Desde el punto de vista del sentido común y la experiencia, la familia, la familia que se mantiene intacta en el tiempo, se considera en todas partes una unidad sólida sobre la que construir una sociedad. Por ese motivo los gobiernos que no tienen ideologías irracionales deberían hacer todo lo posible por intentar mantenerla unida. Sin embargo, vemos como los matrimonios se desmoronan.
¿Por qué se ha acelerado este declive en los últimos 20 o 30 años? He leído en Time un artículo sobre la importancia del empleo masculino en la solidez de la unión de una pareja. No es el primero, de hecho hay varios estudios en este sentido. Y los legos en sociología tampoco ignoramos cómo de importante es esta cuestión. Yo misma, y seguramente muchos de los lectores de este artículo, conocerán casos donde la economía ha sido, si no el factor primordial, uno de los importantes en las separaciones de las que han tenido noticia.
Hay parejas de todos los colores, pero las presiones laborales y financieras pueden afectarlas. Belinda Luscombe es editora general de Time y tiene un libro muy a propósito: ” Marriageology: the Art and Science of Staying Together” (Marriageología: el arte y la ciencia de permanecer juntos). Y es la autora de la pieza que les traigo: “Men Without Full-Time Jobs Are 33% More Likely to Divorce” (Los hombres sin trabajo a tiempo completo tienen un 33% más de probabilidades de divorciarse). En ella presenta un nuevo estudio de Alexandra Killewald, profesora de sociología en la Universidad de Harvard, sobre 6300 parejas heterosexuales que revela que, a igualdad de condiciones, los hombres que no trabajan a tiempo completo tienen un 33 % más de probabilidades de divorciarse en los 12 meses siguientes que los maridos que sí tenían empleos a tiempo completo.
Para ella, uno de los motivos es que estos hombres que no cumplen el rol estereotípico de sustentador de la familia, suelen ver su matrimonio en riesgo. Pero no es el único factor. “Mis resultados sugieren que, en general, los factores financieros no determinan si las parejas permanecen juntas o se separan”, afirma la investigadora. Para ella un factor a tener en cuenta en ese aumento de divorcios es que las mujeres tienen mucha más independencia financiera, con títulos, carreras y patrimonio propio.
No se sienten dependientes de su cónyuge ni de su matrimonio para su estabilidad financiera. En EEUU, dos tercios de los divorcios son iniciados por mujeres, a pesar de que sus posibilidades de volver a casarse son menores que las de sus exparejas (un tema para otro día). En España, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) para el año 2023, en los casos de divorcio entre parejas de diferente sexo donde no hubo acuerdo mutuo, las esposas iniciaron el proceso en mayor medida que los maridos. Concretamente, de los divorcios no consensuados, las mujeres presentaron la demanda en 13.492 casos (18,0%), mientras que los hombres lo hicieron en 7.161 casos (9,6%). Sin embargo, en la mayoría de los divorcios (72,4%), la solicitud fue presentada por ambos cónyuges de mutuo acuerdo.
Para la socióloga, lo que marcó la diferencia en su estudio fue el papel que cada cónyuge desempeñó en el matrimonio. Antes de 1975, las esposas que solo realizaban el 50% de las tareas domésticas tenían más probabilidades de divorciarse que las que realizaban el 75%, pero ahora no hay diferencia. Y es un factor que se añade a la variable desempleo masculino en iniciar un proceso de separación. ¿Será que las mujeres se enfadan con sus parejas por no trabajar y aun así no ayudar en casa? No cabe duda de que hay muchos elementos involucrados, pero Alexandra Killewald considera que se debería fomentar una visión más amplia del rol del esposo en la familia. Que participase más en las tareas domésticas podría ser positivo, pero siempre que fuera capaz de obtener y mantener un empleo.
Y eso no está fácil. Grant Bailey, del Instituto de Estudios Familiares, y Brad Wilcox, director del Proyecto Nacional sobre el Matrimonio en la Universidad de Virginia, no lo ven muy claro. Para ellos, los hombres están abandonando las instituciones más importantes —el trabajo, la educación y la familia— en cifras récord. En particular en las clases menos educadas. Piensan que el culpable podría ser una administración que otorga abundantes beneficios a las personas sin discapacidad que no tienen empleo. En EEUU, una gran minoría de hombres jóvenes de entre 25 y 40 años que no trabajan, o que trabajan menos de tiempo completo, reciben alimentos o dinero del gobierno. ¿Esa, digamos, “tranquilidad” puede ser una razón añadida al hecho de no esforzarse para lograr una pareja ni para mantenerla? Habrá que seguir dándole vueltas, porque la cosa se complica.