La primera fumata negra del cónclave de 2025 ha surgido este miércoles 7 de mayo a las 21:00 horas, tras la única votación prevista para el día inaugural. El humo oscuro que emergió de la chimenea de la Capilla Sixtina indica que los 133 cardenales electores no han alcanzado el consenso necesario para elegir al sucesor de Francisco, fallecido el pasado 21 de abril a los 88 años. Aunque las primeras votaciones suelen ser simbólicas y raramente concluyen con una elección, el retraso en la emisión de la fumata ha generado especulaciones sobre un posible cónclave más prolongado de lo habitual.
Tradicionalmente, la primera jornada del cónclave contempla una única votación vespertina. Sin embargo, en esta ocasión, la sesión se extendió por más de tres horas, lo que sugiere deliberaciones más intensas o dificultades logísticas. Según fuentes vaticanas, la votación comenzó a las 17:46, y la fumata negra no apareció hasta pasadas las 21:00. Este intervalo ha sido interpretado por algunos analistas como indicativo de una posible falta de consenso inicial o de debates más profundos entre los cardenales, si bien es verdad que en esta primera jornada se produce una meditación que ha podido alargar los tiempos.

En los cónclaves modernos, la elección del Papa suele resolverse en pocos días. Por ejemplo, Juan Pablo II fue elegido en 1978 tras ocho votaciones en tres días; Benedicto XVI en 2005, en el cuarto escrutinio al segundo día; y Francisco en 2013, también en el segundo día después de cinco votaciones. Estos precedentes han establecido una expectativa de procesos relativamente breves.
Sin embargo, la actual situación presenta particularidades. El Colegio Cardenalicio está compuesto por una diversidad geográfica y teológica sin precedentes, con cardenales de distintos continentes y corrientes dentro de la Iglesia, además de ser el más numeroso de la historia, con 133 purpurados. Esta pluralidad podría estar contribuyendo a un proceso de discernimiento más complejo y prolongado.
Además, el legado del Papa Francisco, caracterizado por reformas y un enfoque pastoral renovado, ha dejado una Iglesia en transformación. La elección de su sucesor implica decidir entre continuar en esa línea o adoptar un rumbo diferente. Esta encrucijada podría estar generando debates más intensos y cuidadosos entre los electores, si bien fuentes vaticanas descartan grandes tensiones entre los electores.

No división, sino reflexión
A pesar de estas consideraciones, es importante recordar que la duración de un cónclave no necesariamente indica división o conflicto entre los cardenales. El proceso está cuidadosamente diseñado para permitir un clima de oración, discernimiento y libertad interior, donde cada elector pueda votar con conciencia ante Dios y no bajo presiones externas ni precipitaciones humanas. Lejos de ser un signo de crisis, el tiempo que toma elegir al nuevo Papa puede reflejar precisamente la seriedad con la que se asume la responsabilidad de designar al sucesor de Pedro, pastor de una Iglesia de más de mil millones de fieles en un mundo fragmentado. La espera puede ser, por tanto, un indicio de madurez y del deseo común de buscar no al candidato más popular o ideológico, sino al que mejor encarne el perfil de pastor que la Iglesia necesita hoy.
En los próximos días, se esperan hasta cuatro votaciones diarias, dos por la mañana y dos por la tarde. Si después de varios días no se alcanza un consenso, se contempla una pausa para oración y reflexión, como establece la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis. Este mecanismo busca facilitar el discernimiento y evitar bloqueos prolongados.
Mientras tanto, los fieles en la Plaza de San Pedro y en todo el mundo esperan con expectación la señal de la fumata blanca que anunciará al nuevo Pontífice. La historia demuestra que, aunque el proceso pueda extenderse, el resultado final suele ser recibido con esperanza y renovación por la comunidad católica global.