Opinión

Intrusismo

María Jesús Güemes
Actualizado: h
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Primero nos enteramos de que Bruce Willis se retiraba del mundo de la interpretación porque sufría afasia, un trastorno que afecta a la expresión y a la comprensión del lenguaje hablado y escrito. Luego, un año después, llegó un diagnóstico más preciso: tenía demencia frontotemporal, una enfermedad neurodegenerativa que va deteriorando progresivamente todas las habilidades. Su familia, mostrándose muy unida, compartió esta información sobre su salud en las redes sociales.

A partir de ese momento, como es lógico, la existencia del protagonista de Jungla de cristal y Luz de luna cambió notablemente. Por lo que hemos ido sabiendo a través de los medios de comunicación, durante mucho tiempo se fueron ocupando de él sus hijas; su esposa, Emma Heming, y también su exmujer, Demi Moore. Siempre rodeado de mujeres y de cuidados. Pero la situación iba empeorando y, al final, tuvieron que recurrir a manos profesionales para que le atendieran a tiempo completo.

Al conocer esta decisión, los fans del actor y todos aquellos que siempre se creen con derecho a opinar respondieron con un aluvión de críticas. No lo entiendo. Ya sé que nuestra condición humana es la de ser cotillas y emitir sentencias a diestro y siniestro, pero es que estos casos son tan delicados y personales que cualquier tipo de pronunciamiento es de un intrusismo intolerable. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar las medidas adoptadas? Harán lo que les dé la gana y no tengo ninguna duda de que siempre será lo más conveniente para su bienestar.

Heming tuvo que salir a justificarse y dejó claro que no tienen ni voz ni voto quienes no lo han vivido. Ella conoce la experiencia de primera mano y ha escrito un libro, El viaje inesperado, por si así puede ayudar a más gente que esté pasando por lo mismo. Ya es bastante doloroso ver cómo se desvanece la esencia de la persona que amas, para que encima te cuestionen e insulten.

Yo sé lo difícil que es hacer algo así porque mi padre tuvo alzhéimer. Podría contar muchas cosas, pero me voy a detener sólo en el momento en el que le tuve que buscar una residencia de ancianos. Él llevaba varios meses en mi casa y, por las mañanas, acudía a un centro de día. Por aquel entonces hablaba con sus nietos, veía la tele, comía solo, no me reconocía bien, pero sabía que era un ser querido que le protegía.

Pensé que le mantendría de esa forma durante muchos años, pero fue imposible. Me negaba a admitirlo, hasta que un día vino una trabajadora social para revisar su grado de dependencia. Le otorgó el más elevado y me dijo a la cara que no podíamos seguir así. Me explicó que necesitaba mayores atenciones. También me comentó que era conveniente hacerlo por nuestra propia salud mental. A mí eso me daba igual. Sólo me preocupaban sus necesidades. Qué más da si tú no duermes, qué importa lo que comas… ¿De dónde se sacan las fuerzas para, estando exhausta, poder asearle? No hay, pero todo sigue adelante.

La cuestión es que esa mujer tenía razón. Había llegado el momento de dar el paso y reconozco que fue muy duro. Terminó yendo a un sitio en el que estaban siempre pendientes de él y yo retomé mi profesión sintiéndome un poco más triste y vacía. Entiendo el sentimiento de culpa que arrastran muchos hijos de por vida. No te desprendes ya jamás de él. Todavía hoy le sigo dando vueltas a si lo debería haber hecho de otra manera. Nunca sabré si fue lo mejor, pero sé que esa era mi intención. Fue un largo adiós, un proceso demasiado agotador tanto físico como emocionalmente. De modo que a todos esos que se permiten valorar aquello que desconocen, les pediría que se callasen porque me molesta su ruido. Ojalá no se vean ellos nunca en una tesitura semejante.

Hay una cantante francesa llamada Zaz que le ha dedicado un par de canciones a la pérdida de la memoria y la razón. “Si llego a olvidarme, si un día salgo huyendo a toda prisa, recuérdame quien soy, aquello que me prometí”, dice más o menos la traducción de una de ellas. Se trata de una interpretación un tanto poética. No creo que haga falta tanto. Basta con estar a su lado. El núcleo que rodea a Willis es sólido, recibe un gran apoyo. Pero detengámonos a reflexionar en todas aquellas personas que no reciben ayudas y que nunca podrán acceder a ninguna prestación de servicios por falta de recursos. Seamos conscientes de que los cuidadores no se cuidan y hay que cuidarles.

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