Decía Mariano Rajoy que nadie resiste la publicación de una conversación privada. Bien que lo sabía él porque, a día de hoy, nadie ha olvidado el “Luis, sé fuerte”, o el “Luis, nada es fácil, pero hacemos lo que podemos. Ánimo”. Ahora lo que se lleva es otra cosa y, si no, que se lo digan al fiscal general del estado, Álvaro García Ortiz, que se apresuró a borrar todos sus mensajes el mismo día en el que el Supremo decidió investigarle por la supuesta filtración de datos privados de Alberto González Amador, la pareja de Isabel Díaz Ayuso. Eso sí, luego, con la mayor de las caraduras posibles, tuvo el valor de decirle al juez que lo había hecho “por motivos de seguridad”. Y todavía hay gente que ve normal esa actuación perpetrada por el máximo representante del Ministerio Público.
A Pedro Sánchez y a los ministros Robles, Marlaska y Planas les hackearon el móvil entre octubre de 2020 y diciembre de 2021, sin que todavía sepamos, a día de hoy, quién pudo hacerlo y a qué información realmente relevante o delicada para la seguridad del Estado tuvieron acceso. Y, como ya ha pasado el tiempo, ¿para qué dar más explicaciones si ya nadie se acuerda? Pelillos a la mar que el tiempo y la distancia son el olvido.
Ahora hemos conocido unos mensajes publicados por el diario El Mundo en los que queda claro que el presidente del Gobierno tenía un comportamiento muy macarra con sus barones díscolos a los que llamaba, hipócritas, impresentables y petardos, antes de mandar a sus lugartenientes Ábalos, Cerdán y Montero a meterlos en vereda. De esos mensajes se desprende, sobre todo, que Sánchez no soportaba la disidencia, y por eso se entiende mejor que no haya parado hasta acabar con casi todos (queda todavía el irreductible Page, al que todavía ampara su mayoría absoluta en Castilla-La Mancha). Susana Díaz era consciente de las maniobras que Ferraz había hecho para que Juan Espadas la desbancara como líder en Andalucía, pero, como admitía ayer, “verlo transcrito es muy jodido”.
Javier Lambán, otro de los vilipendiados, llegó a contar en Más de Uno de Alsina que, en varias ocasiones, fue el propio Pedro Sánchez el que le llamó para echarle la bronca, y al barón aragonés le sorprendió “su ira y falta de control”.
Desconocemos si la filtración de estos mensajes ha sido por vía judicial o está siendo utilizada como un mensaje a navegantes del propio José Luis Ábalos para que la UCO deje de buscar más trapos sucios. Pero hay una pregunta más que nos podemos hacer: ¿por qué la mano derecha de Pedro Sánchez guardaba dos USB con las conversaciones entre ambos? Y, ¿por qué era Koldo García el encargado de custodiarlos? De hecho, cuando la Guardia Civil encontró en su casa los dos pendrives y un disco duro, el asesor de Ábalos dijo: “Lo que hay dentro es muy gordo y no vais a poder desencriptarlo”. Todavía quedan muchas preguntas sin responder, pero parece claro que el exministro de Transportes quiso garantizarse un seguro de vida por si las cosas venían mal dadas, y tiene sentido pensar que quizá está mostrando que tiene más ases en la manga. Ábalos lo niega, dice que la filtración viene de la UCO, y que él sólo guardó esa información para escribir sus memorias, como si fuera Churchill.
Lo que es hilarante es ver la reacción del Gobierno y del PSOE ante estas revelaciones. Cuando se publicaban los mensajes de Rajoy y Bárcenas, los socialistas aplaudían. Ahora que los mensajes son entre Sánchez y Ábalos ven muy grave que se difundan las comunicaciones privadas del presidente del Gobierno. Y es que, como siempre, vemos la paja en el ojo ajeno, pero no vemos la viga en el propio.