absorbido de Washington y de sus viajes por Europa, Emily tomó el control. Estudió libros de ingeniería, se puso en contacto con contratistas y políticos, asistió a las reuniones del consejo de administración y dirigió las operaciones cotidianas de la obra, al tiempo que protegía a su marido del escrutinio público para preservar su papel de ingeniero jefe.
Durante más de una década, Emily Roebling se convirtió de facto en la ingeniera jefe del puente. Fue su estratega, diplomática y guardiana. Y cuando finalmente se inauguró el puente de Brooklyn el 24 de mayo de 1883 -el puente colgante más largo del mundo en aquella época-, Emily fue la primera en cruzarlo. El congresista Abram Hewitt reconoció públicamente su labor, calificando el puente de “monumento imperecedero a la abnegada devoción de la mujer”.
Pero la historia de Emily no terminó en el puente.

De ingeniera a activista
En los años siguientes, canalizó su pasión por el progreso hacia la defensa de causas. Después de criar a su hijo, John II, y apoyar su educación, se unió a clubes de mujeres, dio conferencias en sus viajes internacionales y se convirtió en una firme defensora del sufragio femenino. En 1899 obtuvo un certificado del Curso de Derecho Femenino de la Universidad de Nueva York -haciendo y aprobando todos los exámenes, a diferencia de muchas de sus compañeras- y ganó un concurso de redacción en el que pedía la igualdad de derechos en virtud de la Decimocuarta Enmienda.
En discursos por todo el país, Emily Warren Roebling defendió la educación de las mujeres, los derechos de propiedad y la autonomía jurídica. Convirtió sus logros personales en una defensa pública, ampliando los límites para las generaciones venideras.

Emily murió de cáncer de estómago el 28 de febrero de 1903. Pero no fue hasta 2018 cuando la ciudad de Nueva York reconoció su legado. Más de 115 años después de su muerte, por fin Nueva York la honró rebautizando una calle de Brooklyn con su nombre, un homenaje a la mujer que desafío a su época y no se rindió cuando lo tuvo todo en contra, construyendo así uno de los símbolos más emblemáticos de Nueva York.