La desaparición del cometa 3I/ATLAS no es definitiva y su regreso es clave para entender otros mundos

Su regreso en diciembre permitirá estudiar un fragmento interestelar único y podría revelar claves sobre el origen de otros mundos

Cometa 3I/ATLAS - Sociedad
El misterio del cometa 3I/ATLAS.
International Gemini Observatory

El cometa 3I/ATLAS ha completado su primer y único viaje por el corazón del sistema solar. El 29 de octubre de 2025 cruzó su perihelio, el punto más cercano al Sol, y desde entonces se ha desvanecido de la vista humana. No se trata de una desaparición definitiva, sino de un paréntesis natural: la posición orbital lo ha dejado oculto tras el astro rey.

Los telescopios terrestres no pueden rastrearlo ahora. Pero la comunidad científica ya tiene marcada en el calendario la fecha de su reaparición. Será a partir del 19 de diciembre de 2025 cuando el cometa 3I/ATLAS volverá a asomarse y permitirá a los astrónomos retomar el estudio de uno de los visitantes más misteriosos que hemos recibido en nuestra historia reciente.

Un visitante interestelar que no regresará jamás

El cometa 3I/ATLAS no pertenece a nuestro sistema solar. Fue detectado por primera vez en 2024 gracias al sistema Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System (ATLAS), que ya había captado otros cuerpos menores. Desde el principio se supo que su trayectoria hiperbólica —una curva abierta— indicaba un origen ajeno al Sol. Procede, por tanto, del espacio interestelar. Un fragmento de otro sistema planetario que atraviesa el nuestro en un viaje que no se repetirá.

Su paso ha despertado el mismo asombro que provocaron sus predecesores interestelares: Oumuamua en 2017 y el cometa Borisov en 2019. Pero a diferencia de aquellos, 3I/ATLAS ha ofrecido una oportunidad más prolongada para su observación. Antes de ocultarse tras el Sol, los telescopios espaciales y terrestres captaron su cola y su coma, revelando una composición que combina polvo, monóxido de carbono y dióxido de carbono. Elementos que sugieren una formación en entornos fríos, alejados de la radiación de cualquier estrella.

La desaparición del cometa 3I/ATLAS no es definitiva y su regreso es clave para entender otros mundos
Una imagen de la captura del cometa 3I/ATLAS.
NASA Ciencia

Los científicos de la NASA y de la Agencia Espacial Europea lo describen como “un fragmento fósil de otro sistema solar”. Analizarlo, aunque sea a distancia, permite acceder a una cápsula de tiempo cósmica. Su estudio puede ayudar a entender cómo se formaron los primeros planetas y cómo evolucionaron los materiales primordiales que dieron origen a la vida.

Un perihelio invisible

El 29 de octubre de 2025, el cometa 3I/ATLAS alcanzó su perihelio, situándose a 1,36 unidades astronómicas del Sol. Sin embargo, ese acercamiento máximo coincidió con su paso por detrás del astro desde la perspectiva de la Tierra. En astronomía, eso significa una conjunción solar: el cometa queda oculto tras la intensa luminosidad solar, imposible de rastrear incluso con los telescopios más sensibles.

Durante estos días, el cometa 3I/ATLAS ha desaparecido literalmente del mapa visual. Las cámaras del Hubble y del telescopio espacial James Webb registraron sus últimas imágenes días antes del perihelio. En ellas se aprecia un fenómeno inesperado: un chorro de materia dirigido hacia el Sol, un comportamiento contrario al habitual en los cometas. Normalmente, el calor solar genera una cola que se aleja del astro, pero en este caso la dirección del chorro sugiere un tipo de actividad interna aún no explicada del todo.

Los científicos creen que podría tratarse de la exposición de materiales volátiles bajo una capa superficial endurecida por miles de millones de años de radiación cósmica. Esa superficie, como una costra helada, se habría agrietado con el calor del Sol, liberando gases atrapados y provocando la formación de ese inusual chorro solar.

Una reaparición esperada

La fecha marcada por los observatorios es el 19 de diciembre de 2025. Ese día, el cometa 3I/ATLAS alcanzará su máxima visibilidad posterior al perihelio, cuando se sitúe a 1,8 unidades astronómicas de la Tierra. No será visible a simple vista, pero los telescopios medianos podrán detectarlo en el cielo del hemisferio norte durante las primeras horas de la madrugada.

Su reaparición permitirá comprobar si el calor del Sol ha alterado su estructura. ¿Se habrá fragmentado? ¿Seguirá activo o habrá agotado sus reservas de gas y polvo? Las respuestas a esas preguntas son esenciales para la astrofísica contemporánea. De su análisis depende entender cómo se comportan los cuerpos interestelares cuando se enfrentan al entorno solar y hasta qué punto difieren de los cometas que nacieron junto a nosotros.

La desaparición del cometa 3I/ATLAS no es definitiva y su regreso es clave para entender otros mundos
Una imagen del cometa 3I/ATLAS capturada en julio de 2025.
NASA

El cometa 3I/ATLAS es, además, un laboratorio natural para estudiar cómo se transforman los materiales primitivos del cosmos. Los datos recogidos por el James Webb indican que la radiación cósmica había alterado su superficie durante eones, creando una especie de escudo molecular. Con el calor del Sol, esa coraza ha empezado a ceder, liberando compuestos más antiguos. En términos científicos, lo que veremos a su regreso será la piel desnuda de un visitante de otro sistema estelar, algo que jamás se ha documentado con esta claridad.

Un puente entre sistemas

Más allá del asombro que provoca, el cometa 3I/ATLAS tiene una importancia científica enorme. Por primera vez, los astrónomos podrán observar la evolución completa de un cuerpo interestelar antes, durante y después de su paso por el Sol. En los casos anteriores, la información fue escasa y fragmentaria. Ahora, gracias a la coordinación entre el Hubble, el Webb y los observatorios terrestres, se ha logrado una cobertura sin precedentes.

El interés va más allá del simple seguimiento orbital. Los investigadores quieren determinar si los cometas interestelares transportan moléculas orgánicas semejantes a las de los cometas de nuestro sistema solar. Si así fuera, la hipótesis de que la vida podría tener un origen interestelar ganaría fuerza. Los bloques fundamentales podrían haberse propagado entre sistemas planetarios a través de cuerpos como este.

La desaparición del cometa 3I/ATLAS no es definitiva y su regreso es clave para entender otros mundos
Una fotografía reciente del cometa 3I/ATLAS.
Archivo

El cometa 3I/ATLAS simboliza, de algún modo, ese vínculo invisible entre mundos. Es la huella de un sistema que ya no existe. Una chispa de materia que viaja sin destino. Cada espectro, cada análisis químico que se logre extraer de su tenue luz contribuirá a reconstruir los orígenes de la materia en el universo.

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