Este lunes 14 supimos que la Justicia había condenado a dos tuiteros a pagar más de 7.000 euros a Lucía Etxebarria, Premio Nadal (1998) y Premio Planeta (2004), por perseguirla y denigrarla en las redes sociales. Lo hicieron por el desagrado que les producía tanto lo que consideraban su “ideología” como sus opiniones sobre el colectivo LGTBI+. ¿Por qué? Pues porque la escritora manifestaba sus dudas sobre la realidad del fenómeno trans y su invasión del espacio femenino, y eso la convertía en lo que llaman una terfa, un acrónimo del término en inglés trans-exclusionary radical feminist, que en su traducción literal al español significa feminista radical transexcluyente. Terfa o terfo es un insulto de diseño que dedica la izquierda woke a quien señala la más evidente y sencilla realidad de la vida: que una mujer o un hombre no lo son por sentirse como tales sino por venir determinados por su sexo biológico. Y, casualidades de la vida, esta sentencia llegó sólo dos días antes de que cayera la auténtica bomba: este pasado miércoles, la Corte Suprema británica dictaminó exactamente eso por lo que Etxebarria se ganó su acoso: que una mujer es una hembra humana adulta, no un señor que se siente como tal. Impulsada la iniciativa por la organización escocesa For Women Scotland, es una derrota para el Gobierno escocés, que apoyaba la visión LGTBI+.
Eso que, parafraseando a Groucho Marx, entendería un niño de cinco años, ha requerido de un niño de cinco años. Es decir, que el absurdo llegase a tales extremos que al final tuvieran que intervenir los jueces. Lucía y muchos más se podrían haber ahorrado disgustos si políticos y creadores de opinión en general no se hubieran dejado arrastrar por las tendencias locas del momento y hubieran mantenido la cabeza firme frente la enésima epidemia memética. Un meme, dice el diccionario, es un rasgo cultural o de conducta que se transmite por imitación de persona a persona o de generación en generación, y, como los virus en otro plano, los hay de buenos y de malos. Y los que han convertido a la gente en terfa y la han puesto en la diana de iluminados y paranoicos son de los peores. En el caso de Etxebarria le han ocasionado molestias infinitas en forma de coacciones durante cinco años, con profusión de mensajes vejatorios vertidos en sus perfiles públicos. Y no por parte de simples indocumentados: uno de los sancionados es un conocido profesor de la Universidad Pablo de Olavide. Y es que los universitarios aún son peores.

Han sido muchos los acosados o los tratados injusta y distópicamente. No sólo por parte de otros ciudadanos, como en el caso de la autora española. También por parte de las mismas instituciones de los estados, que han sucumbido a esa ideología acientífica y supersticiosa. Ahora que hablamos de For Women Scotland, recordemos que, recientemente, una enfermera escocesa fue suspendida tras quejarse de que la obligasen a compartir vestuario con una “compañera transgénero”. Sandie Peggie, que así se llama, no estaba conforme con tener que cambiarse la ropa junto a la doctora Beth Upton porque era más bien un “doctor”. Este la denunció por “acoso ilegal” amparado por una grotesca ley de igualdad que le convertía a él en víctima. También hace apenas unas semanas, otra enfermera del National Health Service Jennifer Melle fue suspendida y expulsada por haber dicho lo que el Tribunal Supremo dictaminó esta semana de forma unánime: que una “mujer trans” es un hombre.
Sandie Peggie stood up for women’s privacy and paid the price. NHS Fife suspended her for objecting to a male colleague in the female changing room. She was treated as the problem—for wanting what the law was always meant to guarantee.
Now the UK Supreme Court has ruled that… pic.twitter.com/vnt4He7oqM
— boswelltoday (@boswelltoday) April 16, 2025
Espero sinceramente que este tribunal sea el primero en restituir la verdad de los hechos fácticos y de la ciencia. Por no hablar del mero sentido común. No es de recibo que existan leyes estatales que codifiquen que los hombres con simplemente identificarse como mujeres puedan acceder a espacios y a legislaciones exclusivos para mujeres. Las mujeres queremos que se protejan nuestros derechos y no, como en el caso de Etxebarria, que se nos persiga por señalar la verdad. La victoria de la Corte Suprema del Reino Unido debería servir de modelo para otros tribunales inmediatamente.