En pocas ocasiones hemos estado todos tan pendientes de quién sería el agraciado. No tanto por un súbito interés por la paz sino más bien para poder continuar en nuestras particulares guerras. Esta vez sería entre los partidarios de los méritos del postulante más entusiasta en la historia del galardón, Trump, y los detractores de cualquiera de los actos que éste haga. Incluso cuando son, a todas luces, para bien y por el bien.
El anuncio de la tregua en Gaza que abre camino a la posibilidad real de un plan de paz entre Israel y Palestina dejó a muchos con el pie cambiado. El contenido pasó a un segundo plano por el continente. Era Trump quien lo anunciaba. O sea, plan de paz sí pero no así, pensaron muchos. La cosa es que no sabían exactamente como decirlo. De ahí esa gélida reacción que se denominó prudencia. Ahora sí. “Es muy pronto para hacer una valoración, vamos a ver, es solo el principio, por ahora no hay nada claro” y, de fondo, una sospecha. El Nobel de la Paz, ese por el que tanto suspira Trump, se anuncia este viernes y no vaya a ser que esta celeridad y perfección en los tiempos haga que la Academia de los Nobel se vea en la obligación de caer en la trampa. Ya estaban los argumentarios listos para proclamar el derrumbe de otra de las instituciones internacionales que aún goza de cierto prestigio. Siempre listos para atacar. A la contra se vive mejor.
Y llegó el anuncio. Todo un señor noruego, móvil en mano marcaba tembloroso y lleno de emoción un número de teléfono. Al otro lado descolgaba en medio del sueño la voz de María Corina Machado. Le anunció que ella era la galardonada con el Nobel de la Paz de 2025. “Oh my God” fue su primera respuesta, a lo que siguió un humildísimo y profundo “no tengo palabras. Muchas gracias, pero espero que pueda entender que esto es un movimiento, esto es un logro de toda una sociedad, yo soy solo una persona y definitivamente no merezco esto”. Firme, exacta, definitiva y siempre lista. Impresiona.

Lo merece. Tanto que lo merece. Se ha concedido el premio Nobel de la Paz a una heroína. Una mujer con unas capacidades humanas, políticas, intelectuales y mentales absolutamente extraordinarias. Una mujer única que ganó sin presentarse, las ultimas elecciones celebradas en Venezuela. Capaz de poner en pie a un país que creían de rodillas. Las elecciones las ganó pero, como ella misma dice, “aún no las ha cobrado”. Para vergüenza del mundo, y especialmente del Gobierno de España por el rol que ha tenido en esto Zapatero, Maduro sigue al frente de la mayor narcodictadura del continente americano. Y sigue acosándola a diario y con todo. Y allí sigue ella, descolgando el teléfono a quien necesite cualquier cosa en medio de la noche. Esta vez era una buena noticia. Ella lo vio primero, como todo. Y lo dijo. El premio no es suyo, es del pueblo de Venezuela.
Un país que lleva más de 20 años sufriendo dictadura, narcotráfico y hambre. Más de 7 millones de venezolanos forzados a salir en estos años en busca de una mínima posibilidad de futuro. El régimen de Maduro lo ha podrido todo, excepto a ella.
La Academia premia la lucha infatigable de los venezolanos por alcanzar su libertad. Premia su dignidad, su valentía, su fuerza y lo hace en un momento clave. Cuando los ojos del mundo están puestos en Israel, y Europa tiene su mirada clavada en Putin. Allí cerca, un comité independiente interpreta, desde 1901, el testamento de Alfred Nobel buscando “la persona que más o mejor haya contribuido a fomentar la hermandad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos y el establecimiento o promoción de la paz”. Este año 2025 ese comité ha puesto el foco del mundo en María Corina Machado. El mundo entero va a conocer a partir de hoy la terrible e injusta situación de Venezuela. Por eso es importante el Nobel.

Pues bien, la Academia de los Nobel no se ha equivocado. No porque lo diga yo (Dios me libre), sino porque María Corina es faro. Ilumina, orienta y representa. Este premio es mucho más que el Nobel a la Paz de una mujer con principios, firme y valiente. Es el Nobel de la Paz a todo lo que ella representa. El Nobel de MCM incluye el mérito de la ONG Médicos sin Fronteras, que desde 2015 asiste la terrible crisis medico-humanitaria de Venezuela donde han atendido más de 166.900 consultas ambulatorias y 6.600 prenatales sólo en el último año. El premio de MCM es también el reconocimiento a la terrible lucha por la democracia y la libertad en Rusia de Nalvalni, otro de los candidatos, el opositor ruso asesinado y torturado en prisión por el sátrapa de Putin.
Venezuela encabeza el ranking de países con mayor número de presos políticos del hemisferio occidental, más de 841 presos políticos (16 de ellos españoles, según Foro Penal), detenidos arbitrariamente, dirigentes políticos democráticamente electos y defensores de los derechos humanos que sufren las peores torturas y humillaciones. En los últimos diez años, más de 20 presos políticos han muerto en las cárceles venezolanas. Pero es que el Nobel de María Corina es también el Nobel de la Paz de Trump que, a diferencia de otros gobiernos como el de España, no dudó en tomar partido por los demócratas venezolanos al reconocer a Edmundo González como “presidente legítimo” de Venezuela. “Estamos en el umbral de la victoria y hoy, más que nunca, contamos con el presidente Trump”, decía MCM en su primer mensaje tras conocer el galardón. El futuro de Venezuela también pasa por el presidente de los Estados Unidos de América.
Ella es así y la Academia lo ha visto. Una sola persona capaz de albergar y representar casi todo y a casi todos.
¡Enhorabuena María Corina y gracias!