La semana pasada publicaron en este mismo medio una columna llamada “Donantes de órganos”, firmada por quien esto escribe. La compartí en varios sitios pensando que quizás era una sátira demasiado evidente. Por lo visto no lo fue. Me escribió mucha gente – gente que incluso me conoce – preguntando si propuesta de liberalizar la venta de órganos (perdón: donación altruista compensada) era en serio.
Si la hubiera publicado hace diez años, nadie hubiera pensado que iba en serio. Lo que yo proponía, si omitimos la intención satírica, es una salvajada. No puedo achacar las reacciones a la falta de comprensión lectora. Es más bien una reacción natural en un mundo en el que todo, hasta lo más inhumano, parece excusable si hace que alguien gane dinero (y en este caso no me refiero a los presuntos donantes, claro). Escuché una charla de Amelia Valcárcel en la que decía que todo el mundo vería una barbaridad la idea de vender un riñón, porque nos imaginamos automáticamente a un hombre (un varón) vendiendo ese riñón, y que cuando se trata de gestación subrogada (que es de lo que realmente iba el artículo, aunque solo se mencionara al final) se acepta como algo admisible porque somos las mujeres las violentadas, vejadas, utilizadas, y alquiladas como vasijas para paliar las mal gestionadas carencias emocionales de otro.
Estoy y estaré en contra de la gestación subrogada, y dentro de unos años tendré que decirlo con la boca chica porque habrá ya muchos niños nacidos por este método a los que no querré insultar; ellos no tienen la culpa de nada. La reciente y relativa prohibición de compra venta de niños por encargo es más que imperfecta. Un comprador que haya utilizado su material genético para encargar un niño tendrá la patria potestad. Imagino que cuando hay que abandonarlos porque no salen todo lo guapos y superdotados que ellos querían (como demuestran todos esos niños con síndrome de Down abandonados en orfanatos de Ucrania), no esgrimirán el argumento del parentesco.
Esta semana, el presentador argentino Marley (a quien estaba encantada de no conocer) comentaba en una entrevista cómo el parto de su hija comprada (Milenka) fue “natural” a pesar de que el médico insistía en que había “mucho sangrado”. La madre de verdad (llamada “gestante” en la repugnante jerga neoliberal) estaba desangrándose, y el médico intentaba convencer a este infecto ser vivo llamado Marley de que “ese” método natural no era el mejor. Al final aceptó usar el método de la ventosa para sacar a la niña, aun a riesgo de que la madre muriera. Es curioso cómo en la entrevista no se menciona en ningún momento a la madre (“gestante”), porque sólo cuenta la voluntad del comprador, que al final es el que paga.
La realidad de la gestación subrogada es esa: el comprador es dueño del cuerpo y del destino de la mujer. Barbijaputa – el último personaje caído en desgracia por cuestiones políticas – entrevistó en su podcast a una de estas gestantes. La mujer contaba cómo no le estaba permitido siquiera ir al hospital más cercano, sino al que los compradores elegían. La falsa solidaridad, la excusa vil y rastrera de la donación altruista, y el argumento meluflio de la felicidad de ser padres son los caballos de troya de esta pirueta de la ética más elemental.
Imagino el dolor que puede ser no tener la deseada maternidad o paternidad, pero la consecución de tus deseos nunca debería pasar por encima de los derechos humanos de los demás, y parece que últimamente lo único que importa es el propio deseo. ¿Cómo vas a querer a un hijo que has encargado en un país pobre, utilizando y destrozando el cuerpo de una mujer en estado de necesidad? Es imposible que quieras ni a ese hijo ni a nadie.
Un periodista liberal escribió hace dos semanas un polémico tuit que me llevó a escribir el artículo de la donación de órganos. Cito textualmente: “Tú sabes la cantidad de niños adoptados que vienen con tantos traumas que son irrecuperables y les arruinan la vida a sus padres adoptivos? El que quiera ser un mártir adelante con ello, pero yo seguiré un proceso donde una mujer que acredite solvencia económica cobre una pasta por gestar a mi hijo en decisión libre e informada. Y a quien le parezca mal me puede comer los huevos por detrás. Un besito.”. Si esto es un acto de amor, yo me bajo del mundo antes de que la donación altruista de órganos en vida sea una realidad.