No sería una novedad el hecho de hablar sobre de la doble moral en la política española. Tampoco lo sería si esto lo aplicamos a la prostitución.
Desde hace muchos años diversos partidos políticos apuestan por prohibir la prostitución, lo que se puede interpretar como una parte meramente ideológica, defendida por personas que creen en ello y que predican con el ejemplo.
Pero como la realidad supera la ficción, es en aquello del predicar con el ejemplo cuando comienzan a hacer aguas todas estas medidas de defensa.
Medidas para prohibirla, medidas para perseguir a los que consumen prostitución, medidas para asediar también a aquellas personas que la ejercen de manera libre. Pero ¿dónde están las medidas para despedir u obligar a renunciar de manera fulminante a aquellos cargos públicos que sabemos que la consumen?
Vivimos en un país en el que un diputado por la mañana vota que se prohíba la prostitución, mientras que por la tarde se sumerge en experiencias “exóticas” contratando mujeres que hagan que sus fantasías se cumplan, o que simplemente les satisfagan.

También ha sido notorio el hecho de que los españoles con nuestros impuestos, hemos pagado este tipo de fiestas y bacanales a cargos públicos en los que sustancias y mujeres de compañía eran el corazón de la fiesta. Incluso en tiempos de pandemia.
Retomando el asunto de la doble moral y a la personificación de la mentira – que ya no existe -. Tenemos a nuestro presidente, Pedro Sánchez.
Era un secreto a voces el hecho de la dedicación de su suegro, de las saunas de las que era propietario y/o socio, y la gerencia de ese tipo de negocios en los que, al parecer según diferentes testigos y extrabajadores, se desarrollaban actividades ilícitas como el trabajo más antiguo del mundo.
Tampoco era un secreto el hecho de que la mujer del presidente, Begoña Gómez, trabajaba desempeñando diferentes funciones del negocio de su padre; como el llevar la contabilidad de un club de alterne llamado Castellana 180 o el pago a proveedores desde una oficina ubicada en una de las saunas de su padre.

Quién nos diría, que intentarían darle un halo de feminismo, siendo casi cabeza de cartel en diversas manifestaciones y permitiéndose el darle lección de cómo ser mujer a otras.
Todo esto adquiere importancia cuando se revela, que mientras Begoña Gómez desempeñaba este trabajo, el actual presidente, Pedro Sánchez, defendía a ultranza un programa contra la prostitución. ¿Sería convicción? ¿Querría acabar con el negocio de su suegro? ¿Dejar a su mujer sin trabajo?
Es reseñable el hecho de que para Pedro, las parejas siempre influyen en los políticos, y aunque sean anónimos, se les señala y responsabiliza. Además, nunca por parte del gobierno se ha separado la figura del consorte con la del político. Siempre por parte de este ejecutivo se insiste en que, si la pareja hace algo irregular, el político se ha enriquecido, por lo que se convierte en una diana a la que atacar.
Aplicando esta lógica implantada por el Gobierno de España y por el propio presidente, tendríamos que asumir que Pedro Sánchez debería haberse beneficiado de las ganancias de su mujer Begoña Gómez mientras trabajaba ligada al sector del alterne. Trabajo realizado mientras él defendía todo lo contrario.

Quizás estamos antes un canonizado y pulcro presidente que no sabía a qué se dedicaba su pareja, quizás deberíamos verlo así. Lamentablemente la lógica y el dogma impuesto por él mismo hace pensar que lo que hacía era engañar a los ciudadanos, y que no hacía ascos a los negocios de su suegro, ni a la dedicación de su mejor.
Imaginémonos esas cenas de Nochebuena en las que por ejemplo, se hablaba de los negocios familiares, y en las que el actual presidente participaba o guardaba silencio.
Por suerte el mundo avanza y aparecen cátedras, direcciones de másteres y muchas otras cosas más. Aunque la realidad y el pasado, no se puedan modificar.