En Castellón de la Plana, Olena Smuzhenko y Olena Syvorih no escuchan las explosiones de las bombas ni los aviones militares sobrevolando. Tampoco han tenido que preocuparse de buscar un refugio en el que sus hijos puedan sobrevivir a la guerra. La residencia militar de acción social de la localidad castellonense es un oasis para una pequeña comunidad ucraniana. Por fin, unos días de tranquilidad, de silencio.
Olena Smuzhenko y Olena Syvorih son dos de las 629 personas que hasta ahora han participado en un programa organizado por el Ministerio de Defensa, cuya finalidad es que militares ucranianos o sus familiares, mayoritariamente madres con sus hijos, puedan evadirse de la guerra que actualmente se vive en Ucrania durante dos semanas. Quince días en los que realizan actividades culturales, como visitar las cuevas de San José, o más lúdicas, como ir a la playa de Peñíscola.
Sus caminos para llegar a Castellón han sido algo diferentes. Olena Syvorih tiene a su marido en el frente, y arribó con sus dos hijos. Por su parte, Olena Smuzhenko es una médico con experiencia de combate. Y pese a estar en el frente de Jersón, también pudo traer a sus tres hijos a España.
Pregunta: ¿Qué actividades han hecho a través de este programa?
Olena Smuzhenko: Si hacía buen tiempo, hemos podido ir a la playa, pasear por la ciudad o por el paseo marítimo. Si hace mal tiempo, dentro de la residencia todo está hecho para que los niños no se aburran. Eso es lo más importante. Tienen una habitación con juguetes, por las tardes se les pone películas, hay zonas de deportivas donde pueden correr y jugar…
Olena Syvorih: Hemos estado dos veces en Valencia, una vez en Peñíscola y el último día hemos ido a las cuevas de San José. Nos han gustado mucho las actividades que hemos hecho, ya que hemos podido conocer la cultura de España. Yo estoy muy agradecida a España y al Ministerio de Defensa por este proyecto porque ha sido una gran oportunidad para desconectar un poco de la guerra en Ucrania. Sobre sobre todo para los niños, que no han tenido que oir disparos ni explosiones.
P: ¿De verdad les pueden alejar estas actividades de la guerra?
O.Sy.: Las mujeres no podemos desconectar del todo porque nuestros maridos están en el frente y corren peligro. Sin embargo, los niños desconectan totalmente porque no tienen la preocupación de buscar refugios antiaéreos o buscar un lugar por dónde escapar. Eso es lo más importante.
O.Sm.: No del todo porque estoy al mando de una compañía, e igual me llegan mensajes del frente. Entonces, toda esa información que pasa por mi compañía, la recibo e intento ayudar desde aquí. Para mí, las personas de la compañía son una segunda familia. No puedo dejarles.

Olena Syvorih y sus dos hijas. Artículo14
P: ¿Cómo es ese proceso de ayuda? ¿Da instrucciones, órdenes…?
O.Sm.: Al ser médico de la compañía, cuando hay heridos, desde aquí hago un seguimiento de los procesos burocráticos ucranianos para que los militares que están heridos reciban lo que les corresponde económicamente.
P: Antes ha mencionado a su marido. ¿En qué situación se encuentra? ¿Puede contactar con él?
O.Sy.: Mi marido lleva en el frente dos años, en la región de Jersón. Es uno de los voluntarios que al empezar la guerra se alistó al Ejército. No es un militar profesional.
Estando en España he podido estar constantemente en contacto con él. Cuando puede, hablamos. También habla con los niños, que le cuentan historias de lo que están haciendo aquí.
P: ¿Cómo creen que han vivido sus hijos estas estas dos semanas en España?
O. Sy.: Al lado de la residencia hay un aeropuerto deportivo de avionetas, las cuales pasan por encima. Al principio mi hija pequeña se asustaba cuando nos sobrevolaban. Luego ni se dio cuenta.
O.Sm.: Para nuestros hijos ha sido la primera salida de Ucrania, y están muy contentos. Los niños han puesto especial interés en ver otra cultura y así compararla con la ucraniana. Eso sí, han flipado un poco con la naturaleza de España. Para ellos ver palmeras en invierno es algo muy curioso y extraño.
Personalmente, debo dar gracias a este proyecto porque durante dos semanas me he podido dedicar al cien por cien a mis hijos.
P: ¿Y qué hará o qué ha hecho con ellos cuando está en Ucrania?
O.Sm.: Es muy difícil elegir entre ser madre o ser militar, pero por el futuro de mis hijos tengo que estar en el frente de Jersón. Mis hijos están con mis padres, pero estoy constantemente pendiente de lo que les pasa en colegio, de las actividades extraescolares…
P: ¿Y sus padres están cerca o lejos?
O.Sm.: El frente de Jersón está bastante lejos. Más o menos a 350 kilómetros.
P: ¿Cómo hace para ver a sus hijos?
O.Sm.: Cuando empezó la guerra, cuando estaba haciendo la instrucción, los veía bastante a menudo. Más tarde, durante un año, me comuniqué con ellos solo por videollamada.
P: ¿Cuál es su previsión o esperanza de cara al futuro?
O.Sm.: Ganar la guerra no es que sea nuestra esperanza, es nuestra obligación. No tenemos otra opción.
O. Sy.: No tenemos otro país ni otro lugar donde vivir. Esta es nuestra tierra, y tenemos que defenderla.
Ahora, Olena Smuzhenko, Olena Syvorih y sus hijos vuelven a Ucrania. El avión de regreso despegó el pasado martes por la madrugada. De nuevo, tendrán que enfrentarse a la guerra. Aunque ahora, si de algo les sirve, sabiendo cómo suena y se siente la libertad. Un posible aliciente que pueden inyectar en forma de ánimo a las tropas ucranianas que combaten al ejército ruso.