Opinión

La incomprensible idea de que el sexo no es binario, ¿va de baja?

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Porque, efectivamente, el sexo es biológico y binario, no un espectro como fantasmagóricamente afirman algunos. Tampoco es un concepto intercambiable por género. Debra Soh, neurocientífica e investigadora sobre el sexo, autora del excelente ‘The End of Gender’, resume la cuestión de forma muy convincente: el género es un conjunto de preferencias que distinguen a cada sexo; la biología tiene más influencia en la determinación del género que la educación y la crianza; no es un constructo y es también binario: hay dos géneros que vienen dictados por los cromosomas y la exposición prenatal a las hormonas como causa primordial.

Efectivamente, el género no está separado de la anatomía o de la expresión sexual, pues los elementos adaptativos de nuestro software (género) no son más independientes del hardware (sexo) que el diámetro de un círculo lo es de la circunferencia. Es la biología la que dicta si somos típicos o atípicos en el género, y si somos atípicos no quiere decir tampoco que seamos trans. La expresión sexual es la manifestación externa de nuestra identidad sexual, la apariencia, el vestido y las maneras. Aquí lo cultural puede tener mucha influencia, claro. Y la orientación sexual se refiere al objeto del deseo sexual, que puede coincidir o no con el sexo opuesto.

Lo más corriente es que todo encaje. Sin embargo hemos vivido un primer cuarto del SXXI donde parecía que todo estaba patas arriba.

Pero, por suerte, parece que las aguas vuelven a su cauce. Steve Stewart-Williams es profesor de psicología y autor de varios libros importantes. Y ha escrito un artículo sobre un nuevo informe del politólogo y divulgador Eric Kaufmann, del Centro para las Ciencias Sociales Heterodoxas. En él se indica que cada vez menos jóvenes se están identificando como no binarios o no heterosexuales. Tras un aumento durante la década de 2010 y un pico a principios de la de 2020, las cifras parecen estar disminuyendo. ¿Qué podría explicar esta tendencia?, se pregunta. Para él, en primer lugar, es importante dejar claro que no se trata de que los jóvenes se hayan vuelto menos de izquierdas, más religiosos o más conservadores. Tampoco opina que se trate de que pasen menos tiempo en las redes sociales. Kaufmann probó todas esas hipótesis y no encontró respaldo para ninguna.

Pero algo sí encontró cierto respaldo. Y es una hipótesis muy interesante. El investigador cree que esa especie de epidemia de binarismo, incluso de aproximación a lo trans, estuvo en parte relacionada con una salud mental de los jóvenes que tocó fondo durante la pandemia, y que se ha ido recuperando hasta cierto punto. Otra posibilidad es que identificarse como no binario o no heterosexual fuera, en cierta medida, una moda juvenil que ya no se lleva tanto. En palabras del investigador: el declive “parece más similar al desvanecimiento de una moda o tendencia. Ocurrió en gran medida independientemente de los cambios en las creencias políticas y el uso de las redes sociales, aunque la mejora de la salud mental influyó”. Naturalmente, ya sabemos que no todas las personas son heterosexuales. Hay una gran variedad en la viña del Señor. Pero el estudio señala en la dirección de que ese tipo de identificaciones fueron dominantes durante un tiempo en determinados círculos y ambientes y que “las cifras estaban algo infladas”. Iremos entendiendo el fenómeno a medida de que lleguen nuevos estudios.

También les quiero dar una noticia interesante. Francisco Capella, licenciado en Ciencias Físicas de la Universidad Complutense de Madrid y miembro fundador y director del área de Ciencia y Ética del Instituto Juan de Mariana, va a organizar una conferencia el 8 de noviembre en la Universidad Francisco Marroquín de Madrid sobre Steve Stewart-Williams. Particularmente se centrará en su libro del 2018 The Ape That Understood the Universe.

No se la pierdan. ¡Ojalá pudiera acudir!

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