Educación

Vuelta al papel: más de dos millones de alumnos arrancan el curso sin pantallas

La medida, que toma su forma más amplia en la Comunidad de Madrid, afecta a una buena parte de los colegios españoles. Diana Al Azem, profesora, nos explica el impacto en las aulas y en el desarrollo de los niños y adolescentes

Colegio

Tiza blanca, libros de texto, escritura manual, los dedos manchados con tinta de boli y a pincharse de nuevo con el compás. Así arranca el curso en buena parte de los colegios de las comunidades autónomas que han decidido eliminar o restringir el uso de pantallas, una medida que afecta a más de dos millones de alumnos. Es la respuesta a una preocupación creciente por su utilización excesiva en edades tempranas y la falta de pedagogía adecuada en la enseñanza digital.
La mayoría de las comunidades están de acuerdo en prohibir el uso de dispositivos móviles de manera absoluta en los ciclos de Infantil y Primaria, mientras que algunas autonomías extienden la prohibición a toda la ESO. En el caso de la Comunidad de Madrid, elimina el uso individual de dispositivos digitales en Infantil y Primaria de los centros educativos sostenidos con fondos públicos de la región. Se trata de una medida pionera que beneficiará a más de 550.000 estudiantes.

Cada comunidad aplica sus reglas

Los maestros tampoco podrán programar deberes u otras tareas académicas evaluables en las que tengan que utilizar tablets, ordenadores, móviles o similares fuera del horario escolar. Se permitirá el uso compartido, una hora semanal, a partir del segundo ciclo de Educación Infantil (3 a 6 años) y en los dos primeros cursos de Primaria. Este tiempo aumenta según avanzan los cursos. En cuanto a la etapa de Educación Secundaria Obligatoria (ESO), serán los propios colegios e institutos los que delimiten el uso individual o compartido.

El resto de las comunidades han adoptado también sus propias limitaciones. Galicia, por ejemplo, prohíbe pantallas hasta 5º, aunque en 53 colegios (18%) a partir de 5º solo habrá pantallas, dentro del programa de libro electrónico E-Dixgal, implantado hace diez años. En la ESO, el modelo es híbrido. En Cataluña los alumnos de ESO no podrán usar móviles ni para usos pedagógicos. También se prohíbe totalmente los relojes inteligentes y se retirarán progresivamente las pantallas y tablets en Infantil. Murcia limitará el uso en el aula a una hora diaria en Primaria y dos horas en Secundaria.

Por su parte, Andalucía no ha prohibido totalmente el uso de pantallas en los colegios, pero ha eliminado el móvil en las aulas y durante el recreo hasta segundo de la ESO; a partir de tercero de ESO solo podrá usarse con fines didácticos y según criterios pedagógicos justificados en el proyecto educativo de cada centro.

Volver a debatir en las aulas

Las medidas han obligado a muchos centros a replantear sus proyectos educativos, según nos dice Diana Al Azem, profesora y fundadora de la plataforma Adolescencia positiva. “Hay que adaptar dinámicas que antes dependían de la tecnología, pero también abre la puerta a recuperar métodos más participativos y presenciales: debates, juegos de rol, exposiciones en vivo. No lo veo como un retroceso, sino como una oportunidad de reenfocar”.

Volvemos a lo esencial, justifican los políticos. También algunos padres suspiran con alivio cansados de ver que la tablet se usaba para todo, menos para estudiar. Al Azem se resiste a hablar en términos tajantes. “No creo que haya un sí o un no absoluto. Pienso que lo importante es reflexionar y analizar en qué medida puede resultar útil y en qué momentos no aporta nada, o incluso perjudica”.

Ella ha intentado usar el móvil en sus aulas en algunas actividades, como diccionarios online, grabaciones de audio, algún Kahoot, y reconoce que, aunque al principio puede motivar, muchas veces acaba desviando la atención hacia TikTok, WhatsApp o cualquier otra app que no tiene nada que ver con la clase. “Por eso, más que prohibirlo o permitirlo sin control, creo que necesitamos buscar un equilibrio: aprovecharlo cuando realmente suma al aprendizaje y apartarlo cuando se convierte en distracción”.

Diana Al Azem, profesora
Diana Al Azem, profesora. Foto: Elena Sol
Elena Sol

Lo que sí le demuestran sus años de docencia es que la convivencia mejora cuando los alumnos no tienen a mano su móvil. “Sin pantallas, empiezan a hablar más entre ellos, a escucharse, incluso a mirarse a los ojos, algo que parece básico pero que se había perdido. Hasta en los recreos se nota: menos cada uno con su pantalla y más risas, juegos y conversaciones reales”. En Cataluña, un 89% de los docentes estima que la regulación del curso anterior mejoró la concentración, el rendimiento y la convivencia en las aulas.

Unos alumnos escuchan a su profesor en su aula en un colegio
EFE/ Javier Cebollada

Al Azem ha comprobado sus beneficios en el rendimiento académico. “Los alumnos atienden más, siguen mejor las explicaciones y no interrumpen tanto su concentración. Yo misma he visto mejoras en actividades de speaking o role plays de inglés: las conversaciones fluían de verdad y no con la mente a medias en la pantalla”. Un estudio de Global Education Monitoring Report, de la UNESCO, alertan de que los alumnos tardan 20 minutos en volver a concentrarse si se distraen con su teléfono.

Hay elementos que, en según esta docente, se ven inmediatamente favorecidos, sobre todo la atención y la escucha activa. “También la paciencia, que parece haberse perdido; antes no aguantaban un minuto sin mirar notificaciones y poco a poco se van acostumbrando a no tener el móvil encima de la mesa como algunos llegaba a hacer. Y algo muy bonito: el diálogo. Cuando no tienen la vía de escape del móvil, se animan más a hablar y participar”.

Impacto en su salud mental

Su experiencia le indica que el control de las pantallas y su restricción repercutirá también en su salud mental. “Creo que los alumnos estarán menos ansiosos, más presentes… Algunos alumnos incluso me confiesan que, después de los retos de pasar 24 horas sin móvil que hacemos cada año, se sentían liberados. Volvieron a dibujar, a hablar con sus abuelos o a pasar tiempo real con su familia. Son cosas sencillas, pero que tienen un impacto enorme en su bienestar”. De hecho, la Organización Mundial de la Salud y la Asociación Española de Pediatría han advertido que los niños pueden sufrir cefalea tecnológica e insomnio.

La cuestión del ciberacoso es más compleja, según advierte Al Azem. Retirar las pantallas aleja el problema, pero los padres no deben relajarse. “El móvil dentro del aula facilita grabaciones, fotos sin permiso y mensajes hirientes en grupos privados. Por mucho que los profesores tratemos de observar comportamientos sospechosos, en un aula de 25 o 30 alumnos es imposible controlarlo todo. Al retirarlo se reducen esas situaciones en horario escolar. Obviamente no soluciona todo el problema, porque el ciberacoso también ocurre fuera, pero dentro del instituto se respira más tranquilidad”.

El uso exacerbado de los móviles, la hiperconexión y el acceso a las redes sociales y a la pornografía quedan reflejados en la serie 'Adolescencia', de Netflix
El uso exacerbado de los móviles, la hiperconexión y el acceso a las redes sociales y a la pornografía quedan reflejados en la serie ‘Adolescencia’, de Netflix
Fotograma

No se olvida de un riesgo latente en esta generación que se ha criado básicamente con biberón digital: ¿cómo pueden responder al verse privados durante varias horas de sus dispositivos? Pensemos que siete de cada diez niños de 10 a 15 años ya tienen un teléfono móvil propio, según el INE. “Sin duda, al principio hay nervios, quejas, incluso irritabilidad”. Alguno le llegaba a decir: “Profesora, me pongo nervioso si me llama mi madre y no le respondo”. A propósito de este comentario, puntualiza que, sí, algunas madres llaman a sus hijos en horario lectivo. “Una vez se acostumbran, esa ansiedad baja y la mayoría lo agradece”.

En nuestra conversación, Al Azem aclara que no se trata de demonizar las pantallas o los móviles, sino de saber cuándo usarlo y cuándo no. “Para mí, en el aula, menos es más. Depende de la edad también, por supuesto. Pero, sobre todo, creo que sería útil más educación digital tanto para alumnos como para padres y profesores, que muchas veces se ven abrumados por la sobre información”.

Dónde está el sentido común

Antes de despedirnos, le pedimos a esta experta en educación y adolescencia, un consejo para conseguir sensatez en el uso de pantallas. “Creo que hay dos claves: ejemplo y acompañamiento -responde-. No sirve solo prohibir, sino enseñarles a gestionar emociones, aburrimiento o frustración sin refugiarse siempre en la pantalla. También hablar abiertamente de riesgos como la ansiedad o la nomofobia. Y, por supuesto, que las familias acompañen: guardar juntos el móvil en la cena, interesarse por las apps que usan, poner límites con cariño. La educación digital a través de charlas o talleres para todos ayudaría mucho”. Su respuesta despeja una última incógnita: ¿cómo se combate el móvil escondido en el bolsillo?