Bienvenidos otra semana más al apasionante universo del gobierno más progresista de la historia, ese serial interminable en el que capítulo tras capítulo nos vemos atrapados en las hilarantes tramas de esta tragicomedia que capitaliza la vida política de nuestro país. En esta ocasión, el prota, en su descabellado devenir, en ese desarrollo narrativo en el que se ha propuesto desandar el camino del héroe, se ha presentado frente a nosotros como el presidente rabonero. Motivado por septiembre, empujado por el afán de mimetizarse con la vuelta al cole de los escolares, ha querido meterse en los zapatos de los chavales y encarnar el papel de alumno travieso que decide hacer pellas y saltarse las clases. Y punto. Ya tiene experiencia en ese campo del absentismo, de vez en cuando le viene bien airearse, como en aquellos cinco días mágicos en los que se dio un pistoletazo de salida para redoblar aún más la erosión de las instituciones. Que nadie diga que no avisó, en aquellas jornadas de abril, perdonen que insista, está la gran declaración de intenciones de lo que posteriormente estamos viviendo.
Pues eso, que Pedro esta semana ha decidido que iba a dar la cara Peter. Bueno, Peter precisamente no, más bien Yolanda. Esa compi de pupitre a la que trae de cabeza porque se apunta con ella a los trabajos y luego la deja en la estacada, subrayando compungida los apuntes, llenando los libros de colores fluorescentes y post-its de purpurina, haciendo pucheros por las esquinas cuando no se le aprueban los trabajos. Sánchez decidió que la jornada en la que por la mañana comparecía su mujer ante el juez y en la que por la tarde su Ejecutivo se enfrentaría al mazazo de la vuelta a los corrales de la reducción de la jornada laboral, él se ausentaría para ir al cine con su chica. Allí apareció de la mano con su esposa para ver la nueva de Amenábar. Una cita impostergable que le sirvió como excusa para dejar claro que las derrotas no tienen nada que ver con él. Ni que fuera su trabajo estar en el Congreso.

No podía perderse el estreno de la esperada cinta de uno de los directores más laureados de nuestra nación, máxime cuando la promoción que está llevando a cabo el gran Amenábar guarda mucha relación con la estrategia que él ha puesto en marcha. Esa que tiene su tesis en el principio fundamental de que nunca, bajo ningún concepto, debes dejar que los hechos te arruinen una ficción que, además, te atreves a presentar como una realidad que brota de tu propio interés. De esta manera consigues que, con la fuerza de la polémica, tu relato viciado e inventado se propague y, una vez introducido en la túrmix polarizadora por la que pasan todos los debates inanes que pueblan nuestra opinión pública, se convierta de repente en una opción o una alternativa factual para los fanáticos que están dispuestos siempre a arrimar la ascua de la Historia a la sardina de sus filias.
Así es como el cineasta ha sacado a pasear la vieja teoría de que Cervantes podría ser homosexual o como el presidente del Gobierno instala una falsedad tras otra en la conversación pública, adornándola con medias verdades que sazonen sus delirios y los presenten como certezas inapelables. Hay muchos ejemplos, pero quizás el más rotundo y al que siempre debemos volver para no perder el hilo y la trayectoria de esta veredita de incongruencias, es el bulo primigenio, el gran bulo, esa raíz de la que luego han brotado todos los embustes que hoy asfixian a nuestro país. Sí, no es otro que ese que pronunció la última noche electoral cuando vino a explicarle a todos los españoles aquello de que eran más, cuando nos quiso decir que Junts sería la columna vertebral de un artefacto progresista que nació desde primera instancia impotente, sin capacidad de maniobra, con el primer y único fin de saciar los intereses de los nacionalistas y prolongar su estancia en la Moncloa. Esa treta que por día que pasa se revela más ridícula, pero que él sigue sosteniendo con la fuerza y el convencimiento de que el cielo es azul, las nubes blancas y los pimientos verdes.
Así las cosas, el presidente rabonero, con su disfraz de alumno travieso, también nos ha querido seguir dejando claro que los profes le tienen manía. Los jueces, la prensa, la Guardia Civil. Todos siguen confabulando contra él, contra su entorno, contra su partido. Pero es igual, nada importan el reguero de causas judiciales abiertas, tampoco que todos los personajes que componen el reparto de esta opereta bufa sigan abriendo caminos hacia acantilados cada vez más peligrosos. Él sigue a lo suyo, creando realidades paralelas, erigiéndose como la única oposición contra Netanyahu y Trump, buscando debajo de todas las piedras con las que se choca argucias y pretextos que distraigan la atención y tapen toda la miseria que le rodea.
Lo hace con la inestimable ayuda de su séquito, que continúa entregado a la causa de perecer políticamente junto a él. Podríamos hablar, por ejemplo, de José Manuel Albares y su apoteósica reflexión esta semana en la sesión de control, cuando aseguró que nunca España había vivido un momento de mayor influencia en el panorama internacional. Pero claro, por mucho que se esfuerce el ministro, jamás llegará a la soltura y la profesionalidad en este oficio de la sinvergonzonería que ha vuelto a demostrar Don José Félix Tezanos, el cocinero del colegio imaginario al que acude Sánchez. Con toda su cara, esta semana le ha puesto por delante un CIS que nos conduce al siguiente razonamiento. Igual Sánchez está guardando un as en la manga antes de colocar las urnas. Un nuevo caso de corrupción de su partido que le haga crecer aún más en las encuestas.
No obstante, aunque el presidente aparente vivir la mayoría del tiempo en su realidad paralela, consuela y tranquiliza saber que, pese a todo, sigue aún anclado a la realidad. Que todavía no ha perdido la noción del todo y, por ahora, solo por ahora, no ha llegado aún a creerse al cien por cien estos cuentos chinos, valga la amplitud del término, con los que quiere engañar a los despistados que quedan por ahí. Si fuese así, mañana tendríamos elecciones. Pero sabe que los números no dan. Que este curso catea fijo, que hay peligro de expulsión.