En la primera sesión de control de octubre, Alberto Núñez Feijóo anunció que citaría a Pedro Sánchez en el Senado para comparecer ante la comisión que investiga el caso Koldo. El presidente del Gobierno, en su réplica, se limitó a responder: “Ánimo, Alberto”, el hemiciclo se convirtió en el plató de La Resistencia y los suyos se dejaron la garganta riendo y las manos aplaudiendo.
Veintidós días después, este jueves, Sánchez presumió de gafas y salió ileso de un acto cansino, más largo que Ben Hur, que describió como “circo” –varias veces–, “comisión de difamación” y “comisión de frustración”. Desquició a sus adversarios –salvo a María Mar Caballero, la senadora de UPN–, fue masajeado por sus siervos, halagó las virtudes políticas de Ábalos, respaldó a María Chivite, hurgó en la corrupción pepera y neutralizó al puigdemontonerismo despechado. Educado, sonriente, cómodo. Esquivo, ladino, caradura.

María Mar Caballero le arrancó el titular: “En alguna ocasión he podido liquidar en efectivo del partido como secretario general”. El líder del Ejecutivo sólo sintió algo parecido al sufrimiento durante el interrogatorio de la hábil senadora navarra. “En el Peugeot”, preguntó la de UPN, “¿cuántos iban?”. El presidente: “¿Vamos a estar toda la mañana hablando de quién iba en el Peugeot? Pues, señoría, depende del día”. Ante semejante salida, sólo cabe aplaudir.
Ángel Pelayo Gordillo, de Vox: “Ha venido aquí a burlarse de los españoles”. No sé si de todos, pero sí, cuando menos, de los senadores de la oposición, a sus ojos, los payasos del circo, quienes le exigieron reiteradamente “respeto a la institución”. “El respeto a esta institución”, dijo el presidente, “debería empezar por uno mismo”. Le secundó Uxue Barkos, de Geroa Bai, quien cargó contra UPN: “Han utilizado el fango para manchar el nombre de mi comunidad y sus instituciones”. La sumanda Carla Antonelli le dejó el CV para ser readmitida en las filas socialistas. Joan Josep Queralt, de ERC, habló de proceso “inquisitorial”. Comen de su mano. Sin pudor. Orgullosos.
Sánchez habló mucho y dijo poco: que no conoce a Antxon Alonso, que su relación con Koldo era “anecdótica”, que tomó medidas contra Ábalos cuando supo de sus presuntas torrentadas, que Begoña Gómez “nada tuvo que ver con el rescate de Air Europa”, que “todo lo que ha hecho el PSOE es absolutamente legal”, y así. Agradeciendo preguntas, calzando chistes, clavando la puya. Eduard Pujol, de Junts: “Su actitud sonriente durante muchos minutos sí que crea la sensación de circo, la verdad”. “Señor Pujol”, contestó el presidente, “muchas veces, a las insidias y a las sandeces es mejor responder con una sonrisa”. Ni Morante, oigan.

Con la audiencia exhausta, a eso de la una, llegó la presunta batalla final. El popular Alejo Miranda de Larra, recordó que hace un año “estaba en una UCI, sedado, intubado y conectado a un respirador” por cosa de la maldita covid-19: “Me gustaría que hoy, cuando me mire y cuando responda sobre su corrupción, se acuerde de que algunas personas que agonizábamos en la UCI, su número dos, su asesor y su número tres estaban intentando hacerse de oro”. Sánchez no se avergonzó de ellos e invocó a Casado para atizar al hermano de Ayuso. “¿Tanto le duele la verdad, que no responde usted nada?”, le preguntó el senador del PP. Respuesta: “A mí no me duele nada”. Dio sobradas muestras de ello.







