A apenas cuatro días de su máxima aproximación a la Tierra, el cometa 3I/ATLAS ha vuelto a sorprender a la comunidad científica. Esta vez no por su trayectoria, ni por su origen interestelar, sino por algo mucho más llamativo y visual: el objeto ha “cambiado de color”.
Las últimas observaciones en rayos X muestran al cometa 3I/ATLAS con un brillo rojizo que no se había detectado hasta ahora y que abre una nueva ventana para entender qué esconde este visitante llegado desde fuera del Sistema Solar.
Desde su descubrimiento en julio de 2025, el cometa 3I/ATLAS se ha convertido en uno de los objetos más observados de los últimos años. Telescopios terrestres como Gemini South o el Very Large Telescope, el James Webb en el infrarrojo, misiones en Marte e incluso la sonda Juice de la Agencia Espacial Europea han seguido su paso. Pero faltaba una pieza clave: observarlo en rayos X. Y eso es exactamente lo que acaba de ocurrir.
Una imagen inédita del cometa 3I/ATLAS
La Agencia Espacial Europea ha confirmado que su observatorio espacial XMM-Newton observó el cometa 3I/ATLAS el pasado 3 de diciembre durante unas 20 horas consecutivas. En ese momento, el cometa se encontraba a unos 285 millones de kilómetros de la nave. Para la observación se utilizó la cámara de rayos X más sensible del observatorio, la EPIC-pn.
El resultado es una imagen completamente distinta a las vistas hasta ahora. En ella, el cometa 3I/ATLAS aparece rodeado de un resplandor rojizo en rayos X de baja energía, mientras que los tonos azules marcan regiones del espacio con muy poca emisión. No es un cambio de color “real” en el sentido óptico. Pero sí una transformación radical en cómo lo vemos y lo entendemos.

El color rojo detectado en el cometa 3I/ATLAS no tiene que ver con polvo ni con reflejos de luz solar. Es el resultado de un proceso físico muy concreto. A medida que el cometa se acerca al Sol, sus hielos comienzan a calentarse y liberan grandes cantidades de gas. Estas moléculas chocan directamente con el viento solar, una corriente de partículas cargadas que emana constantemente del Sol.
Ese choque es el que genera la emisión en rayos X que ahora se ha detectado. Ya se sabía, gracias a observaciones previas con el James Webb y otras misiones, que el cometa 3I/ATLAS contenía agua, dióxido de carbono y monóxido de carbono. Pero los rayos X son sensibles a algo más: gases como el hidrógeno y el nitrógeno, prácticamente invisibles para telescopios ópticos y ultravioleta.
Una oportunidad única antes de que se vaya para siempre
Lo que hace realmente especial al cometa 3I/ATLAS es su origen. A diferencia de la inmensa mayoría de cometas, no procede de la nube de Oort ni de ninguna región conocida del Sistema Solar. Llegó desde otra parte de la galaxia y, tras su paso, no volverá jamás.

Por eso los científicos están apuntando todos los instrumentos posibles hacia el cometa 3I/ATLAS antes de que abandone definitivamente nuestro vecindario cósmico. Cada observación aporta información irrepetible sobre cómo se forman los cuerpos helados alrededor de otras estrellas y qué materiales transportan.

