Más de 300.000 estudiantes españoles se enfrentan, entre el 3 y 13 de junio, a las pruebas de acceso a la universidad, conocidas como EBAU o EVAU. En Madrid y Castilla La Mancha, las comunidades más madrugadoras, ya estarán muchos alumnos con el nudo en la garganta, los temas atropellándose en la cabeza y el cansancio acumulado. Los que ya lo superamos nos permitimos importunar a quien corresponda con una pregunta: ¿existe sesgo de género en estos exámenes?
El debate actual está más centrado en otro tipo de desigualdades, especialmente territorial y social, pero si hilamos fino, seguro que terminamos sacando tres pies al gato y, además, con tacones. En aprobados, casi el 97% en 2024, no hay diferencias de género; en notas, las chicas se llevan el mayor porcentaje de sobresalientes en la nota de acceso (casi un 14% frente al 9,8% de los chicos).
Ahora bien, ¿qué ocurre en la elección de carrera? Aquí empezamos a sonrojarnos. La Fundación CYD presentó en 2024 un estudio en el que el 79% de las universitarias de 18 a 24 años respondió que persisten sesgos de género en la elección de los estudios universitarios. En la encuesta, en la que participaron 800 mujeres graduadas o estudiantes, el 39% añadió que el sexismo arranca en la etapa escolar, por no promover una diversidad de vocaciones. Es decir, niños y niñas ya reciben en edades tempranas diferentes enfoques, basados en estereotipos, acerca de cómo orientar sus gustos y su futuro profesional.

Con estos antecedentes, las carreras con mayor presencia femenina siguen siendo, en este orden, aquellas relacionadas con la educación, las artes, las humanidades y lenguas, la salud y servicios sociales y negocios, administración y derecho. Las mujeres brillan por su ausencia en carreras que tienen que ver con profesiones científicas y técnicas, como agricultura, ganadería, silvicultura y pesca, matemáticas y estadística, arquitectura y construcción, informática y tecnología. Las matemáticas siguen siendo el hueso más duro de roer para una amplia mayoría de la población femenina, algo que repercute en la elección de carreras con esta materia.
Afinemos aún un poco más nuestro análisis. ¿Hay diferencias en la corrección? La duda en sí ya es capciosa, puesto que en los exámenes de la EBAU no debe aparecer el nombre del alumno ni ninguna señal de identificación personal, ya que podría causar la anulación del examen. En su lugar, se utilizan las etiquetas identificativas. No obstante, fuera del ámbito de la Selectividad, sí puede darse cierto bies en uno u otro sentido. Así al menos lo descubrió un informe realizado en España y publicado por la Comisión Europea con el título Sesgo del profesor en las evaluaciones según el estatus atribuido al alumno.
El estudio analizó la influencia de cuatro criterios no académicos de los alumnos -género, origen geográfico, clase social y capital cultural- a la hora de calificar un trabajo o examen. Una de sus principales conclusiones fue que los docentes tienden a evaluar mejor las redacciones firmadas con nombre femenino, puesto que presuponen en ellas notas más altas y buen comportamiento en el aula. En el estudio sorprende que hay una tendencia a ser más benevolentes también con los trabajos firmados por estudiantes de otra procedencia geográfica, en este caso marroquíes, por tratarse de una minoría en desventaja. El anonimato en la EBAU elimina este tipo de favoritismos.
De lo que sí existen evidencias es que las pruebas tipo test perjudican a las mujeres., tanto en los exámenes de acceso a la Universidad como en otros. Por ejemplo, el MIR. Tienden a dejar más preguntas en blanco. En esto, los psicólogos aportan la explicación de la testosterona, que hace más proclive a los hombres a asumir riesgos. Ante la posibilidad de recibir penalización por un fallo, las chicas, por el contrario, prefieren no arriesgar, aunque baje su puntuación final. Por razones biológicas o educacionales, es un comportamiento que afecta especialmente a las estudiantes con mejores expedientes.
La brecha de género aumenta cuanto mayor es la presión debido a diversos factores, entre ellos el estrés. Científicos de la Universidad de California detectaron, en un estudio en ratones, que la respuesta estaría precisamente en la testosterona, hormona clave que impulsa las diferencias de género. No es la única investigación que concluye que la brecha de estrés y ansiedad es más que evidente.
PISA
Otros estudios, como los de PISA, muestran, sin embargo, que las mujeres mantienen mejor el rendimiento en pruebas largas o exigentes. También su resistencia a la fatiga es mayor, así como su capacidad para concentrarse y rendir durante todo el examen, independientemente de la materia. Al final, como indicábamos anteriormente, las mujeres obtienen una nota superior e la EBAU. También influye en ello que suelen llegar con una base académica más sólida y mejores expedientes a lo largo de la educación secundaria y el bachillerato.
En cuanto a los contenidos de las pruebas de acceso universitario, en general hay una mayor sensibilidad con respecto a los estereotipos de género, ideas preconcebidas o micromachismos que anteriormente se daban por válidos. Algunos exámenes de la EBAU incorporan incluso textos y preguntas que abordan estas cuestiones. También se han revisado los libros y fuentes de información de los alumnos de Bachillerato. En asignaturas como Historia de España, Historia Contemporánea, Filosofía o Lengua y Literatura se está consiguiendo una mayor equidad con la inclusión de autoras y figuras femeninas, hasta ahora olvidadas, que tuvieron un papel relevante en sus diferentes contextos.
Podemos concluir que cualquier sesgo de género que encontremos de aquí al acceso de estos jóvenes a sus diferentes carreras viene determinado, sobre todo, por la inercia de años atrás.