Opinión

Las despedidas

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Tendemos a pensar que las despedidas no son fáciles y que incluso son dolorosas, y es que no nos han enseñado a despedirnos. De nada. No nos han enseñado a despedirnos de nada en esta vida, cuando todo es pasar y todo pasa, y, como recogió Heráclito en su Panta rei, todo se mueve y nada permanece, y nunca nos bañamos dos veces en el mismo río.

Pero nos despedimos de muchas cosas en la vida. Y no todas las despedidas tendrían que ser difíciles o dolorosas, aunque muchas de ellas, en muchos momentos de nuestras vidas, lo sean.

Decimos adiós a nuestros padres para ir al colegio cuando somos niños y decimos adiós a nuestros amigos de las vacaciones de verano, sin saber si volveremos a verlos. Nos despedimos del colegio y de la universidad. Nos despedimos de amigos y de amores, a veces ligeros, otras, personas y relaciones que marcan una vida.

De adultos nos despedimos, aunque sea para encontrarnos de nuevo al cabo de unas horas, de las personas que queremos cuando salimos de casa por la mañana. Nos despedimos de nuestros compañeros de trabajo cuando volvemos a casa. Esto lo hacemos a diario y no parece ser difícil, quizá porque tenemos la certeza, y no dudamos, de que todo estará donde lo dejamos al despedirnos, nuestros seres queridos y nuestra vida cotidiana.

Nos despedimos de trabajos y nos despedimos de las ciudades donde viajamos por un tiempo o donde creamos una vida a la que también tenemos que decir adiós.

Hay personas que se despiden en silencio y se van de puntillas y otras se despiden dando un portazo. Y hay personas que se despiden agradeciendo.

Más difíciles son las despedidas cuando se termina, de manera inesperada, una relación de amistad, de amor, ese trabajo. Qué decir cuando es la muerte la que nos obliga a despedirnos. Y qué decir cuándo no es posible despedirse.

Nos despedimos también de quienes fuimos en el pasado porque un día nos damos cuenta de que ya no somos los mismos, hemos cambiado nuestra actitud o incluso nuestra vida, aunque a veces no se advierta desde el exterior.

En las despedidas está el dejar ir, a veces con dolor, y el dejar llegar. A veces también está el sentir que nos quedamos sin suelo bajo los pies y nos urge buscar uno nuevo porque parece que nos caemos. Porque hay un cambio y hay un vacío y ya nada es como era, nada es como aquello que conocíamos.

Y muchas de estas despedidas se convierten en dolor, aunque sea por un tiempo. Vivir es sentir dolor y vivir con miedo al dolor es negarse a vivir, decía Baumgartner, el personaje (y quizá alter ego) de Paul Auster en la novela homónima. Pero no se enseña que el dolor forma parte de la vida, que las despedidas pueden ser dolorosas, y que son irremediables y que también forman parte de la vida.

No nos enseñan a despedirnos y a aceptar que nada es para siempre, que nadie es para siempre, que vivimos en una cuenta atrás de todo y con todos, que esa es la esencia de la vida, por más que vivamos a menudo de espaldas a ella.

Y por eso me viene a la cabeza la canción de Mikel Izal titulada Despedida, donde nos invita a prepararnos en la cuenta atrás y celebrar una fiesta de despedida, donde agradecer cada día del que uno se despide:

“Ya ha comenzado la cuenta atrás, se acabará
no es que no me importe
es que simplemente sé que lo hará
¿De qué me serviría pensar que nunca sucedería?
prefiero preparar, una fiesta de despedida
por cada uno de aquellos días que fueron tan
rápidos, tan fáciles
tan intrépidos, tan imbéciles
que se marcharán”

Los días se marcharán y claro que nos importará, pero si comenzamos la cuenta, atrás, si nos adelantamos a la despedida, como nos contó Rilke, nuestro corazón resistirá: Adelántate a toda despedida / como si la hubieras dejado atrás / como el invierno que se está marchando / pues bajo los inviernos hay uno tan infinitamente invierno / que, si lo pasas, tu corazón resistirá.

Deberían enseñarnos a despedirnos. Deberían enseñarnos a prepararnos y celebrar las despedidas, al igual que cada año celebramos la Nochevieja o nuestro cumpleaños, y dejamos ir el año que pasó dando la bienvenida al nuevo.

Celebrar lo que fue, que podía no haber sido y abrirse al porvenir, dejar llegar lo que está por venir. Y si no nos enseñan, aprenderlo nosotros. Ejercitarnos como atletas en la esencia de la vida, dejar ir, dejar llegar y hacer nuestro corazón resistente.

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