Ellas dan la cara (aunque no hayan sido las culpables)

Portavoces, ministras y presidentas asumen el desgaste político mientras otros callan o se esconden: "A ellas les cuesta mucho ascender y muy poco caer", aseguran las expertas

Pilar Alegría.
KiloyCuarto/EFE

Cuando el escándalo estalla, los focos se encienden y las portadas arden, son ellas quienes suelen salir a dar explicaciones. Aunque no hayan provocado la crisis. Aunque detrás haya un hombre con más poder y menos ganas de aparecer.

Ocurre una y otra vez. Y no es casualidad. Desde la dirección del PSOE hasta el grupo parlamentario del PP, pasando por el Consejo de Ministros, el patrón se repite: cuando hay que enfrentarse al ruido, las que dan la cara son ellas.

La portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, asume cada martes el peso de la comunicación política tras el Consejo de Ministros. Comparece ante los medios, responde preguntas incómodas y defiende decisiones adoptadas por un Ejecutivo en el que no siempre ha tenido voz propia en esas materias. Desde medidas impopulares hasta crisis inesperadas, su papel se ha consolidado como el de rostro visible de decisiones colectivas en las que, muchas veces, no ha tenido participación directa.

Las mujeres como escudo

En la oposición, el papel de escudo también lo han ocupado ellas. Cuca Gamarra ha sostenido públicamente decisiones del PP que se tomaban -o se corregían- a sus espaldas. Cuando fue sustituida por Miguel Tellado, en Génova reconocieron a este periódico que nunca tuvo capacidad real de decisión y que su poder orgánico estaba muy limitado. La suya fue una figura instrumental, eficaz para la exposición pública, pero sin control sobre las decisiones estratégicas del partido.

Cuca Gamarra.
KiloyCuarto

“El problema no es que falten mujeres en política, sino que se las mantiene en puestos de exposición, pero no de poder”, señala Celia Zafra, responsable de comunicación de Political Watch. “Las mujeres suelen estar en el escenario para sacar las castañas del fuego, pero no en la sala de máquinas”. La politóloga Bárbara Triguero piensa exactamente lo mismo: “Hay más mujeres en política que antes pero se quedan en cargos técnicos o de representación, son los hombres los que siguen acaparando los puestos de liderazgo”, explica en conversación con Artículo14.

El nuevo organigrama del PP, presentado por Alberto Núñez Feijóo y anunciado a bombo y platillo el primer fin de semana de julio, supuso un retroceso en términos de poder orgánico para las mujeres dentro del partido. La única figura femenina con peso real en la nueva estructura es Alma Ezcurra. Por detrás, Ester Muñozla sustituta de Tellado- al frente de la portavocía del grupo en el Congreso. Una excepción en un núcleo de mando profundamente masculinizado. “A ellas les cuesta mucho ascender, y muy poco caer. O más bien, despeñarse”, resume Zafra.

Alma Ezcurra. A. Pérez Meca
Europa Press

Lo mismo le ha ocurrido a Esther Peña, portavoz del PSOE hasta hace tres semanas. Ha bajado al barro cuando el partido lo ha necesitado: para justificar la ley de amnistía, para acusar al PP o para esquivar el caso Koldo. “Los partidos usan a las mujeres como pantallas feministas para parecer inclusivos pero las excluyen de los grupos duros donde se negocia el poder real”, explica Triguero.

Sticky floor (suelo pegajoso)

La dinámica se ha repetido con Rebeca Torró, nombrada nueva secretaria de Organización del PSOE tras el ingreso en prisión de Santos Cerdán. De nuevo, una mujer al frente cuando todo se tambalea. En este, como en otros muchos casos, cuando las mujeres rompen el “techo de cristal” es porque se asoman al “acantilado de cristal”: una trampa machista en la que su acceso a puestos de poder se produce en situaciones de crisis, en las que las probabilidades de fracaso son mucho mayores.

La nueva secretaria de Organización del PSOE, Rebeca Torró
Efe

“Un mantra del liderazgo moderno dice que hay que poner a las mejores personas en las grandes oportunidades y no en los grandes problemas. Pues en el caso de las mujeres en política suele suceder al revés”, advierte Zafra. Y añade: “Colocarlas en momentos de crisis permite a los partidos proyectar imagen de renovación sin alterar de verdad las estructuras de poder”.

Pero el resultado, una vez más, es que cuando hay que asumir el desgaste, muchas veces son ellas las que lo hacen. Aunque no hayan provocado la crisis y no estén en el centro del poder.

“El sticky floor -el suelo pegajoso- explica bien esta dinámica: no es solo que las mujeres no lleguen arriba, sino que cuesta despegarse de puestos ornamentales”, subraya Zafra. “Quienes nombran y quienes destituyen son casi siempre hombres. Y las mujeres, a menudo, figuras instrumentales”.