A más de dos siglos de su nacimiento, Jane Austen, nacida el 16 de diciembre de 1775 en Steventon, Inglaterra, continúa dialogando con el presente. En un mundo dominado por aplicaciones de citas, algoritmos y relaciones fugaces, las novelas de la autora británica parecen, a primera vista, reliquias de una sociedad rígida y lejana. Sin embargo, basta releer Orgullo y prejuicio, Sentido y sensibilidad o Emma para descubrir que sus observaciones sobre el dinero, el amor y el poder siguen siendo sorprendentemente actuales.
Austen escribió sobre un universo donde el matrimonio era, muchas veces, la principal vía de supervivencia económica para las mujeres. Aunque hoy las circunstancias han cambiado, la pregunta central persiste: ¿hasta qué punto el amor puede separarse de la seguridad material? En la era de Tinder, donde los perfiles exhiben estilo de vida, viajes y estatus, el dinero sigue influyendo silenciosamente en la elección de pareja, tal como lo hacía en los salones de baile del siglo XIX.
Dinero: el factor incómodo pero decisivo
En las novelas de Austen, el dinero nunca es un tema romántico, pero siempre es determinante. Las hermanas Bennet saben que casarse bien no es un lujo, sino una necesidad. Personajes como Charlotte Lucas aceptan matrimonios sin amor a cambio de estabilidad, una decisión que Austen retrata sin burla, pero con lucidez.

Hoy, aunque las mujeres cuentan con mayor independencia económica, las relaciones siguen atravesadas por desigualdades de ingresos, expectativas profesionales y capital social. En las aplicaciones de citas, el éxito laboral o el “potencial” económico continúan siendo cartas de presentación implícitas. Austen nos recuerda que ignorar este factor no es realismo, sino ingenuidad.
Amor: entre la emoción y la elección consciente
Lejos de idealizar el amor romántico, Jane Austen defendió una visión equilibrada: ni el cálculo frío ni la pasión ciega conducen a la felicidad. Elizabeth Bennet no se casa con Darcy por su fortuna, pero tampoco lo hace hasta que aprende a conocerlo y a respetarlo. El amor, para Austen, requiere tiempo, observación y autoconocimiento.
En contraste, la lógica de Tinder promueve decisiones rápidas basadas en imágenes y frases breves. Austen ofrece una lección incómoda para la modernidad: conocer verdaderamente al otro exige paciencia y disposición a revisar prejuicios. Sus heroínas se equivocan, aprenden y cambian, un proceso que hoy parece incompatible con la cultura del “siguiente perfil”.
Poder: género, clase y reputación
El poder en la obra de Austen no siempre es explícito. Se manifiesta en la reputación, en la posición social y, sobre todo, en las limitaciones impuestas a las mujeres. Un error, un rumor o una mala elección podían arruinar una vida entera. Aunque hoy las reglas son distintas, la exposición pública en redes sociales ha creado nuevas formas de vulnerabilidad y control.
Austen entendió que el amor nunca ocurre en el vacío: está condicionado por estructuras sociales. En la era digital, estas estructuras se traducen en normas implícitas sobre éxito, belleza, edad y comportamiento. La presión por “encajar” no es tan distinta de la que enfrentaban sus personajes.
Jane Austen, una autora para el siglo XXI
El hecho de que Jane Austen nunca se casara y viviera de su escritura añade otra capa de vigencia a su obra. Desde una posición marginal, observó con ironía un sistema que limitaba a las mujeres y lo retrató con una agudeza que aún incomoda. Sus novelas no ofrecen cuentos de hadas, sino lecciones sobre elegir con inteligencia en un mundo imperfecto.


