Giulia Toffana nació en Palermo, Sicilia, en 1620. Cuando tenía 13 años su madre mató a su padre. El hombre era un maltratador que terminó cayendo en la venganza de su esposa, que, al ser alquimista, conocía bien los venenos de la época.
La madre confesó el crimen y fue ejecutada. Quizás fue ese el momento en el que Giulia nació como psicópata, decidida a vengarla. Y a todas las mujeres que lo pidieran.
Giulia llegó a Roma con gran ambición. Gracias a sus conocimientos alquimistas, hizo mucho dinero vendiendo perfumes y cosméticos.
Y con los perfumes comenzó a vender su pócima a mujeres en situación de lo que ahora llamamos violencia doméstica. Generalmente se trataba de esposas de clase baja atrapadas en matrimonios abusivos, de los que era imposible salir. Su instrumento letal era un líquido incoloro, casi imperceptible al gusto, que viajaba disimulada en frasquitos de agua bendita.
El veneno era una mezcla de lo que la farmacopea de la época proporcionaba a conciencia: arsénico, plomo, quizás belladona. Ella misma le bautizó con el nombre de “Acqua Toffana”. Los síntomas que el hombre experimentaba se atribuían a fiebres, bilis negra o humores desajustados.
La revista “Chambers’s Journal”, en 1890, relataba cómo se producía la muerte: “Administrado el veneno en vino o té o algún otro líquido, éste era apenas perceptible. El marido se ponía de mal humor, se sentía débil pero no lo suficiente como para llamar a un médico. Después de la segunda dosis de veneno, la debilidad se hacía más pronunciada. La esposa que mostraba tanta ansiedad por la indisposición de su marido, apenas era objeto de sospecha, y seguía la prescripción del médico. El galeno se quedaba perplejo al ver que la dolencia aparentemente simple no se rendía a sus medicinas. De esta manera la mujer administraba la tercera dosis que terminaba con la vida del hombre más vigoroso”.
Toffana no trabajaba sola. Alrededor de ella creció una red de cómplices silenciosas: amigas, viudas que sabían escuchar, comadres que conocían las puertas, boticarios pragmáticos. Y una hija, Giromina, que heredó el pulso para mover mercancías invisibles.
El número de muertes de hombres en la entonces poco populosa ciudad de Roma levantó las alarmas. Nadie sabía qué enfermedad aquejaba a esposos y amantes, que terminaban falleciendo a los pocos días.

Hasta que una de las clientas se arrepintió de intentar asesinar a su marido y delató a Giulia.
“¡Se han llevado a Giulia! ¡Libertad para Toffana!” gritaban las mujeres por las calles de Roma. En el arresto a Giulia le acompañan su hija y tres amigas colaboradoras.
Fue sometida a tortura y confesó haber matado a 600 hombres.
La bebida no dejó de utilizarse nunca. Años después, Mozart creyó ser víctima de la pócima maldita. El compositor comenzó a sentirse mal durante una representación. Días después, en el estreno de “La flauta mágica” su salud empeoró drásticamente. Le hizo una confesión a su esposa: “Estoy seguro de que me han envenenado. No me puedo deshacer de esta idea”. Y especificó con qué sustancia: ‘Acqua toffana‘. ¿Realidad o leyenda?
Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que Giulia fue ejecutada en la horca junto con su hija Girolama y sus tres colaboradoras, en 1659. No ha habido una asesina más prolífica.