Opinión

La botella de cava

María Dabán
Actualizado: h
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Cuando abres una botella de cava, corres varios riesgos: que el corcho salga disparado, que el cava se derrame… pero lo que siempre, siempre pasa es que te tienes que beber la botella entera porque el gas se pierde y la bebida se malogra. Quizá puedas intentar ponerle un corcho y que se conserve unos días más, pero no será lo mismo. Todo eso es lo que le está pasando al PSOE en general y a Pedro Sánchez en particular. El informe de la UCO sobre Santos Cerdán ha confirmado las peores sospechas, ha destapado la corrupción más burda entre el secretario de Organización del PSOE, el exministro de Transportes y su chico para los recados, pero el problema es que este caso ya no puede circunscribirse sólo a un problemilla en el partido, como pretende Sánchez, que ha pedido incluso “dimensionar” la crisis, como si eso pudiera hacerse ya, como si se pudieran poner puertas al campo.

Según el presidente, esto era un caso que implicaba a dos personas y ahora implica a tres. Y ya está. Olvida Sánchez que, si alguien pueda cobrar una comisión por la adjudicación de una obra pública es necesario que haya un ministerio, una consejería, un ayuntamiento, que colaboren para ello, y esto pone al presidente ante la sombra de una doble sospecha porque, ya no es que su número tres en el partido presuntamente se corrompiera, sino que también lo hizo al menos uno de sus ministros. Y aquí está otro de los problemas: que quizá no sea sólo Ábalos el que acabe señalado por la UCO y por el Tribunal Supremo, que puede afectar a más personas relacionadas con el Ejecutivo o con otras autoridades del estado. Y entonces ya no bastará con que Sánchez salga serio y con cara de compungido a pedir disculpas a los españoles. Todavía corremos el riesgo de que el cava se desparrame.

Curiosamente, una de las cosas que más ha escandalizado a Sánchez, no son las comisiones millonarias, sino los audios entre Ábalos y Cerdán hablando de las prostitutas que habitualmente contrataban. Ya saben, aquello de, “A ti te gusta más Ariatna”; “No lo sé, la Carlota se enrolla que te cagas”. Sobre todo, porque su propio suegro gestionaba varias saunas gays en las que, según el comisario Villarejo, se grababa a los clientes, no con ánimo de garantizar su seguridad, se supone.

Sánchez abandonó ayer su papel de hombre apesadumbrado para pasar a la ofensiva y dejar claro que seguirá al frente del Gobierno porque hay personas que no llegan a fin de mes y que necesitan de las políticas progresistas del Gobierno. Sin rubor alguno garantizó también que ellos no taparán la corrupción, ni perseguirán a los denunciantes ni destruirán pruebas… Habrá que preguntarse entonces de dónde han salido los ataques a los jueces, a los fiscales y a los medios, qué ha hecho Leire Díez estos últimos años y por qué “su” fiscal general se dedicó a borrar sus dispositivos cuando el Supremo comenzó a investigarle.

Para papelón también el que están haciendo los socios del Gobierno, que siguen tragando con el argumento de que la alternativa siempre será peor para sus intereses. Sánchez pues seguirá en el poder, pero la pregunta es ya ¿hasta cuándo?

En octubre del año pasado escribí: “Un caso de corrupción es lo más parecido a una ola. Cuando estás en la orilla parece que se va, pero siempre vuelve trayendo a veces cosas nuevas, no necesariamente buenas”. La ola ha vuelto y volverá otra más, y quizá llegue hasta un tsunami. Tiempo al tiempo.