Opinión

Una tregua de paz sin justicia para Gaza

Celebrations in Tel Aviv after Gaza peace deal announcement
Jacqueline Hellman
Actualizado: h
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La semana pasada, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, presentó un plan de paz de veinte puntos para la Franja de Gaza. Esta propuesta establece como objetivo principal el cese del conflicto bélico que asola el enclave desde hace ya dos años. Conviene apuntar que no se trata de un enfrentamiento armado cualquiera, puesto que el Estado de Israel –una de las partes beligerantes– ha sido acusado de cometer actos genocidas de acuerdo con lo que estipula la regulación internacional. Así lo ha señalado la Organización de las Naciones Unidas en un informe recientemente emitido. Asimismo, la Corte Penal Internacional emitió en su momento una orden de arresto contra varios dirigentes israelíes al considerar que podrían haberse cometido crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.

Dada la gravedad de los hechos denunciados, la hoja de ruta planteada por el líder norteamericano –que prevé la liberación de rehenes israelíes y prisioneros palestinos, así como la creación de una administración temporal en Gaza– cobra especial relevancia en tanto que busca ofrecer una salida política a un conflicto que ha derivado en una profunda crisis humanitaria que ha diezmado profundamente a la población palestina.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la Casa Blanca en Washington
Efe

Un punto de inflexión

Pocos días después de anunciarse la hoja de ruta presentada por Washington –en un acto, por cierto, celebrado ante la presencia del primer ministro israelí–, comenzaron a circular rumores sobre su posible materialización. Y, efectivamente, en la mañana del jueves se confirmó que Israel y Hamás habían alcanzado un acuerdo inicial –justo un día antes– con respecto a la primera fase del plan. Este importante avance podría representar un punto de inflexión hacia el fin del conflicto. En este contexto esperanzador en el que nos encontramos, el dirigente israelí ha afirmado que el compromiso adquirido el miércoles pasado reviste una gran relevancia para su país, ya que implica principalmente el regreso de los rehenes a sus hogares. Hamás, por su parte, ha agradecido la intervención de Donald Trump, señalando que este acercamiento es producto de unas “negociaciones responsables y serias” surgidas tras el itinerario trazado la semana pasada en la Casa Blanca. Asimismo, ha incidido en las labores de mediación llevadas a cabo por Qatar, Egipto y Turquía.

En todo caso, antes de extraer conclusiones precipitadas, parece que este primer entendimiento significará, casi con toda seguridad, la liberación de los veinte rehenes israelíes que permanecen aún con vida y que fueron capturados durante los violentos atentados perpetrados por Hamás el 7 de octubre del año 2023. También supondrá la puesta en libertad de unos dos mil prisioneros palestinos detenidos en el contexto del citado ataque. Además, está prevista la retirada parcial de las tropas israelíes, cuya línea exacta de repliegue todavía debe definirse.

Palestinos desplazados internos celebran el anuncio de un acuerdo de alto el fuego entre Hamás e Israel en Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza
EFE/EPA/HAITHAM IMAD

Los escollos

En relación con las medidas que pretenden implementarse en los próximos días surgen fuertes interrogantes en torno, principalmente, al modo en el que se prevé la retirada de las fuerzas israelíes. Trump, en su propuesta originaria, ha delineado un repliegue progresivo en tres fases. La primera fija un espacio destinado a garantizar la liberación de los rehenes, así como la entrada de la ayuda humanitaria. Posteriormente, tendría lugar un segundo retraimiento en el caso de que Gaza haya dejado de constituir amenaza alguna. La desmilitarización de la zona supondría la entrada en escena de la Fuerza Internacional de Estabilización (ISF por sus siglas en inglés) que se encargaría de entrenar a las fuerzas policiales palestinas. En ese momento, se produciría un nuevo retroceso por parte de los militares israelíes. Finalmente, en una tercera etapa, se establecería un perímetro de seguridad hasta que “Gaza esté debidamente asegurada frente a cualquier posible reaparición de amenazas terroristas”.

Ello dejaría a Israel un espacio reducido de control sobre la zona en cuestión. Mientras tanto, la región sería administrada bajo un gobierno temporal compuesto por un comité palestino tecnocrático y apolítico que quedaría bajo el control de un nuevo organismo internacional presidido por Donald Trump.

Israelíes observan la Franja de Gaza desde una colina
EFE/EPA/ATEF SAFADI

¿Hacia un control indirecto del territorio?

Si bien es cierto que las negociaciones siguen avanzando, es preciso indicar que la falta de concreción y detalle del esquema anteriormente explicado pone en entredicho la viabilidad real del plan propuesto por el líder norteamericano. Arroja, en definitiva, serias dudas acerca de si la presencia internacional y las condiciones impuestas podrían perpetuar, más que resolver, la dependencia e inestabilidad del territorio. A ello se suma la incertidumbre e inquietud existente con respecto al nivel de compromiso que Israel esté verdaderamente dispuesto a asumir. Algunos expertos apuntan a que se corre el riego de que, por motivos de seguridad (fundados o no), el gobierno de Netanyahu decida incumplir lo pactado y se adentre en el perímetro establecido a favor de los palestinos una vez que los rehenes hayan sido liberados. Las garantías, por el momento, son inexistentes. Cabe la posibilidad, por tanto, de que el plan de paz acabe por consolidar una paz meramente nominal que oculte, en realidad, un control indirecto del territorio.

Sin espacio para Hamás

En una línea similar, resulta altamente controvertida la manera en la que se prevé que Gaza será gobernada. En principio, atendiendo al plan de Trump, no hay espacio para Hamás. Como ya ha quedado indicado, el control de esta región deberá transferirse a una autoridad temporal dirigida por actores extranjeros. Se contempla, no obstante, la posibilidad de que la Autoridad Palestina participe en dicho proceso. Sin embargo, su implicación estaría supeditada a la adopción de determinadas reformas, cuyo contenido y alcance no han sido todavía especificados. Consecuentemente, el esquema diseñado excluye a los propios palestinos de las decisiones sobre su territorio al dejar en manos de fuerzas externas la dirección del futuro político de Gaza.

Estudiantes palestinos desplazados hacen fila por la mañana en una escuela de tiendas de campaña establecida con el apoyo de UNICEF
EFE/EPA/HAITHAM IMAD

Resulta desconcertante comprobar cómo se pretende reconstruir una región sacudida por los brutales ataques de las fuerzas israelíes a través de un plan en el que las víctimas no parecen tener voz ni voto. Resulta perturbador contemplar cómo las grandes potencias deciden sobre el porvenir de otros pueblos sin atender a los derechos ni a las aspiraciones de sus habitantes. Resulta indignante constatar cómo quienes se han visto implicados en la perpetración de delitos atroces se erigen ahora en guardianes de aquellos a quienes previamente atacaron. Es el mundo al revés: quienes destruyeron ayer se presentan hoy como constructores de paz. Las voces que más deberían escucharse en estos momentos han sido silenciadas. El plan se presenta como un intento de recomponer Gaza; como si se tratara de una especie de espejo roto, cuyos fragmentos reflejan algo bien distinto: una paz aparente construida sobre ruinas, desigualdad y desconfianza. Difícilmente así se podrá reconstruir las piezas. Sea como fuere, mientras otros deciden sobre su destino, en la Franja de Gaza se celebra estos días, con cautela e incredulidad, el fin de una guerra que ha dejado a todos devastados.