Generación conectada

Del doctor Google al doctor GPT: los riesgos de la salud en manos de médicos digitales

Ocho de cada diez españoles utilizan ya la inteligencia artificial para resolver dudas relacionadas con la salud. Un 45% afirma tener la misma confianza en la IA que en su médico habitual

Llevamos más de dos décadas confiando en el “Doctor Google” y sus “respuestas a todo”, incluso cuando nos duele un dedo o la cabeza. Basta con teclear un síntoma y, en unos segundos, tenemos un diagnóstico que nos hace sudar más que la propia fiebre o nos reconforta. Hoy es la consulta más rápida (y potencialmente ambigua) del planeta.

Según un informe elaborado por LLYC y Appinio, el 80% de los españoles utiliza ya la inteligencia artificial para consultas relacionadas con la salud. Un 45 % afirma tener tanta confianza en la IA como en los medios habituales de comunicación o reseñas. Según otra investigación europea del Philips Future Health Index 2025, España se sitúa entre los países con mayor confianza en la IA sanitaria. El 77% de los profesionales encuestados cree que mejorará la atención en esta faceta. Hoy, el oráculo está cambiando poco a poco de nombre: ahora se llama Gemini o ChatGPT.

En lugar de abrir decenas de enlaces y aceptar sus políticas de tratamiento de datos, la inteligencia artificial nos habla con su voz suave, razonada y tranquilizadora. Sentimos que ya no estamos perdidos frente a una lista interminable de webs, sino que alguien nos escucha y nos asesora. Un alguien que, sin embargo, no existe.

Hace tan solo unas semanas, ChatGPT decidió cambiar las reglas del juego y matizar en ese tipo de uso, probablemente para aportar algo de cordura o evitar potenciales riesgos. Y aunque corrió el rumor por las redes de que “ChatGPT ya no iba a hablar de medicina”, no es exactamente así la cosa. La plataforma de inteligencia artificial generativa más usada del planeta limitará las consultas a síntomas o tratamientos generales, pero, en ningún caso, reemplazará la seriedad de un juicio médico, ni sustituirá la visita a profesionales.

El problema intrínseco actual reside en nuestra impaciencia social en querer tener respuestas inmediatas a todo lo que nos ronda por la cabeza, sean temas de orden psicológico, personal o médico. Incluso cuando la respuesta debería requerir un serio estudio, reflexión y tiempo.

De la fiebre de la búsqueda al diagnóstico generativo

Del Doctor Google al Doctor GPT hay solo un pasito. Cambiamos, a marchas forzadas, nuestra relación con los dispositivos y las plataformas. Las grandes tecnológicas nos ponen cada vez más fácil buscar respuestas y solucionar nuestras más mínimas dudas diarias, desde el ordenador o el teléfono tirados en el sofá, sin tener que pedir cita o esperar largas colas. La IA marca también una nueva era en la relación entre nuestra salud y la tecnología.

La gran mayoría de los usuarios que la ha consultado alguna vez para resolver cuestiones de salud admite haber sentido una cierta tranquilidad al leer las respuestas. La IA no cura, pero, de entrada, calma.

La herramienta es también más amena, más cercana. Cuando en Google teníamos que escribir, en modo tarzán, “dolor de pecho en lado izquierdo”, hoy Gemini (la faceta IA de Google) puede entender frases más complejas y contextualizadas. “Llevo tres días con un dolor de pecho en el lado izquierdo cuando estoy tumbado en la cama”, por ejemplo. La respuesta también simula cierta escucha, reflexión y ofrece respuestas más empáticas. Nos sentimos escuchados, no obligados a contrastar decenas de respuestas en blogs de especialistas.

Médico en España - Economía

La privacidad en caso de temas delicados, la inmediatez y el lenguaje sencillo seducen incluso a quienes desconfían de la medicina tradicional. Las máquinas nos hacen sentir que es ciencia exacta y que el algoritmo no se equivoca, aunque esa sensación de infalibilidad no siempre sea verdad.

¿Precisión de bisturí o espejismo digital?

La reciente actualización de las políticas de uso anunciada por Sam Altman, el todopoderoso CEO de OpenAI (ChatGPT), aviva el debate. La empresa no prohibirá hablar de medicina, pero reforzará una de sus normas básicas. Su plataforma seguirá ofreciendo información general, pero no diagnósticos personalizados ni recomendaciones concretas de tratamientos. Probablemente el empresario americano quiera evitar problemas posteriores tales como noticias macabras de muertes provocadas por consultas a la IA. Ya ha pasado con temas similares y relacionados con el arte de quitarse la vida. No querrá que la cosa se repita.

La cuestión es también ética y moral. ¿Quién responderá si una IA se equivoca y provoca daños irreparables a un usuario que haya interpretado mal una sugerencia? El conocimiento se va trasladando del cuerpo médico a los servidores de las máquinas. Los propios facultativos están abrumados por la potencia intelectual e intuición en diagnósticos de la inteligencia artificial, aunque el margen de error sigue existiendo.

Médico de cabecera - Salud
Un médico atiende en el centro de salud a una paciente (FACUA)

El director de salud de la empresa OpenAI explicó a los medios que su objetivo no era reemplazar a los millones de profesionales, sino acompañar a los pacientes en su entendimiento de la información médica. Pero los riesgos de los tratamientos caseros y de la automedicación son evidentes.

La medicina sin mirada, ni miramientos

Confiar en tu médico habitual era, hasta hace poco, un acto voluntario y ciertamente íntimo. Uno entrega su cuerpo a la exploración, a una mirada que decía “tranquilo”, pero hoy esa humanidad desapareció. Tampoco las máquinas tienen (aún) todo tu histórico de dolencias y enfermedades, no pueden conectar el estado físico con las emociones derivadas de problemas personales o laborales, que sí afloran en una conversación humana y cercana.

No pueden sentir la fragilidad en la voz, el blanco de los ojos, ni el temblor en las manos. Cuando convertimos nuestra salud en una suerte de datos, el bienestar de nuestro cuerpo depende de patrones y factores estadísticos.

Del consejo al consuelo

La inteligencia artificial puede ayudarnos a preparar una visita médica, a entender luego diagnósticos o términos complejos. Al ganar ese tiempo tan preciado en nuestras vidas aceleradas, tal vez perdemos cierto vínculo con los profesionales. En el fondo, lo que buscamos al preguntar a Gemini, ChatGPT, Claude, Perplexity u otros modos artificiales, es que nos alivien el miedo, pero no sustituirán el calor humano.

Del Doctor Google al Doctor GPT, hemos recorrido un camino que parece un inmenso progreso, pero que nos manda una seria advertencia. Los robots y computadoras no siempre conocerán contextos y detalles importantes de tu historial. No es aconsejable que dejes de pasar por la sala de espera de tu centro de salud y hablar con tu médico de cabecera. Quizás se nos “vaya un poco la pinza” y debamos primero volver a escuchar nuestro cuerpo y, si no suena bien, ser atendidos por los que entienden realmente sus ritmos y biología.

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