“¿Por qué no se va?” o “Si la maltrata, ¿por qué sigue con él?”

Los expertos alertan sobre las trampas psicológicas de los maltratadores y la falta de recursos para la completa recuperación de las mujeres víctimas de violencia de género

Los expertos alertan sobre las trampas psicológicas de los maltratadores
KiloyCuarto

En los últimos días, A Coruña ha vivido dos crímenes machistas que han sacudido a la ciudad y reavivado el debate sobre la protección a las víctimas de violencia de género. El 12 de junio, una mujer fue asesinada a puñaladas por su expareja en plena calle, recibiendo decenas de cuchilladas en un ataque especialmente violento y con ensañamiento. La víctima nunca denunció, pero la policía puso en marcha el Protocolo Cero y estaba incluida en el sistema VioGén.

La violencia no se entiende en términos de lógica ni de voluntad

Pocos días antes, otro caso similar: Hallan el cuerpo calcinado de una mujer y su pareja dentro del coche. Una muerte que el agresor, según apunta la investigación, no tenía planeada, pero el fuego le alcanzó a él también. Ella también estaba registrada como víctima de alto riesgo en Viogén y tenía una orden de alejamiento, pero había vuelto con él. Una protección que no sirvió de nada en ambos casos.

El 016, contra la violencia de género
La violencia de género no se entiende en términos de lógica ni de voluntad
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A preguntas como: ‘¿Por qué no se va?’ o ‘Si la maltrata, ¿por qué sigue con él?’, no hay una respuesta sencilla. La violencia de género no se entiende en términos de lógica ni de voluntad, y por eso sigue generando una incomprensión enorme en nuestra sociedad.

Desprotección institucional

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, cerca de 35.000 mujeres fueron víctimas de violencia de género el año pasado en España. Pero detrás de cada número hay una historia de miedo, de dependencia, de confusión y, muchas veces, de desprotección institucional.

“No se puede obligar a una persona a que no esté con quien quiere estar”, advierte con crudeza la psicóloga forense Ana Isabel Gutiérrez, que lleva años analizando los mecanismos que explican por qué tantas mujeres no logran romper con su agresor. “Estamos hablando de que se dan una serie de factores. Los agresores de alguna manera van buscando la víctima idónea, aquella que puede tener rasgos de dependencia emocional, que es fácil de manipular”.

Esa dependencia emocional, unida a mecanismos psicológicos y el ciclo de la violencia, -desde el momento de más tensión, a la llamada ‘luna de miel’- crea una confusión emocional que cuesta años desenredar. “Quieren creer, necesitan creer y vuelven. Esa fase de luna de miel está súper descrita: se vuelven a convertir en la persona que eran durante la fase de seducción”, señala Gutiérrez.

Pero el miedo también juega un papel determinante. “Nos encontramos con que el planteamiento es el miedo, porque les plantean que, si se van, las matan”, explica. Y no es un temor irracional. “El mayor porcentaje de víctimas es precisamente cuando han iniciado este proceso de separación sin las debidas medidas de seguridad”.

A esto se suma una realidad especialmente dolorosa: muchas veces el entorno institucional no ofrece una salida viable. “Te dicen ‘sí, te vamos a ayudar’, pero esa ayuda puede ser mínima, que a lo mejor no da para empezar una nueva vida”, denuncia la psicóloga. “Harían falta casas de acogida en lugares alejados, la posibilidad de llevarte a todos tus hijos, que te faciliten pasar a un piso tutelado y que tengas acceso a empleo que te permita sobrevivir por ti misma”.

Muchas mujeres terminan regresando a su agresor por una mezcla de necesidad emocional, precariedad económica y trampas psicológicas. “Con el tiempo, el cerebro puede desdibujar lo que nos ha ocurrido, minimizándolo, haciendo que recordemos los momentos bonitos y que tomemos decisiones incorrectas como volver con él”.

Atención real a las víctimas

Frente a esta realidad, la experta lo tiene claro: hacen falta dos pilares fundamentales. El primero, seguridad real. “Que haya recursos eficaces en los que las mujeres se sientan absolutamente seguras. No vale una orden de alejamiento”, afirma con contundencia. El segundo, atención psicológica especializada. “Una terapia con la frecuencia e intensidad adecuada, hecha por psicólogos y psicólogas especializados en violencia de género”.

Los maltratadores se vuelven a convertir en la persona que eran durante la fase de seducción
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Sobre los perfiles de los agresores, Gutiérrez desmonta el mito de que solo ocurren en determinados entornos. “No existen perfiles sociodemográficos. Nos encontramos casos en todos los estratos sociales. Podemos encontrarnos una ministra, una mujer sin formación, una mujer asertiva en lo laboral y completamente anulada en lo afectivo”.

Sí diferencia, sin embargo, dos tipos de maltratadores: “Uno con dificultades en su socialización, plano en lo social, pero un tirano en casa; y otro con rasgos psicopáticos, muy sociable y funcional en el exterior, pero despótico y violento en la intimidad”. Ambos, advierte, llevan al mismo punto: “Un infierno con pequeñas dosis de lunas de miel que hacen de factor mantenedor”.

Punto de inflexión: Los hijos en peligro

En algunos casos, sin embargo, el miedo cambia de dirección. El punto de inflexión llega cuando los hijos se ven amenazados. “El límite suele estar cuando los niños crecen y uno de ellos intenta defender a la madre. Como el caso reciente del menor de 14 años que apuñaló al agresor y este se volvió contra él”. Es ahí cuando muchas mujeres reaccionan. “La protección de los hijos es algo casi instintivo, y suelen asustarse cuando son conscientes de que el golpe puede no recibirlo solo ella, sino también sus hijos”.

Y es que, como recuerda Gutiérrez, “un menor que ve malos tratos es un menor maltratado, porque sufre psicológicamente. Y esas consecuencias repercuten en la salud psíquica, emocional e incluso física”.

El diagnóstico es claro, y la exigencia también: “Estamos fallando cuando una mujer pide ayuda y se inicia un procedimiento. Hay que dar garantías reales: recursos eficaces, salida segura del entorno y tratamiento psicológico especializado”. Solo así, concluye, se podrá romper un ciclo que atrapa, destruye y, en demasiadas ocasiones, mata.