Cinco mujeres y un niño asesinados en 48 horas esta semana. El año pasado, once mujeres, dos niños y la madre de una de las víctimas fueron asesinados en 17 días, también en el mes de junio. Las cifras de la violencia machista en verano parecen partes de guerra. Los números son escalofriantes, inadmisibles. Sin embargo, no parece que estas matanzas tengan un efecto real en la vida política, mediática y social del país.
Convivimos con la violencia de género. El goteo de víctimas mortales no cesa a lo largo del año, y cuando llega la época estival y las cifras se disparan, parece que también hemos normalizado estos repuntes. ¿Por qué? ¿Funciona el sistema contra la violencia tal y como está planteado? ¿Qué se puede mejorar?

Miguel Lorente, médico forense y exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género, cree que se sabe que estos picos de asesinatos van a tener lugar. “Se habló el año pasado y el anterior, y no se ha hecho nada para evitar que esto vuelva a suceder”, asegura.
Acerca de por qué no parece soliviantar a la sociedad, el médico forense explica: “El problema es que estos asesinatos se ven como conductas nacidas de la voluntad y el interés del asesino, como una especie de accidente. Sabemos también que, en la operación salida del verano, va a haber más accidentes en carretera, y ahí sí ponemos más medios para evitarlo. Pero sí, parece que lo hemos asumido, y eso es lo terrible“.
Se piensa que los asesinatos suceden por las circunstancias concretas de los implicados
El exdelegado del Gobierno considera que “la violencia machista está normalizada, pero cuando escala y da como resultado un homicidio o un ataque grave, el propio sistema lo justifica a través de mitos y estereotipos. Por ejemplo, que es consecuencia de problemas concretos del agresor: alcohol, drogas, inestabilidad mental. Y, aunque no la justifica, sí la ubica en un marco de descontrol del maltratador, como un conflicto familiar”. Es decir, estos crímenes se atribuyen a circunstancias personales de los involucrados y no a razones sociales y estructurales.
Por eso, Lorente piensa que “la sociedad, ante acontecimientos que percibe, entre comillas, como inevitables, no se preocupa porque no los considera un problema social, sino de circunstancias personales. Ante eso, se piensa: ‘Estas cosas pasan, ojalá no pasaran, que intenten disminuir los factores de riesgo’, pero no hay una conciencia social del problema”.

En su opinión, la violencia de género “no se soluciona con denuncias ni con valoraciones de riesgo. En los casos que se denuncian, sí, pero son los menos. De hecho, este año hay menos homicidios con denuncia previa, con lo cual la posibilidad de haber actuado a través de la denuncia es menor”.
Trabajar las circunstancias, no la violencia
Muchas veces, las mujeres ni siquiera son conscientes de que están en una relación violenta, y es ahí donde hay que intervenir, divulgar y llegar a ellas. “No tenemos la conciencia crítica para identificar que eso que nos está pasando —el maltrato— es algo inaceptable. No es que se acepte, sino que se entiende como parte de las circunstancias. Por lo tanto, hay que cuestionar y trabajar las circunstancias, no el hecho de la violencia. Luego, aun viendo que lo que te ocurre es inaceptable, tampoco crees que la solución sea la denuncia, y ellas no van a denunciar. El sistema de denuncias, por sí solo, no funciona”.
El ejemplo de la COVID
Lorente utiliza un ejemplo: para el médico forense, el sistema actual contra la violencia machista es como si hubiésemos afrontado la COVID solo con la atención en los hospitales, sin tomar ninguna otra medida como el aislamiento o las vacunas.

“Ante una situación estructural y transversal no puedes intentar resolver el problema solamente actuando sobre la última consecuencia, que es la expresión más grave de ese problema. Pero es incluso peor en violencia de género, porque mientras que en el caso del COVID sabías que cualquier persona con síntomas acudiría al hospital para buscar una solución, aquí sabemos que la inmensa mayoría de las mujeres —es decir, el 78 por ciento— no denuncian ni van a denunciar, porque la construcción cultural hace que crean que esa violencia ‘va a pasar’, ‘no tiene importancia’, o que ellas también la han provocado. Es decir, todo lo que hay alrededor de la violencia de género. Entonces, no van a tener los argumentos para poder decir: ‘Voy a acudir al médico’, ‘voy a denunciar'”.
De hecho, los estudios apuntan a que una mujer tarda una media de ocho años y ocho meses en denunciar una relación de maltrato.
Prevención, educación, concienciación, detección
¿Qué podemos hacer? Para Lorente, “el sistema ideal pasa por la prevención, la educación, la concienciación y la detección. Se necesita conciencia crítica para evitar que la violencia evolucione, como cuando los hombres empiezan a controlar a las mujeres, a decirles ‘no salgas’, ‘no te pongas eso’, ‘déjame que mire tu móvil’, ‘¿con quién chateas?’, y ese tipo de cosas. Tampoco vamos a tener una solución de repente, porque todavía existe un peso muy importante de la cultura“, señala.
Sabemos que la inmensa mayoría de mujeres nunca denunciará ni acudirá al sistema a pedir ayuda, pero sí están en el sistema: todas son usuarias de los servicios sanitarios, acuden a sus trabajos, sus hijos van cada día a colegios e institutos, y son atendidas habitualmente por pediatras. La violencia puede detectarse a través de los más pequeños y los jóvenes.
Recuperar a la mujer y, después, denunciar
“Al final, el porcentaje de los casos detectados por partes de lesiones en centros médicos representa solo un 7 por ciento respecto al total de denuncias. No existe un sistema de detección lo suficientemente válido, ni la solución a través de la detección tiene por qué ser siempre la denuncia. Ese es otro problema”, alerta.
Lorente explica la importancia de detectar estos casos “para que no se produzca un impacto en la salud de estas mujeres, que muchas veces las marca de por vida. Y, después, que se pueda canalizar esa respuesta a través de vías alternativas, para llegar a la denuncia en un momento en que la mujer esté concienciada de que esa es la solución. Hay que tratar a la mujer para que, cuando esté recuperada, se sienta protegida y segura, y pueda asumir lo que significa una denuncia. No mandarla directamente a denunciar”, advierte.