Quizá en alguna ocasión te has preguntado qué es el tiempo. Si es así, no eres el único. Desde la antigüedad el hombre se ha preguntado qué es y ha tenido interés por medirlo. Hasta llegar a los actuales relojes atómicos, el tiempo se ha medido con diferentes dispositivos, como las clepsidras, los relojes de arena o los relojes de sol que aún podemos observar en muchos lugares. Nos pasamos la vida midiendo el tiempo porque toda nuestra vida está organizada en torno a él.
Todos medimos el tiempo de igual manera: en segundos, minutos, horas, días, semanas, años y, sin embargo, nadie siente el tiempo del mismo modo. La sensación que cada uno de nosotros tenemos del paso del tiempo es muy diferente y depende de muchas variables, por ejemplo, de lo que estemos haciendo. Hay reuniones de trabajo que nos parecen infinitas mientras sentimos que una tarde de vacaciones no dura ni dos pestañeos.
Si hablamos en términos científicos, el tiempo es la magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro, es la duración de las cosas que cambian y es necesario, por ejemplo, en Física, para medir el movimiento.
En el siglo XX Einstein sostuvo en su Teoría de la Relatividad que el tiempo, al igual que el espacio, no es algo universal, sino que es relativo, lo que rebatía teorías anteriores. Para Albert Einstein lo único absoluto, lo que nunca varía, es la velocidad de la luz. El tiempo y el espacio son relativos al sistema de referencia desde el que se mide, y siempre están unidos al movimiento y a la gravedad.
En Filosofía el tiempo es algo a lo que muchos filósofos han prestado también su atención y su estudio a lo largo de los siglos. Los griegos en la antigüedad distinguían dos tiempos: el Cronos, el tiempo lineal que percibimos, el que medimos, y Kairós que es el tiempo de Dios, el tiempo de la oportunidad. Para Aristóteles el tiempo era la manera de cuantificar el movimiento, de medir los cambios.
A comienzos del siglo XX el filósofo Henri Bergson postuló que el tiempo es algo que los humanos experimentamos de manera subjetiva. Para este filósofo el tiempo real no es el tiempo que se mide de manera cronológica y se utiliza en la ciencia, sino que el tiempo es “duración”, es el tiempo de lo vivido.
El 6 de abril de 1922 Albert Einstein daba una conferencia en la Sociedad Francesa de Filosofía. Había sido invitado para hablar sobre el tiempo y su Teoría de la relatividad y entre los asistentes se encontraba Henri Bergson. Dos rock stars de la época, uno en el campo de la Física, el otro en de la Filosofía.
Al terminar Einstein, Bergson tomó la palabra, casi obligado por los asistentes, y después de felicitar al físico quiso dejar claro que su teoría del tiempo no estaba en el campo de la ciencia: «Lo que quiero exponer es simplemente esto: una vez admitimos que la teoría de la relatividad es una teoría física, no todo queda cerrado». Pero Einstein sentenció: «El tiempo de los filósofos no existe».
Un siglo después, un estudio de la Universidad de Cornell (Estados Unidos) afirma que nuestra percepción del tiempo, la de cada uno, está marcada por los latidos de nuestro corazón. Y esta percepción cambia, no es continua, ya que la duración de cada latido es distinta. Si durante mucho tiempo se consideró que es el cerebro el que controla la sensación que tenemos del tiempo, este estudio viene a demostrar que el corazón también tiene su papel en la percepción que tenemos del mismo.
Quizá no lo sabías, pero los latidos de nuestro corazón son siempre diferentes (hablamos de milisegundos), pero esta diferencia en la duración de un latido a otro es suficiente para que la percepción que tenemos del tiempo no sea lineal, sino que se contrae o se estira con cada latido, ya que el cerebro utiliza los latidos de nuestro corazón para darnos la sensación de que el tiempo pasa.
Los investigadores de Cornell hablaron de la “arrugas temporales”. Cuando el latido que precedía a un tono era más corto, el tono se percibía como más largo. Cuando el latido precedente era más largo, la duración del sonido parecía más corta. Fascinante, ¿verdad? Pues ahí lo tienes, nuestro corazón y no sólo nuestro cerebro, influye en nuestra percepción del tiempo. La ciencia nos demuestra que el tiempo lo sentimos de manera subjetiva.
La próxima vez que mires el reloj y te sorprendas porque el tiempo transcurrido ha sido mucho menor o mayor del que has sentido, quizá te acuerdes de Bergson y su teoría del tiempo, ya sabes, el tiempo no es lo que medimos, es la “duración” de lo que vivimos.
Einstein le dijo a Bergson que el tiempo de los filósofos no existía, pero también afirmó, con posterioridad, que la distinción entre pasado, presente y futuro, o sea, el tiempo, no es más que una ilusión tercamente persistente.
Pues eso. Qué puedes seguir preguntándote qué es el tiempo. Quién sabe si algún día alguien demostrará que el tiempo no es más que una ilusión marcada por los latidos de nuestro corazón.