Las víctimas dan fe y los datos lo atestiguan. No es sencillo denunciar violencias machistas. En materia de violencia de género solo lo hace el 21,7 por ciento de las mujeres y en las agresiones sexuales, el 11,1%, según la macroencuesta de Igualdad. Si ya es complicado hacerlo contra un anónimo tomar la decisión de poner en conocimiento de las autoridades una agresión por parte de un famoso o un hombre con poder es casi lanzarse al vacío. El sistema es cruel con las víctimas porque son delitos que suceden en la intimidad y no es sencillo probarlos y porque son, efectivamente, víctimas y su situación emocional lastra una estructura no ideada para este tipo de violencias. Se sienten cuestionadas y tienen miedo de no ser creídas, si el agresor es además conocido, sienten pánico.
Este verano, Juan Fortuny de Pedro asesinó en apenas unas horas a su novia y a su expareja. Era policía, pero no uno normal. Fue Jefe Regional de Operaciones de la Policía en Cataluña, lo que equivale a ser el número 2 del cuerpo en la región. Coordinaba los operativos y las cinco brigadas de la demarcación provincial: Información, Judicial, Científica, Extranjería, y Seguridad. Era un hombre respetado y condecorado. Sus propios compañeros le aplaudieron en una escalinata cuando se jubiló en un homenaje que hoy pone los pelos de punta. ¿Cómo iban a denunciarle sus víctimas? ¿Dónde podían pedir ayuda si los tentáculos de su verdugo se desplegaban por toda la comarca?
Han sido 44 años al #servicio de todos
La Jefatura Superior de @policia en #Cataluña ha rendido este pequeño homenaje al comisario principal Juan Fortuny de Pedro, jefe regional de Operaciones, en el día de su #jubilación
Siempre serás parte de la #FamiliaAzul 💙 pic.twitter.com/bj1AuxqWkY
— Policía Nacional (@policia) January 15, 2023
Hace unas semanas, una joven denunció a Rafa Mir por agresión sexual. Ella y su amiga contaron a la Guardia Civil que cuando la Policía Local de Bétera, donde vivía el futbolista, llegó a la escena tras la llamada a Emergencias de un vecino, los agentes las ignoraron mientras charlaban “de forma distendida” con Mir. A pesar de que les explicaron que una de ellas acababa de ser agredida sexualmente, no hay rastro de ese dato en el atestado. “No mostraron mucho interés en averiguar lo sucedido” , “la mujer policía tampoco me dio mucha bola”, contaron. Además, habían llamado al padre de una de ellas y cuando llegó los policías le dijeron que “todo estaba bien y se podían ir”. Sin más. ¿Hubiesen actuado igual los agentes si el agresor no hubiese sido un futbolista famoso?
La situación de estas jóvenes es de extrema vulnerabilidad porque se enfrentan a un millonario con fama y todos el país va a cuestionarlas. Es la cultura de la violación, poner siempre en entredicho a la víctima. Lo mismo le ocurrió a la joven a la que agredió Dani Alves. Nada más hacerse pública la denuncia, un periodista aseguraba que las cámaras la desmentían y días más tarde era el propio violador quien dijo no conocerla siquiera. Las mesas de debate televisivas son otra especie de tribunal y el poder de un personaje mediático casi siempre juega a su favor.
Las víctimas deberían estar protegidas a nivel social
Para Chelo Álvarez, psicóloga y presidenta de la asociación Alanna, en estos casos “nos encontramos con un doble problema, por una parte, ellas se sienten desprotegidas, empequeñecidas y avergonzadas porque denunciar violencia machista ejercida por un varón conocido públicamente te puede llevar a ser señalada por la Prensa, por tus amistades, círculos sociales e incluso puede que tu palabra se ponga en duda públicamente. Tu intimidad puede verse muy dañada en un momento en el que sientes miedo y necesitas tener autoconfianza, estar rodeada de personas que te apoyen”, apunta. Álvarez advierte de que el denunciado conoce y sabe que las amenazas y debilidades de la víctima puede utilizarlas a su favor. “Hemos visto casos en los que los hipotéticos maltratadores han utilizado a los medios de comunicación, a sus amistades y sus fans para limpiar su imagen, para ridiculizar a la víctima, para seguir haciéndole daño”.
La presidenta de Alanna señala a los medios de comunicación: “Pensamos que deberían tener un código ético muy estricto en este sentido, pero también las Fuerzas de Seguridad del Estado y operadores jurídicos. Al menos, mientras dura el proceso de denuncia y judicial, estas mujeres deberían estar protegidas a nivel social, y por supuesto, ellos advertidos. Recordemos como la compañera violada víctima de “la manada”, tuvo que salir de España para poder sobrellevar al asedio mediático”, insiste.
Sabían a lo que iban y quieren dinero
Natalia Morlas de la asociación Somos Más, cree que “estas mujeres se enfrentan, ya no sólo al mismo infierno que las demás, sino al juicio y escarnio público escuchando barbaridades cómo:
“Ya sabían a lo que iban cuando las invitaba a su casa/ cuando se metía al baño con él/ cuando se iba a un reservado. ¿Qué se pensaba que quería jugar al parchís? Esta lo que quiere es sacarle la pasta, se ve de lejos” Las víctimas se ven abocadas a ser consideradas unas aprovechadas, a no ser creídas, a que se ignore lo que han pasado y sufrido únicamente porque su agresor es conocido o una figura importante en la sociedad”, explica.
Morlas recuerda que muchas “se ven obligadas a esconderse, a que sea violada su intimidad, a que la ley de Protección de Datos se salte a la torera mostrando su cara y todos su identidad a la opinión pública. ¿Qué ocasiona todo este acoso y derribo? Desde suicidios, hasta desistimiento de la denuncia porque la sociedad les da la espalda y se lo deja claro a ellas y nos lo deja claro a todas”.