Denuncia

Por qué es tan importante la cuenta de Fallarás donde las mujeres narran la violencia machista

Los expertos piden preservar ese espacio de denuncia anónima por sus beneficios para las víctimas así como herramienta de identificación de violencias y ejemplo para romper el silencio

La cuenta de Instagram de Cristina Fallarás se ha convertido en un espacio seguro para las víctimas de violencia
KiloyCuarto

En España solo se denuncian el ocho por ciento de las agresiones sexuales y el 21,7 por ciento de la violencia de género en el ámbito de la pareja. Parece obvio que las mujeres no confía en el sistema a la hora de formalizar una acusación, pero se sienten seguras en la cuenta de Instagram de la periodista y escritora, Cristina Fallarás, para narrar lo que les ha sucedido. ¿Qué simboliza este espacio en redes y cuál es su valor? Distintos expertos opinan sobre por qué es necesario preservar este tipo de lugares donde las mujeres se sienten lo suficientemente libres y no juzgadas para romper el silencio.

Noemí Álvarez Boyero, psicóloga experta en trauma

Todo lo que está haciendo Cristina Fallarás es necesario, pero tiene una parte importantísima que es que está generando una comunidad. Frente a la idea de estar sola, de tener que vivir todas las agresiones como un secreto, como algo molesto que no debemos de compartir, la sensación de que hay una comunidad da fuerzas y, de alguna forma, esperanza a las personas. Frente a esa idea del silencio, de la vergüenza, de la culpa en la víctima, el ser capaz de poner voz es también esencial.

La psicóloga experta en trauma, Noemí Álvarez Boyero, que trata a víctimas de violencia sexual
Cedida

Nosotros trabajamos esto en terapia. Ese día en el que no es solo que me dé cuenta yo misma y sea capaz de tener conciencia de lo que ha ocurrido, sino que también sea capaz de poder compartirlo como una forma de empoderarme y de trasladar los sentimientos de vergüenza a quien realmente tendría que tener vergüenza.

Por otra parte, algo, de nuevo, muy importante que está provocando Fallarás es que veamos esa punta del iceberg que son estos delitos, porque sabemos que las violencias machistas siguen siendo, como sabemos, infradenunciadas, son una locura los datos.

Por lo cual, cuando alguien cuenta su propio testimonio lo que vemos es como hay muchísimas personas que han sufrido situaciones parecidas y que las mantienen ahí calladas, sin ser muy conscientes de que realmente han sido agredidas, cuando ven a una compañera, cuando ven a alguien que lo dice, les da pie para poder entender, “Oye, a mí también me ha ocurrido”. Es un espejo donde me miro para poder darme cuenta.

Las agresiones son muy difíciles de recuperar para el organismo. Sabemos que necesitan una situación de apoyo, un recurso especializado para poder procesarse, para poder de alguna forma sanar esas heridas. Qué importante que las personas se den cuenta sobre todo de que han sido víctimas, ese es el primer paso, sin ese no tenemos ninguno de los demás.

María Naredo jurista, experta en violencia machista y exasesora del Ministerio de Igualdad

Las víctimas tienen derecho a la verdad, tienen derecho a su relato. Poseen todos sus derechos socio-asistenciales intactos por el convenio de Estambul. Más allá de lo judicial (la justicia es un derecho, no una obligación) las mujeres gozan del derecho a relatar y el derecho, sobre todo, a conectarse con otras víctimas que hayan pasado por lo mismo, que eso es un poco lo que hace Cristina Fallarás.

María Naredo es jurista e investigadora y fue asesora del Ministerio de Igualdad de Irene Montero
KiloyCuarto

Existe un relato sesgado sobre las violencias machistas. Convivimos con la impunidad y la cultura de la violación. Se piensa que es una cosa puntual que les pasa a algunas mujeres por unos pocos hombres desviados cuando es una violencia normalizada, sistémica y estructural y esto se aprecia en la cuenta de Fallarás.

Por eso esto no va de linchamientos, ni de señalar. Son simplemente mujeres relatando historias que les han jorobado la vida, porque les han truncado la existencia en muchos casos y necesitan contarlo y hacerlo más allá de su círculo íntimo.

Una de las cosas más importantes de la cuenta es esa especie de banco de testimonios que se ha reunido y que va a servir muchísimo. Porque el relato de las violencias sexuales es un relato que explica muchas cosas. Y si como sociedad queremos trascender y queremos acabar con esas violencias tenemos que servirnos de ese relato colectivo.

Lejos de quitarles la agencia o decirles que lo están haciendo mal porque están escribiendo a Cristina en vez de denunciar, lo que hay que  hacer es precisamente  apoyarles en su relato y apoyar a las que quieran denunciar, porque probablemente si la denuncia no fuera un camino de de espinas con unas finales absolutamente frustrantes como el caso de de Dani Alves, se denunciaría más.

Los avances feministas de la última década y especialmente de los últimos años y muy especialmente con la Ley solo sí es sí, han traído una reacción patriarcal que está dando  muchas pistas a los agresores y les están abriendo muchos caminos que igual antes no recorrían como es efectivamente el denunciar a las víctimas por denuncia falsa o denunciar a las personas que recogen los testimonios como Fallarás.

Miguel Lorente, médico forense y exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género

Las mujeres, las niñas, las jóvenes no cuentan las violencias que sufren no porque no quieran contarlo ni porque no crean que deban, sino por miedo a las consecuencias de contarlo. Ese silencio no se puede achacar a las víctimas, que es lo que se intenta hacer. Pensar que son manipuladoras, que en el fondo están esperando un momento para beneficiarse, que denuncian a hombres con dinero, y ese tipo de cosas.

Miguel Lorente, Profesor de Medicina Legal y ex delegado del Gobierno contra la Violencia de Género
Efe-Jesús Monroy

La necesidad de romper ese silencio es esencial, es terapéutico. Las palabras sobre su propia vivencia, experiencia, autoestima son tan importantes como esa solidaridad y  apoyo que reciben que son fundamentales, pero al mismo tiempo, refleja cómo están las cosas y nos debería hacer reflexionar y preguntarnos, “¿qué tipo de sociedad tenemos para que la vía, para que estas mujeres puedan romper ese silencio tenga que ser a través de una persona que le da voz a su situación?”

Una de las cosas muy positivas que ha traído la Ley del de solo sí es sí es la posibilidad de acudir a los centros de atención a víctimas sin necesidad de denunciar. Antes era una especie de canje. Es decir, si denuncias, el sistema te atiende; si no, no. Lo cual era una perversidad porque tienes que atender siempre.

Que se sitúe la opción en la víctima de violencia sexual, por ejemplo, a que denuncie o no, ya es una trampa porque estás dejando en una situación traumática, que cuestiona a las víctimas sistemáticamente con todos los mitos estereotipos a que denuncien. Cuando por ejemplo no lo haces en la violencia de género en el ámbito de la pareja. Si una mujer sufre una agresión sexual tendrá que denunciar ella si quiere, aunque tú lo sepas. Pero si a una mujer le dan un bofetón tienes que perseguir de oficio esa agresión. Eso es tramposo también.

A lo mejor no puedes reparar en términos de sanción penal, pero si puedes reparar en términos de reparación social, es decir, como se está haciendo ahora con la memoria histórica, que muchas veces tú puedes reparar a las víctimas, incluso a acordar una recuperación con independencia del derecho. El derecho es un instrumento más de la sociedad, no es el que el que impone a la sociedad, es la sociedad la que decide qué derecho queremos.

Carolina Pulido, exconcejal de Más Madrid, consultora en temas de género e infancia y experta en masculinidades

Como sociedad tenemos mucho que agradecer a procesos como los que ha iniciado Cristina Fallaras con el ‘Cuéntalo’. En primer lugar, porque ha sido sanador para muchas mujeres que han encontrado un espacio para compartir su historia de violencia sin tener que exponerse públicamente. Pero, sobre todo, porque contribuye a generar un relato colectivo que era necesario para poner nombre a lo que se consideraba innombrable, y ayudarnos como sociedad a entender lo que implica y lo que son las violencias sexuales.

Ha servido también (aunque quizás en menor medida de lo deseado) para que muchos hombres inicien un proceso de reflexión personal y sean conscientes de que hay comportamientos que, aunque normalizados, tienen un impacto negativo en la vida de las mujeres con las que se relacionan, lo cual es un buen punto de partida para redefinir el marco de las relaciones eróticas.

Carolina Pulido, exconcejal de Más Madrid, consultora en temas de género e infancia y experta en masculinidades

Pero es evidente que esto también da pie a un cúmulo de ataques y reacciones negativas por parte de quiénes se sienten señalados en este tipo de denuncias públicas anónimas. Esto no es más que una reacción defensiva previsible del patriarcado que se remueve porque se tambalean sus cimientos.

Un patriarcado que nos exige a las mujeres que vayamos a los juzgados y que no quiere entender que la mayoría de no queremos pasar por eso, en muchos casos por miedo a enfrentarnos a un sistema judicial que no responde de manera eficiente a estos procesos que son largos y revictimizantes y que, además, nos expone públicamente con las consecuencias que esto tiene para las mujeres. En otras ocasiones, porque no todo es punible, pero sí tiene que ser objeto de denuncia pública, dado que es la única manera de avanzar y construir una sociedad libre de violencias, con más y mejores herramientas para la reparación y la justicia restaurativa.

Beatriz Gimeno, política y exdirectora del Instituto de las Mujeres

La cuenta de Fallarás es la voz que levantó el ‘Me Too’ en España. Después de eso nada fue igual. No solo por lo que supone en materia de denuncia, que es a lo que siempre se le da más importancia, sino especialmente porque sirvió para visibilizar y poner en común la magnitud, la extensión, de las violencias que sufrimos las mujeres.

De repente, gracias a esa cuenta, se hizo evidente que todas las mujeres hemos sufrido algún tipo de violencia machista y que esta es estructural al patriarcado. La extensión de esta violencia derivó en el grito, en la revuelta de la cuarta ola feminista. Sin el trabajo de Fallarás la ola hubiera llegado porque es global, pero no hubiera sido tan potente.

Su cuenta fue un grito de autoconsciencia feminista. Pues es que no se puede entender lo que pasa si no se aplica la perspectiva de género que, por cierto, nuestras leyes y las leyes internacionales dicen que hay que aplicar. La violencia que sufrimos las mujeres no es asumida ni comprendida ni bien tratada por el sistema judicial, eso lo reconoce el mismo sistema.

Y, además, la violencia se alimenta de nuestro silencio y del miedo. La cuenta de Fallarás vista con perspectiva de género, es simplemente un espacio seguro. Las redes están llenas de misóginos que nos insultan diariamente. Las políticas recibimos decenas de insultos machistas diariamente. Tener un espacio en el que poder contar la verdad, reconocernos y confortarnos, es imprescindible. Asumir que el espacio público de las redes es igual para hombres que para mujeres es injusto e irreal. Necesitamos espacios seguros.

Irene Zugasti, politóloga y periodista especialista en políticas de género

En primer lugar, Cristina Fallarás ha puesto su imagen, su cuerpo y su trabajo para conseguir este espacio y el coste personal y profesional es mucho mayor de lo que la gente piensa. Se lo agradezco porque el coste es durísimo.

La periodista y politóloga, Irene Zugasti
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Ella ha ido registrando desde el “Cuéntalo” hasta ahora todas esas agresiones, que son abrumadoras. Si abres internet y las lees se te abren las carnes. Ha creado un archivo, un registro de narraciones que demuestra cómo la violencia sexual está en todas las capas de nuestra vida y las diferentes formas que asume. Desde la violencia sexual infantil, la que resulta en tu entorno más cercano, a la que ejercen tus parejas, exparejas, tus familiares, la gente que tiene sobre ti algún tipo de  jerarquía o de superioridad.

Es un catálogo, por decirlo mal y pronto, de todas las formas en que la violencia sexual se expresa a lo largo de nuestra vida y los daños y las heridas que genera, si no se repara y si no se y si no se se aborda.

Entonces, cuando alguien quiere colocar la violencia sexual, como pienso que está pasando políticamente, como un problema incómodo que dejar en un cajón o una política pública, que está ahí apartada en un ladito que tampoco vaya a sacudir los cimientos de las grandes políticas, hay que llevar a la gente a este archivo de relatos y decir, “No, mira, es el colegio, son las relaciones íntimas, las relaciones de amistad, es la pareja, es el jefe, es el periodista, es el político, está en todas partes”.