Opinión

Un lince blanco

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Desde hace unos días las redes sociales están llenas de la imagen de un lince blanco, ‘Satureja’, “blanco como a nieve y sus ojos penetrantes” según lo describe el fotógrafo Ángel Hidalgo. Más allá de que los biólogos especulen con que la causa más probable de su color sea el estrés ambiental, en un dato curiosísimo y que también invita a la reflexión, por ese enlace extraño entre la angustia del animal o su debilidad fisiológica y una forma de belleza inquietante y pasajera, lo que más ha capturado mi atención es otra cosa: el discurso que este lince ha generado en redes sociales. Y es que hay una parte de la extrema derecha española, digámosle su parte más esotérica, que ha interpretado al lince blanco como una suerte de mensaje mesiánico. No se queda en España: esa interpretación ha trascendido a un sector internacional de X, antes Twitter.

Circula en redes una falsa profecía según la cual, “cuando en la antigua tierra de Iberia despierte el lince blanco, los cielos se abrirán sobre una estirpe que jamás conoció rendición. De su mirada nacerá la memoria de los triunfos pasados, y en su rugido dormirá la promesa de los que aún están por venir”. Un vistazo un poco más atento a la supuesta profecía revela su origen, bastante más cafre: tiene la tipografía exacta de una conversación con ChatGPT y está probablemente extraída de una conversación con la inteligencia artificial en la cual se le ha pedido a esta que elabore una profecía ad hoc en torno a esta figura, “presagio de coraje, victoria y pureza”; más aún, dicen algunos, cuando nos acercamos “a Todos los Santos, cuando más frágil está la frontera entre nuestro mundo de los vivos y el Más Allá”.

El lince blanco es interpretado como el augurio de la España por resurgir, pues contaría otra leyenda “que El Cid quedó asombrado cuando días antes de tomar Valencia alguien vio un extraño ejemplar de un lince ibérico blanco”. Excusa, al final, para que un lince mágico “traiga a España un futuro sin rojos”, sirva de símbolo para la exterminación o expulsión de todos “los migrantes invasores”, o se convierta directamente en emblema nacional. Suena loco. No es tan loco. Puedes comprobarlo si buscas “lince blanco” en esa misma red social.

Sí que habitamos tiempos en los que hay algo esotérico, mesiánico, y no sólo porque Rosalía acabe de lanzar Berghain y se prepare para un nuevo disco, Lux, lleno de misticismo y referencias religiosas; hace mucho tiempo que algunos sectores marginales de la política han comprado por completo hipótesis de ecos paganos con las cuales dotar de una épica particular a su ideología política, convertir casi en cruzada religiosa lo que debería ser un debate mucho más de andar por casa. La nueva derecha se encomienda a Dios y a España como el nazismo se acercó también al ocultismo y lo esotérico, al simbolismo de las runas, a formas de espiritualismo new age después. Es el programa de Steve Bannon, Aleksandr Dugin, Nick Land tras su giro reaccionario. Es una vuelta de tuerca más a la era de la posverdad: después de QAnon, tras convencer a una parte de la población de que estamos mucho más cerca de una conspiración satánico-pedófila mundial de lo que pensamos, no es difícil pasar de ahí a un mundo en el que voluntades mágicas y animosas dirigen nuestros pasos, y algunos (los elegidos) pueden creerse los baluartes de una lucha eterna del bien contra el mal, encarnadas en este caso en la pobre figura inocente de un lince ibérico con estrés.

¿Qué dice esto de nosotros, del tiempo irracionalista en el que vivimos, y ante qué creencias estamos incluso quienes nos consideramos como seres más o menos racionales dispuestos, en mayor o menor grado, a caer rendidos? Se hacía viral hace unos días, en redes, el vídeo de Elisa Mouliáa afirmando, como antes había afirmado su creencia en los Illuminati o en el contubernio judeomasónico detrás del mundo, que había estrategias de control climáticas orquestadas por la OTAN que tenían algo que ver, seguro, seguro que sí, con el desastre de la DANA en Valencia hace un año. ¿Nos estamos planteando de verdad cómo enfrentar que la gramática política de nuestro tiempo sea este irracionalismo oscuro o es una amenaza contra la cual la política actual no tiene respuestas? ¿Tomamos conciencia de la magnitud del problema posible de las conspiraciones hoy, que se puede generar un vídeo o una imagen de todo lo que nunca ha pasado, imputarle a cualquiera palabras que no ha dicho? ¿Cuántos linces blancos estamos dispuestos a interpretar como apariciones dotadas de sentido desde los márgenes hasta que aparezca algún fervor religioso en el primer plano, en lo mainstream, y barra todo atisbo de razón también consigo? A mí, por lo menos, me parece más inquietante que sólo marginal. “Tú danos la orden y asaltaremos la Moncloa”, dice un tuit que leo y que tiene casi seis mil likes, casi cien mil visualizaciones. Cuidado con la oscuridad que prolifera cuando no la miramos.