“En 25 años de profesión no me he topado con nadie que me haya reconocido los hechos cuando lo estaba deteniendo”. Es la respuesta de un veterano agente de Homicidios al escuchar la explicación que da la última detenida por boca de su abogada: “Que no ha sido ella, que ni siquiera estaba embarazada pues estaba tomando una medicación que se lo impedía”. Las patas de su supuesta verdad se auguran cortas viendo las zancadas que ha dado la ciencia para poder detenerla: una prueba de ADN ha confirmado que la bebé encontrada hace seis meses en el vertedero de Loeches, Madrid, con sus restos descuartizados metidos en varias bolsas, era suya. La ciencia también determinó que la niña, entonces sin identificar, y que nació y murió sin ni siquiera un nombre, era de América del Sur. Erika, su madre y asesina, es de Ecuador. La mató a los cinco días de traerla al mundo.
“Hemos visto de todo: gente que se esconde tras su letrado o unas carpetas, o se arrodilla para mostrar públicamente su arrepentimiento. Incluso El Solitario se nos durmió en la sala. Pero nunca hasta ahora se nos había levantado la acusada para esconderse detrás de la cortina para evitar ser grabada”, reconocen fuentes de la Audiencia de Madrid. Siempre hay una primera vez. Aunque en el caso de María José, quizás en cuestión de meses se vea de nuevo en la misma sala o una adyacente por otro crimen en el que participó y está aún pendiente de juzgar; el ’de la etiqueta’, que contaremos en Artículo14 llegado el momento. Esta semana se sentaba en el banquillo de los acusados bajo el apodo mediático de la ‘viuda negra de Torrejón’. No busquen semejanzas con la de Patraix. Maje y María José bien valdrían para competir en el juego de las siete diferencias.
52 años, exprostituta, dueña de un centro de estética, capaz tanto de golpear y asfixiar a un hombre como de servir a los cuatro meses de gancho en otro crimen. María José es polivalente, y un show en la sala hasta el punto de exasperar a la jueza: ha interrumpido a la fiscal, a la perito y a la inspectora del Grupo VI de Homicidios que le dio caza. Mientras testificaba esta última le ha espetado un “qué mala eres”. Aspavientos por aquí, negaciones por allá. Se ha quejado de que al relatar detalles de los registros se diese la dirección de su casa. Incluso en el receso le han pedido que se comportara pues iba por el pasillo llamando a gritos a su abogada; aseguraba que le hacían daño al llevarla engrilletada. “Lo nunca visto”, han resumido los habituales que han podido presenciarlo.
Al ‘acting’ de María José se ha sumado su abogada, que ha llegado a encalomarle el muerto al presunto encubridor Luis Edward, el hombre que sí habría respondido a la llamada de la presunta asesina. Ella probó con otros antes. Aunque la fiscal considera que ambos mataron a Gabriel para quedarse con su dinero, y que ambos mancillaron el cadáver del marino mercante para dificultar su identificación: le arrancaron todas las piezas dentales y le seccionaron las falanges. Los indicios pesan directamente sobre ella: en su cuenta bancaria tenía transferencias de la víctima que alcanzaban los 62.000 euros; en su centro de estética marcó posicionamiento el teléfono móvil de Gabriel y en el registro de su ordenador saltó una búsqueda incriminadora: cuánto tarda la policía en terminar una investigación policial.
En el crimen de la ‘viuda negra’ fueron seis meses. Los mismos que tardó la Guardia Civil en resolver la Operación Natal y culminarla con la detención de Erika, de 39 años y tres hijos vivos; por el primero que tuvo, muerto en 2003, ya fue investigada. El recorrido de su quinta criatura llegó a considerarse un caso imposible de resolver, por lo complicado que era acotar el posible punto de origen, ese contenedor en el que tiró los restos, o el hospital en el que hubiera dado a luz o la hubiesen atendido en algún momento durante el embarazo. En dos ocasiones, los agentes solicitaron colaboración ciudadana a través de los medios. Este viernes, su detenida entrará seguramente en prisión provisional. Calculen unos dos años máximo para verla ante el juez como a María José. Seguramente, Erika se sentará cabizbaja y sin cortinas de por medio.