El Hospital Zendal se reactiva como centro de emergencia durante el apagón

La directora técnica del Centro Especializado de Atención Diurna para pacientes con ELA, Mayka Marcos Sastre, detalla cómo el hospital se reorganizó para atender a pacientes vulnerables tras el colapso energético del 28 de abril.

El pasado 28 de abril, un fallo masivo en el sistema eléctrico dejó sin suministro a buena parte del país durante horas cruciales. Madrid, una ciudad que se mueve al ritmo de la electricidad, se vio súbitamente inmovilizada: semáforos apagados, ascensores inutilizados, sistemas sanitarios tensionados y ciudadanos desconcertados.

En medio del caos, uno de los primeros en reaccionar fue el Hospital Enfermera Isabel Zendal, que recuperó su papel original como centro de emergencia. El testimonio de Mayka Marcos Sastre, directora técnica del Centro Especializado de Atención Diurna para pacientes de ELA del propio Zendal, revela cómo se tejió una respuesta sanitaria de urgencia ante una de las crisis más inesperadas del año: la del apagón.

En cuanto se tuvo constancia del fallo eléctrico, el equipo del Zendal activó los protocolos de emergencia. “El hospital se puso en marcha enseguida”, cuenta Mayka Marcos Sastre a Artículo14, con la serenidad de quien lidera con conocimiento y previsión. “En el momento en que fuimos conscientes del apagón, empezamos a coordinarnos. Nuestra prioridad inmediata fue atender a los pacientes del centro y garantizar que, si la situación se prolongaba, pudieran permanecer en nuestras instalaciones en condiciones de seguridad”.

Vista del interior del Hospital Enfermera Isabel Zendal.
EFE/D. Sinova /COMUNIDAD DE MADRID

Lo que inicialmente parecía una interrupción breve se transformó rápidamente en una amenaza sostenida. Los informes preliminares estimaban que el restablecimiento del suministro podría tardar entre seis y diez horas. Ese margen de incertidumbre obligó a reorganizar toda la dinámica del centro. “Había 52 pacientes con nosotros en ese momento. Algunos no requerían dispositivos eléctricos ni asistencia respiratoria y sus familiares acudieron a buscarlos. Pero para los que sí dependían de respiradores o necesitaban una vigilancia constante, organizamos la posibilidad de que pernoctaran con nosotros”, explica.

Seguridad y tranquilidad en el Zendal

Finalmente, 28 pacientes aceptaron la oferta de quedarse, y 19 de ellos pasaron toda la noche en el hospital. “Muchos decidieron quedarse incluso sin necesitarlo estrictamente. Lo hicieron por seguridad, por tranquilidad. Y es completamente comprensible”, añade. La confianza en la institución fue clave. Muchos de estos pacientes, afectados por enfermedades neurodegenerativas como la ELA, viven en una relación constante con la fragilidad. La pérdida de electricidad no solo implicaba la oscuridad, sino la amenaza directa de no poder respirar.

La respuesta del personal fue inmediata y sostenida. El hospital se reestructuró sobre la marcha, desplegando turnos completos de trabajo. “Contamos con 15 enfermeras y 20 médicos presenciales durante la mañana, la tarde y la noche. Además, teníamos personal localizado y preparado para incorporarse si la situación lo requería. Todo funcionó fenomenal”, relata Marcos Sastre.

Uno de los aspectos fundamentales fue la coordinación con SUMMA 112, el servicio de emergencias médicas de la Comunidad de Madrid. “Todos los pacientes que vinieron a pernoctar lo hicieron a través del centro coordinador del SUMMA. Durante la tarde, se atendió a todos los que se presentaban en el Zendal, aunque muchos de ellos no llegaron a quedarse a pasar la noche”, detalla la directora.

En paralelo, se siguieron tramitando altas médicas a quienes no presentaban gravedad, permitiendo su retorno a casa con seguridad. En cuanto a los pacientes habituales del Zendal, el flujo asistencial se mantuvo dentro de la normalidad, sin que el apagón interrumpiera la atención que reciben día a día. “Seguimos funcionando con nuestros flujos habituales de trabajo”, afirma.

La activación del Zendal como hospital de emergencia fue, según Marcos Sastre, “una respuesta natural ante la situación”. “No han sido muchos pacientes, pero estábamos listos para recibir hasta 280 personas. Teníamos 280 camas, alimentos, dispositivos, personal… Todo preparado. Hemos estado perfectamente coordinados”, subraya. “Somos, en esencia, un hospital de emergencia. Nuestra vocación responde a ese mandato: estar disponibles cuando los sistemas fallan”.

Además del equipo interno, la directora quiso destacar especialmente el papel de SUMMA 112, cuya capacidad de coordinación —dice— fue “determinante para conectar al Zendal con toda la red sanitaria de la Comunidad de Madrid y ofrecer servicios más allá de nuestros propios pacientes”.

La jornada del 28 de abril será recordada como una de las más insólitas del año: una capital detenida por un fallo invisible, una infraestructura moderna puesta a prueba. Pero también como una demostración palpable de que existen mecanismos —humanos, técnicos, institucionales— capaces de responder cuando todo lo demás falla. Y el Hospital Zendal, concebido en su día como símbolo de la lucha contra la pandemia, volvió a ser útil cuando Madrid lo necesitó.

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